Elegía a una partida

Si el dolor de la muerte es tan crecido
que pueda compararse al que yo siento,
duélase el que nació de ser nacido.

Mas nunca pudo muerte al más contento
parecerle jamás tan cruda y fiera,
que iguale a mi dolor su sentimiento.

Muerte puede hacer que el cuerpo muera,
mas, cuando el amador de su bien parte,
el alma se divide, que era entera.

Antes la más perfeta y mejor parte
es la que en el poder ajeno queda,
que con su propia mano Amor la parte.

Pues ved cómo de vos partirme pueda,
que sois parte mayor del alma mía,
sin que el dolor al del morir preceda.

Ya se me representa el triste día
tan lleno de tiniebla, horror y espanto,
cuan ajeno de luz y de alegría.

Y pues de agora se comienza el llanto,
ved qué será en efeto la partida,
si sólo el esperalla duele tanto.

Será gran bien en pena tan crecida
que, pues partiendo de mi bien me alejo,
antes que parta el pie parta la vida.

Mas el injusto Amor, de quien me quejo,
permite, para daño más notable,
que deje, sin morir, el bien que dejo.

¡Oh fortuna envidiosa y variable,
que apenas vi mi bien ya desparece,
tanto te precias de tu ser mudable!

Aún bien no amaneció cuando anochece,
que en el bien que he tenido ser primero
su fin que su principio me parece.

Mas mi sustentamiento verdadero,
partiéndome de vos, por quien vivía,
es la esperanza de volver do espero.

Ni aunque me vaya donde nace el día
tendrá el sol rayo tan resplandeciente
que alumbre en su tiniebla el alma mía.

Otra alba han menester, otro orïente
mis ojos, que sin vos hallan escuro
del cielo el resplandor más excelente.

Y el bien que más deseo y más procuro
casi me ofende, que es dejarme veros,
visto a lo que partiendo me aventuro.

Hernando de Acuña


Ícaro

Con Ícaro, de Creta se escapaba
Dédalo, y ya las alas extendía,
y al hijo, que volando le seguía,
con amor paternal amonestaba:

que si el vuelo más alto levantaba,
la cera con el sol se desharía,
y en el mismo peligro le pondría
el agua y su vapor, si más bajaba.

Mas el soberbio mozo, y poco experto,
enderezóse luego al alto cielo
y, ablandada la cera en la altura,

perdió las alas y, en el aire muerto,
recibiéndole el mar del alto vuelo,
por el nombre le dio la sepultura.

Hernando de Acuña



La red de amor

Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que a tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?

¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?

Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?

Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?

Hernando de Acuña


Quiero lo que no ha de ser

Si medir yo mi deseo
con lo posible pudiera,
tan libre ahora me viera
cuan sin libertad me veo;
pero pasó mi querer
sin podelle detener,
tanto de lo que se espera
que, dejando lo que fuera,
quiero lo que no ha de ser.

El bien que basta querelle
para poder alcanzalle,
el que para en desealle
aún no llega a merecelle.
Así me lo dio a entender
Amor, que pudo hacer
poco todo lo posible,
por donde con fe inamovible
quiero lo que no ha de ser.

Merece ser condenado
por grosero el amador
que quiere cerrar a Amor
en término limitado;
y pues para su poder
mil ejemplos hacen ver
que es corto y estrecho el mundo,
yo, que en su valor me fundo,
quiero lo que no ha de ser.

Claro está que perdería
gran parte de su valor,
si se sujetase Amor
sólo a lo que ser podría.
Y no alcanzando a saber
a dónde llega un querer,
ni fuera vida el vivir
ni pudiera yo decir
quiero lo que no ha de ser.

Encierra un nuevo esperar
en sí la desconfianza,
y así no falta esperanza
cuando más viene a faltar;
y pues podella tener
disminuye el merecer
y la fe pierde su grado,
satisfecho de mi estado,
quiero lo que no ha de ser.

Hernando de Acuña


"Un monarca, un imperio y una espada."

Hernando de Acuña
A Carlos I












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