"Creo que la poesía es imagen y música, estas son sus dos columnas, los dos elementos que se ponen en movimiento en el poema."

Rafael Arráiz Lucca


Cuatro

He muerto.

Desde que el desvarío de mis pupilas
anunciaba el estado de coma,
mis hijos han permanecido como canoas
en los costados del lecho.
Hilda, la enfermera que me asiste en el tránsito,
cata las intermitencias del pulso cada vez más lejano,
oye los murmullos de un gato agonizante sobre los rieles del tren.

Mis ojos abiertos están en blanco
y mi boca se abre aspirando las últimas bocanadas
del aire dichoso.

Un latigazo eléctrico sacude mis piernas
como el estertor del toro después de la puntilla:
mi corazón ha dejado de latir.

He muerto.

La sangre ha dejado de recorrer mi cuerpo en su frenesí.
Lo que sustentaba mi piel como una vieja promesa
le ha cedido el espacio al color amarillento de los papeles
decrépitos.
Soy una suerte de hoja ocre plagada de hongos,
un papiro abandonado sobre el tope de una nevera
Mi sangre, que durante años fue fiel en su periplo rutinario,
no recibe el impulso para su itinerario retórico.
Soy una casa olvidada por la suerte del fuego
que le ha dejado su reino al hielo más seco.

He muerto.

Una sola instrucción he dejado a mis deudos:
al apoderarse de mí la tiesura,
abran las ventanas para que mi alma encuentre su rumbo,
déjenla ir,
no interpongan ningún obstáculo a su vuelo,
el aleteo de las palomas que se anuncian
con el carraspeo de sus gargantas
les anunciará la ascensión del espíritu que encontró en mí
la hospitalidad de un cuerpo romo,
poco filoso, naturalmente tibio, herbívoro,
proclive al regazo de las hembras.

He muerto.

Las campanas de la iglesia vecina han propagado su eco
a la misma hora de mi nacimiento:
son las doce y treinta del mediodía de una fecha imprevista.
No recuerdo cuántos años han pasado desde mi llegada,
pero sé que la misma luz que me recibió me despide.

He muerto.

Asciendo en volandas hacia un espacio de luz
más blanco que las volutas de algodón,
pero nada hay en mi vuelo que perturbe la paz
de creer que he concluido todas mis batallas.
Atrás queda la ventana de mi apartamento
y más lejos aún la cama donde he rendido mis últimas fuerzas.
Ya Caracas es un paisaje abstracto que se divisa
entre el fragor de las nubes quiméricas.
Ya América se escruta entre la bruma
con su figura de trompo alargado y difuso.
Ya la tierra es una sola esfera azul que se achica
como una fortuna majestuosa que se pierde en el tiempo.

He muerto.

Asciendo hacia el punto donde todas las preguntas
adquieren respuesta.
Voy entrando en un túnel que acelera mi vuelo,
soy lo que siempre he sido:
una mínima partícula amada por un Dios memorioso.
Mis fragmentos de pronto han sido tocados
por el rayo de la totalidad:
todo en un segundo lo comprendo.
Las escenas centrales de mi tiempo terreno,
de las que ignoraba su carácter principal,
han salido al damero del entendimiento ejecutando su danza.
Todos los puntos que no advertía cercanos
han revelado ahora sus conexiones ocultas:
una araña teje su tela en la penumbra,
tengo en mis manos el Aleph de Carlos Argentino Daneri.

He muerto.

Rafael Arráiz Lucca




"En una oportunidad le pregunté a Plinio Apuleyo Mendoza por qué García Márquez se había ido de Colombia y me dijo: “Si se queda aquí, no escribe un carajo”. Es cierto, no estar en casa es bueno para un escritor, le deja el tiempo libre para trabajar."

Rafael Arráiz Lucca



"Irse es bueno, volver también. Cuando te vas de Venezuela, te das cuenta que nuestro drama no es único, que en todas partes se cuecen habas."

Rafael Arráiz Lucca



La petit mort

No hay dicha mayor
que el jadeo ansioso
de una mujer feliz.

Si la vida tiene sentido,
es tu cuerpo quien se lo otorga,
cuando lo roza la muerte
para seguir viviendo.

Rafael Arráiz Lucca


"Los sueños son una fuente inagotable de imágenes y motivos poéticos; así como los diálogos iluminados por una luz especial, los que te dan la chispa."

Rafael Arráiz Lucca



"Mis mejores amigos son Antonio Machado y Lao Tsé."

Rafael Arráiz Lucca





"Si la poesía no está trabajando con la aventura espiritual, la psicología profunda del autor, el misterio, pues a mí me interesa menos. Poesía y misterio van de la mano."

Rafael Arráiz Lucca



Tres

El animal de peltre que desde hace años me acompaña
resopla sobre la hornilla como un silbato de tren.
Voy en su auxilio: soy un devoto en pos de sus iconos.
Mientras vierto el líquido del amanecer,
sobre el herido pocillo de barro,
recuerdo la máxima recurrida y utópica:

“El mayor trabajo del hombre
es la búsqueda de la felicidad.”

Me asomo en la ventana del espejo
para ver mi sonrisa pronunciarse
sobre el crepúsculo que me refleja.

¿Quién esplende en mi mirada?
Veo los ojos de mi madre en los míos:
sus cejas levemente protuberantes,
como unas discretas cordilleras,
cayendo sobre los párpados.
Ahora vislumbro la sonrisa de mi padre en la mía:
su rictus para desenvainar el brote perspicaz de la ironía.
Creo ver en el mentón partido
la misma división que llevaba mi abuelo
desconocido y rescatado en el desván de las fotografías.

¿Qué hay de mí en esta pieza cubista
en que se me convierte la cara,
cuando logro separar sus partes
y brilla la autonomía de sus causantes?
Algo debe haber,
pero lo distinguirán mejor mis herederos,
los que llevan en sus maletas el compás medido
de los trayectos y los puntos equidistantes.

Rafael Arráiz Lucca


"Tú colocas un poema en manos de alguien que no ha sido educado para leer poesía y no entiende absolutamente nada, cree que le están jugando una broma o, como decimos nosotros, le “están mamando gallo"."

Rafael Arráiz Lucca



"Yo no busco salvarme de nada. Ese concepto católico no toca mi puerta. Tampoco busco salvar nada, ni escribo para ahuyentar a la muerte, como dicen algunos. Nada de eso me interesa en lo más mínimo. Escribo por razones más pedestres: amo las palabras e intento despojarme de capas y capas que te van cubriendo con el paso del tiempo."

Rafael Arráiz Lucca






















No hay comentarios: