Al igual que la mayoría de la gente, yo también había jugueteado con las teclas del órgano Hammerstein Mood, y lo había disfrutado. Sin embargo, no tenía nada de creativo. Es verdad que se pueden crear nuevas configuraciones de estímulos cerebrales, y con ello producir emociones completamente nuevas en la cabeza, unas emociones que de otro modo nunca habrían aparecido. En teoría, se podía incluso llegar a crear la combinación que conduce al nirvana. Las dos corporaciones, la Hammerstein y la Waldteufel, ofrecían un gran premio a quien lo lograse. Pero eso no es música. Es una forma de escape. ¿Quién quiere tal cosa?

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Tráeme el futuro ahora mismo, con palabras que pueda entender.

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Podemos fabricarte, página 9


—¿Quiere usted pasar? —le dijo mi padre por fin. Mantuvo abierta la puerta y la cosa entró y desapareció de la vista. La puerta se cerró, lo que dejó el porche iluminado pero vacío.

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Podemos fabricarte, página 17


Allí estaba el Stanton, en el salón, sentado en el centro del sofá, con las manos en las rodillas y charlando con mi padre, mientras Chester y mi madre continuaban viendo la televisión. —Papá, pierdes el tiempo hablando con esa cosa —le dije—. ¿Sabes lo que es en realidad? Es una máquina que Maury montó en su sótano por seis mil pavos. Mi padre y el Edwin M. Stanton se callaron y me miraron. —¿Este amable anciano? —preguntó mi padre, y en su rostro apareció una expresión justificada de ira. Frunció el ceño—. Recuerda, Louis, que el ser humano es un junco frágil, la criatura más débil de la naturaleza, pero, por Dios, mein Sohn, es un junco que piensa. No hace falta que el universo se prepare contra él; una simple gota de agua puede matarlo. —Me apuntó con el dedo mientras me seguía hablando—. Pero si el universo entero intentara aplastarlo, ¿sabes lo que pasaría? ¿Sabes lo que te digo? ¡Que el ser humano sería aún más noble! —Dio un golpe en el reposabrazos del sillón para añadir énfasis a lo que decía—. ¿Sabes por qué, mein Kind? Porque sabe que morirá, y te diré algo más: le lleva ventaja a todo el maldito universo porque el universo no sabe absolutamente nada de lo que pasa. Y toda nuestra dignidad consiste únicamente en eso. Quiero decir que el ser humano es pequeño y no puede llenar el tiempo y el espacio, pero está claro que puede hacer buen uso del cerebro que Dios le ha dado —remató, calmándose un poco—. Como es capaz de hacerlo lo que tú has llamado «cosa». No es ninguna cosa. Es ein Mensch, un hombre.

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—Le dije que podía hacerle de filtro de inútiles.

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Creo recordar que el señor Barrows me dijo que la señorita Frauenzimmer quería subir el simulacro electrónico Stanton a un autobús de largo recorrido y que viajara sin acompañante alguno hasta Seattle, donde se encuentra el señor Barrows. Iba a ser su forma de demostrar la capacidad del simulacro para interactuar con los seres humanos sin llamar la atención. —Excepto por su curiosa barba partida y sus ropas anticuadas. —No conocía esos factores. —A lo mejor el simulacro se ponía a discutir con algún taxista sobre cuál es el camino más corto desde la estación de autobuses hasta la oficina del señor Barrows —comenté—. Eso supondría una prueba más de su capacidad humana.

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Debe comprender que si esta terapia no funciona en su caso, siempre podemos intentar operar los lóbulos temporales.

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—Cuando toco un órgano Mood, me afecta especialmente interpretar la parte en la que el coro canta «Mus’ ein Lieber Vater wohnen», y luego suben, como los ángeles, los violines y la parte soprano del coro canta en respuesta «Ubrem Sternenzelt». —Lo cierto es que no estoy familiarizado con esa pieza hasta ese punto —admitió Horstowski. —Preguntan si existe un Padre Celestial, y luego llega la respuesta, muy alta, y es que sí, más allá de las estrellas. Esa parte, si es que es capaz de encontrar una equivalencia en términos de farmacología, podría beneficiarme muchísimo. El doctor Horstowski sacó una enorme carpeta repleta de hojas sueltas y empezó a revisarla. —Lo siento, pero no logro encontrar ninguna pastilla que corresponda a eso, pero puede consultárselo a los ingenieros de la Hammerstein. —Buena idea.

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Vivimos en una sociedad donde el desapego es algo casi esencial.

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Aquello me conmovió. Sentí de nuevo la primera impresión que tuve al verlo: que Dios nos ayudara, pero, en muchos aspectos, era más humano que nosotros, que Pris o Maury o incluso que yo mismo, Louis Rosen.

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La señorita Frauenzimmer es, básicamente, una buena persona. Se superará. Es un poco impaciente, y es verdad que tiene todo un carácter. Pero, señor, el carácter es el yunque de la justicia, sobre el que deben forjarse los duros hechos de la realidad. Las personas sin carácter son como animales sin vida. Es la chispa que convierte un trozo de pelo, piel, carne y grasa en una expresión viva del Creador.

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—Lo que me preocupa de Priscilla —añadió el Stanton— no es su fuego ni su espíritu. Muy al contrario. Cuando confía en su corazón, hace lo correcto. Pero Priscilla no siempre sigue los dictados de su corazón. Siento decirlo, señor, pero a menudo presta atención a los dictados de su cabeza. Y entonces es cuando aparecen las dificultades

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—Quieres decir que tan sólo estamos creando una imitación que camina y habla como el verdadero original. No tiene el espíritu, sólo la apariencia. —Sí —le confirmé. —Louis, ¿alguna vez has ido a una misa católica? —Nops. —Creen de verdad que el pan y el vino son el cuerpo y la sangre. Eso es un milagro. A lo mejor, si conseguimos grabar unas cintas perfectas, y la voz y el aspecto físico y… —Pris —la interrumpí—. Nunca pensé que te vería atemorizada.

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Podemos fabricarte, página 69


—¿Crees que algún día alguien fabricará un simulacro de ti y de mí? ¿Y que tendremos que volver a la vida? —Que idea más morbosa. —Ahí estaremos, muertos y sin recordar nada… Y entonces sentiremos que algo se mueve. Quizá un destello de luz. Y luego todo nos llegará de golpe, toda la realidad de nuevo. Seremos incapaces de detener el proceso, tendremos que volver… ¡resucitados! —Y se estremeció.

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Podemos fabricarte, página 70


Nadie puede atravesar tus barreras y llegar a tu interior. ¿Y sabes por qué? Porque así es como quieres ser. Lo prefieres así. Es más fácil, es la forma más fácil. Eres perezosa, a unos niveles horribles, y seguirás siendo así hasta que te veas obligada a actuar de otra manera. Nunca cambiarás por propia voluntad. De hecho, irás a peor.

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Sin duda, estábamos contemplando el nacimiento de una criatura.

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Sin duda, estábamos contemplando el nacimiento de una criatura. Había comenzado a reparar en nuestra presencia. Sus ojos, de color negro intenso, se movieron de un lado a otro, arriba y abajo, observándonos en conjunto. No mostraba ninguna expresión en la mirada, tan sólo la simple percepción de nuestra existencia, con una cautela que iba más allá de lo que se podía imaginar en un ser humano. Era la astucia de una forma de vida procedente de un punto situado en el límite de nuestro universo, de una tierra completamente ajena. Una criatura que había caído en mitad de nuestro tiempo y espacio, consciente de nosotros y de su propia existencia aquí. Los ojos negros opacos giraron una y otra vez, enfocados y desenfocados repetidamente mientras lo contemplaban todo, pero, en cierto sentido, sin captar nada. Como si todavía se encontraran en suspensión. Esperaba con una prudencia tan inmensa que me permitió adivinar el tremendo miedo que lo atenazaba, un miedo tan intenso que no se lo podía considerar una emoción. Era el miedo como existencia absoluta. La base de su vida. Lo habían separado, arrancado de alguna unión que nosotros no podíamos experimentar, al menos de momento. Quizá en el pasado todos nosotros habíamos yacido tranquilamente en esa fusión. Para nosotros, esa ruptura se había producido hacía mucho tiempo ya; para el Lincoln acababa de ocurrir, estaba teniendo lugar en ese mismo momento.

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Podemos fabricarte, página 77


Habían infundido vida en la oreja de aquella cosa, pero no se trataba más que de una transferencia, no era una verdadera creación. Habían transmitido la vida, pero ésta no se había originado en ninguno de ellos. Era un contagio. Todos la habían cogido alguna vez y ahora esos materiales la habían contraído también… durante cierto tiempo. Y menuda transformación. La vida es una forma que la materia adopta. Llegué a esa conclusión mientras contemplaba cómo la cosa Lincoln nos percibía a nosotros y a sí misma. Es algo que la materia hace. La forma más asombrosa, la más asombrosa de verdad, de todo el universo, aquella que, si no existiera, jamás se podría haber predicho o ni siquiera imaginado.

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Podemos fabricarte, página 78


Llegué a la conclusión de que el nacimiento no es agradable. Es peor que la muerte. Se puede filosofar sobre la muerte, y probablemente lo harás. Todo el mundo lo ha hecho. Pero ¡el nacimiento!… No hay forma de tratar filosóficamente el tema, ni de aliviar la situación. Y la prognosis es terrible: todos los actos y acciones y pensamientos no harán otra cosa que embrollarte aún más en la vida.

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—¡Hay que felicitarlos! —exclamó Blunk—. ¡Han creado un monstruo! —Se echó a reír de forma ruidosa, encantado de su broma—. ¡Yo digo que matemos esa cosa! ¡Busquemos a una muchedumbre con antorchas! ¡A por ella!


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Podemos fabricarte, página 108


—¿Me recuerda, señor presidente? —le dije al simulacro.

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Podemos fabricarte, página 112


Estamos mejor, pero no curados. Porque antes no estábamos sanos, y no se puede recuperar la salud donde no la había. ¿Qué es esta enfermedad?

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Podemos fabricarte, página 144


Se puede decir que un hotel es bueno cuando encargas algo al servicio de habitaciones y el empleado no te mira en ningún momento al entrar en la estancia. Mira hacia abajo, a través de ti y más allá; eres invisible, que es precisamente lo que uno busca, aunque estés en pantalones cortos o incluso desnudo. El empleado entra en silencio, deja la camisa planchada, o la bandeja con comida, el periódico o una bebida; le das el dinero, dice «gracias» con un pequeño murmullo y se marcha. La forma en la que no te miran es casi japonesa. Te sientes como si nunca hubiera entrado nadie en tu habitación, ni siquiera el huésped anterior; es tuya por completo, incluso cuando te encuentras con las mujeres de la limpieza en el pasillo de fuera. Ellos, la gente del hotel, tienen tal respeto por tu privacidad que resulta hasta extraño. Por supuesto, cuando al final llega la hora de hacer cuentas en recepción, tienes que pagarlo. Te cuesta cincuenta dólares en lugar de veinte. Pero que nadie diga que no merece la pena. Una persona al borde de un brote psicótico podría recuperarse pasando unos días en un hotel de primera clase, con su servicio de habitaciones las veinticuatro horas y sus tiendas. Palabra.

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Podemos fabricarte, página 176


Cuando te estás quedando dormido vuelves a la infancia, no cabe duda.

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No podía creer que Pris hubiese diseñado tal cosa. Entonces me percaté de que, por descontado, no había sido ella. Áquella era la razón por la que el simulacro no tenía un rostro real. Tan sólo había participado Bundy. Gracias a él, habían desarrollado la maquinaria interna y después la habían embutido en aquel contenedor humano en bruto que estaba sentado a la mesa, sonriendo y asintiendo con la cabeza.

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Podemos fabricarte, página 217


—¿Cuántas horas habéis tardado en crear toda esta nada? —le pregunté a Barrows—. ¿Media mañana? ¿Dónde ha quedado la fidelidad por el detalle? ¿Adónde habéis mandado la artesanía? Aquí sólo hay chatarra, el instinto asesino contenido en este artefacto, ¿no es así?

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Podemos fabricarte, página 218


El señor Barrows los tenía a todos atados como marionetas y tiraba de las cuerdas con todas sus fuerzas.

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Podemos fabricarte, página 218


—¡Aj! Cierra la boca, Chester, tú no entiendes la profundidad de su psique ni lo que él encuentra ahí. La psicosis mental tiene dos caras, es también un retorno a la fuente original de la que todos nos hemos alejado.

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Todo eso y mucho más salió, cómo no, en las pruebas a las que Horstowski me había sometido. Por ejemplo, en el test de Rorschach, interpreté que cada mancha y dibujo estaban cargados de golpes y choques de una maquinaria dentada que había sido diseñada en el origen de los tiempos para mecerse en un frenético balanceo letal cuyo propósito era el de causarme heridas corporales.

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Podemos fabricarte, página 238


Cuán acertada estuvo Pris al decirme que guardaba en mi interior una profunda veta de inestabilidad que algún día me causaría problemas. Delirante, hastiado y sin esperanzas, al fin fui arrastrado por las autoridades, al igual que habían hecho con ella unos cuantos años atrás. No conocía el diagnóstico de Horstowski, pero no necesitaba preguntarle para saber que había detectado síntomas de esquizofrenia en mis respuestas… En el fondo, yo también los notaba. ¿Por qué negar la evidencia?

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—Estoy aquí porque ya no dispongo de ningún fundamento que me permita comunicar mis deseos y sentimientos a otros seres humanos —le dije. Mientras esperaba, había tenido tiempo suficiente para preparar aquel comentario con exactitud—. De modo que, para mí, ya no hay posibilidad alguna de satisfacer mis necesidades en el mundo de las personas reales. En lugar de ello, he tenido que volcarme hacia mi interior, hacia una vida imaginaria. Recostándose sobre su asiento, el doctor Nisea me estudió con aire reflexivo. —Y desea que eso cambie. —Quiero alcanzar la satisfacción, pero quiero que sea real.

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—Confusión, construcción o caos —comentaba el locutor—. Yo te guiaré, querido amigo.

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