"Amor no es hombre ni mujer
ni cuerpo ni alma ha de tener;
 ni tampoco es terrestre su figura.
 Su nombre es claro más su forma oscura;
pues nadie sin amor podrá en el suelo
ganar la gloria y la piedad del cielo."

Walther Von Der Vogelweide
citado por el Dr. Oscar Adler en La Astrología como Ciencia Oculta, pág. 226


“Así que llegó el verano y brotaron alegremente las flores entre la hierba, me fui a donde cantaban los pájaros, un extenso prado donde surgía una clara fuente. El agua discurría por el bosque y el ruiseñor cantaba. Un árbol se alzaba al lado de la fuente, y allí tuve un sueño. Huyendo del sol me acerqué a la fuente para que el tilo me cubriera con su fresca sombra. Echado al lado de la fuente, olvidé del todo mi dolor… No sufría dolor alguno. Solo Dios sabe lo que era, y en verdad, jamás tuve sueño más hermoso. Hubiera dormido para siempre, si no fuera  porque un maldito grajo comenzó a graznar…”

Walther Von Der Vogelweide


“¡Ay! ¿Adónde han ido a parar todos mis años?”

Walther Von Der Vogelweide



Bajo el tilo

Bajo el tilo,
en el campo,
allí donde estuvo nuestro lecho,
podréis encontrar
con gracia
rotas las flores y la hierba.
En un valle, junto al bosque,
tandaradei,
cantaba, bello, el ruiseñor.
Fui andando
a la pradera
y ya estaba allí mi amado.
Allí fui recibida
como gentil dama
por lo que estaré siempre contenta.
¿Me besó ¡Más de mil veces”
Tandaradei,
mirad cómo tengo de roja la boca.
Él había hecho allí un lecho,
muy rico, de flores.
Aún sonreirá
de corazón
quien vaya por ese sendero
entre las rosas,
tandaradei,
reconocerá dónde apoyaba
yo la cabeza.
Lo que hizo conmigo
si lo supiera alguien
(¡no quiera Dios!) me avergonzaría.
Cuál fue su comportamiento conmigo
nadie lo sabe,
sino él y yo,
y un pequeño pajarillo,
tandaradei,

Walther Von Der Vogelweide


Bajo los tilos

Bajo el tilo sobre el prado,
estuvo el lecho de los dos, ver habráis podido
que han quebrado bien a ambos: hierba y flor.

En un valle junto al soto, tandaradai,
cantó bello el ruiseñor. Fui caminando
a la vega: mi amado se me adelantó.

Y habiendo llegado, la dicha ésta
de augusta mujer, no cesó!
¿Si me besó? -Veces mil: tandaradai,
ved la roja boca en mí.

Entonces él hizo generoso
de flores un lecho y cojín.
De eso habrá reído muy gozoso,
quien pasado haya por allí.

Por las rosas verá bien, tandaradai,
dónde se apoyó mi sien. Que yació conmigo
si oyeran, ¡qué vergüenza, (nos guarde Dios)!
Lo que conmigo hizo jamás sepa
nunca nadie, más que él y yo,
y un pajarillo cantor: tandaradai,
que guardará nuestro amor. 

Walther Von Der Vogelweide



“Estaba sentado  encima de una piedra, con una pierna cruzada sobre la otra, el codo apoyado y la mano aguantando fuertemente la cara y me preguntaba con angustia cómo se vive en el mundo...”

Walther Von Der Vogelweide



Mis años han desaparecido

¡Ay, han desaparecido, ¿dónde?, todos mis años!
¿Mi vida es verdad, o de un sueño el engaño?
Lo que siempre creí que era: eso, ¿qué es?
Después me he dormido, y ya no lo sé.

Ahora he despertado, y el saber extraño
de lo que conocía como a mi propia mano.
El pueblo y la tierra donde me crié de niño
se me han vuelto ajenos, cual si fuesen mentidos.

Mis amigos de infancia están viejos e indolentes;
talado el bosque, listo el campo aún sin simiente:
tan sólo el agua fluye, como fluía antaño.

Jamás imaginé por cierto dolor tamaño.
Me saluda indolente más de un conocido.
Por doquier está el mundo en infortunios hundido:
cuando en tantos dichosos días doy en pensar,
que se precipitaron como un golpe en el mar,
¡ay, más y más dolor!

¡Ay, qué lastimoso es lo que hace la juventud!
A los que nunca el ánimo acosó inquietud,
no excusan las cüitas. ¡Ay! ¿Por qué actúan así?
Donde mire en el mundo, nadie está feliz:
danzar, reír, cantar, se esfuman en la aflicción.

Hueste tan lastimosa jamás cristiano vio.
Ved cómo sienta ahora a la mujer el tocado;
el caballero altivo lleva atuendo de aldeano.

Ásperas cartas hannos llegado desde Roma:
tristeza nos permiten, la alegría nos toman.
Todo esto me acongoja (tan buena era la vida),
tener que anteponer las lágrimas a la risa.

Si a las aves silvestres aflige nuestra queja:
¿qué os maravilla ver que el ánimo me deja?
Pero, ¿qué digo, necio de mí, con maligna ira?
-Si estéril placer sigues, el de allá extravías:
¡ay, más y más dolor!

¡Dolor, las cosas dulces, cómo nos conciernen!
Veo cómo en la miel la amarga hiel se cierne.
Por fuera el mundo es bello, blanco, verde y rojo,
mas cual la muerte negro por dentro y tenebroso.

Quien fuera seducido por él, que se consuele:
de gran culpa redime la penitencia leve.
Caballeros, pensad en ello: es cosa vuestra;
portáis yelmos lucientes, muchas corazas férreas,
los mejores escudos y benditas espadas.

¡Si de victoria digno Dios sólo me juzgara!
Entonces yo, hombre pobre, obtendría rico pago.
No digo feudos, no de señorial oro halago:
quisiera yo llevar, eterna, esa corona,
que el mercenario sólo con su lanza cobra.

Si pudiera hacerme, como ansío, a la mar,
cantaría "salud", y "dolor" nunca jamás,
¡"dolor", nunca jamás. 

Walther Von Der Vogelweide



Reinmar

Por cierto, Reinmar, que tú a mí
me dueles más que yo a ti,
si estuvieras vivo, y yo muerto.

Lo digo y quiero ser muy franco:
no es por ti que me quejo tanto,
me quejo por tu arte noble, que está yerto.

Cada dicha del mundo sería plena,
si te hubieras vuelto a cosas buenas.
Me düele tu boca locuaz, tu tan dulce cantar,
que yerto está en vivo tiempo mío.

¿Por qué esperar un rato no has querido?
Te haría compañía: mi canto ya no durará.
Gratitud a tu lengua, ya que tu alma se echó a andar.

Walther Von Der Vogelweide



"Una gran maravilla he visto en el mundo."

Walther von der Vogelweide








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