Cronos
Viejo reloj de cuco del estante,
al oírle evoqué mi tarambana
vida de niño, tanto más cercana
en el recuerdo, cuanto más distante.
Amenguó mi sufrir perseverante
y distrajo la murria cotidiana
ese viejo reloj de filigrana
que para siempre se paró un instante.
¡Oh, pulsación del tiempo! Sus latidos
no me hablarán ya más de los floridos
días de ayer. Mi corazón desea,
Péndulo del dolor, -aciaga suerte-,
que el ritmo arcano de mi sangre sea
detenido de pronto por la muerte.
Gregorio Reynolds
En la mirada de hidalgo...
En la mirada de hidalgo austero
fulge –reflejo de un dolor arcano–
la excelsitud del pensamiento humano
que anhela conocer lo venidero.
Ansia de hallar el místico sendero
de la serenidad. ¡Con qué desgano,
como una flor de cera esta la mano
puesta en el corazón del caballero!
Tal vez bajo esa mano enflaquecida
por la tenacidad del sufrimiento,
tal vez bajo esa mano hay una herida.
Del caballero el padecer perdura
plasmado en su semblante macilento
y en la grave actitud de su figura.
Gregorio Reynolds
Indio
Inalterable, por la tierra avara
del altiplano, luce la mesura
de su indolente paso y su apostura,
la sobria compañera del aymara.
Parece, cuando lánguida se para
y mira la aridez de la llanura,
que en sus grandes pupilas la amargura
del erial horizonte se estancara.
O erguida la cerviz al sol que muere,
y de hinojos, oyendo el miserere
pavoroso del viento de la puna,
espera que del ara de la nieve
el sacerdote inmaterial eleve
la eucarística forma de la luna.
Gregorio Reynolds
Loa al Rey de las quimeras
«Para mí solo nació don Quijote, yo para él;
él supo obrar, yo escribir; sólo los dos somos para en uno» (Cervantes)
Gloria a ti, gran señor, paladín fiero,
loco ejemplar, divinamente humano;
de Francisco de Asís eres hermano,
y hermano de don Juan, el pendenciero.
Necesitan, señor aventurero,
tu amparo la mujer, tu odio el villano
y, eterno Rocinante, el vulgo vano
tu luciente espolín de caballero.
Compendias a Jesús y a don Rodrigo
de Vivar… Los poetas, cuando sales
ávido de imposibles, van contigo,
porque el gran don Miguel te hizo en sus males
consejero leal y buen amigo.
Tú por él y él por ti sois inmortales
Gregorio Reynolds
Menta
En el viejo sofá
de terciopelo verde,
lloras por algo que has perdido
para siempre.
Desde afuera la luna crispa un gesto
de burla, triste y verde.
En un tosco jarrón desportillado,
llenas de tedio mueren
algunas flores, todavía
las hojas están verdes.
De la esmeralda de anillo
saltan reflejos verdes;
fosforescencia de luciérnagas
de un tremedal con halito de peste.
El hielo que ha quedado en las copitas
se ha teñido de verde.
Un distante violín de radio raspa
una sonata verde
que estira en trémolos de angustia
sus rechinantes erres.
Hasta tus ojos -selva, mar, cielo de ocaso-,
verdes,
están como escarchados de veneno
de serpiente.
La cara de clown de la luna
tras las nubes, de pronto, se pierde.
Cuál en los versos lánguidos
del cojo satírico celeste
la lluvia va tras los cristales
de la ventana, verdes,
tejiendo -araña del fastidio-
su interminable velo leve.
Te hallas tan cerca de mí: tan cerca te hallabas,
que te siento muy lejos, casi ausente.
Ya para mí - qué cosa horrenda!-;
ya para mi no eres
lo que hasta hace poco rato fuiste:
la primavera verde;
la ilusión, la esperanza, el amor férvido
y el pregusto del máximo deleite,
sino la decepción irremediable,
la fruta verde
que destempla los nervios
con su acidez algente.
Mi alma se diluye
en la bruma de ajenjo del ambiente,
en el verdor amargo, glauca nébula
de morbidez que nos envuelve.
Alucinante Salomé, trompo de coágulos
en mi cerebro gira el hada verde.
Todas las cosas vistas y soñadas
son verdes, verdes, verdes, verdes,
colibríes, cantáridas, relámpagos,
profundas noches verdes,
ojos de los jaguares y las víboras
bajo los árboles silvestres
verdosas facies de los perseguidos
por el delirium tremens,
cadáveres lamidos por las llagas
de la penumbra verde,
esqueletos con musgo, fuegos fatuos,
larvas de pesadilla, blandos vermes,
viejos estanques con nenúfares,
tumbas rodeadas por cipreses,
cobriza herrumbre de los cofres
en las basílicas solemnes,
sombras que tiemblan con verdor de azufre,
fantasmas lívidos que encienden
amarillentos cirios
de tenebrario... Miserere!
Me hundo como un naufrago
en el vórtice verde:
tirabuzón de cefalalgia
venas en raudo palpitar de fiebre.
No quiero que me veas,
ni quiero verte,
mujer de menta helada,
fascinador abismo verde.
Gregorio Reynolds
Nostalgia
Hoy tengo, Sucre, al recordarte,
tal sensación de paz,
que están mis ojos titilando
como si fuesen a llorar.
Oigo otra vez bajo tu cielo
de una sutil diafanidad,
lejanas voces que repiten:
“¡Pan de Yotala!” “¡Pan del romeral”!,
y embelesado aspiro aromas
de nardo y menta y arrayán.
Están mis ojos titilando
como si fuesen a llorar.
En tus auroras hay el fausto
de la huríes del edén,
diamantería de rocío
sobre las flores del vergel,
oro solar que va crispando
el oro de la mies,
y mariposas y canciones
y frescas risas de mujer.
En tus fragantes mediodías
hay tanta luz, hay tanta luz,
que el alma queda deslumbrada
por la celeste excelsitud,
y al ascender, como en un éxtasis,
hasta esa gran palpitación azul,
siente que al cuerpo en el que mora
le nacen alas de querub.
Con tus ocasos luminosos
nos das la clara sensación
de ir escalando el arcoiris
como en el sueño de Jacob.
¡Tardecita de lluvia loca,
llena de buen olor,
tardecita que iba lavándose
para secarse al sol,
fue aquella en que, embargado por la angustia,
Sucre, te dije: “¡Adiós!”.
Claridad, armonía y tibieza,
dan tus noches embrujo sensual.
hondamente sumidos
en una férvida ansiedad,
en las sombras recatan sus sombras
la dama y el galán.
almas unidas al recuerdo
de una emoción que nunca volverá,
almas entredespiertas al conjuro
de la ternura de un cantar,
siguen soñando y suspirando
por un antiguo amor quizás…
La serenata se deshoja
bajo la luna de cristal
… … … … … … … … … … …
Hoy cumples años, madre mía;
pero en horrenda lid,
vas derramando por la Patria
toda tu sangre juvenil.
Transverberada por la gloria
como el seráfico de Asís,
llevas la cruz en carne viva;
hay cinco llagas sobre ti.
Contigo sufro y seguiré sufriendo
hasta que tu martirio tenga fin.
cuanto más lejos en el tiempo y la distancia,
más cerca estás, más cerca.
Gregorio Reynolds
Panteísmo
Yo quiero de tus lagrimas el póstumo tributo,
En gracia de lo mucho que por tu amor sufrí,
El dia en que siguiéndome con paso irresoluto,
Al campo santo vayas para volver sin mí.
Al convertirme en árbol, te ofreceré mi fruto.
Sera mientras exista mi sombra para ti...
Después, cuando a mi vera, cual mármol impoluto
reposes, mis raíces han de abrazarte allí.
Bajo mi savia –¡oh virgen!– tu carne toda en germen,
Ha de surgir de nuevo con todos los que duermen
En subterráneo génesis el sueño vegetal...
Y al envolver mi tronco tu floreciente traje,
Arriba, luminosas, en el etéreo viaje,
daránse nuestras almas el beso sideral.
Gregorio Reynolds
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