"Cuando hay cariño de por medio la razón de nada sirve."

Manuel Mejía Vallejo


"El pueblo entero comentó la llegada de Efrén Herreros montado en su mula negra, lento el paso a la casa del maestro Bastidas. Sombrero de fieltro oscuro, cejas crespas bajo el ala, ojos pardos bajo las cejas.
-No había vuelto desde su encuentro con el obispo.
-Llevan dos horas hablando.
-Algo debe pasar con La Zoraida.
Desde que Medardo Herreros la abandonara, Zoraida Vélez escandalizó a Balandú en lo que consideraron prostíbulo. Desafiadora y tímida su presencia, pelo ondulado sobre los hombros, pulsera en forma de serpiente, y en la mano una sombrilla nerviosa.
-Mírenla.
Vestidos y adornos que le regalara Medardo en su época de andanzas extraviadas, añadidos al perfume que unía la piel al deseo. Su pava de grandes alas y sus lentes de diseño desacostumbrado la señalaron más que su figura, siempre dio la sensación de que algo ocurriría en ella o junto a ella.
Todavía joven, Paula Morales se atrevió a defenderla, transferida a la forastera en su exotismo aldeano.
-Paula defendería al mismo Lucifer -comentaron dos mujeres, sus rostros casi pegados. En la soledad de su cuarto Zoraida lloró por el hombre y porque advertía más enceguecidos sus ojos mientras lloraba. Las gafas entonces fueron desafío al pueblo y a su mala racha, fueron una manera de no esconderse, escuchando canciones en la grafonola que le dejara Medardo cuando le dijo que pronto regresaría."

Manuel Mejía Vallejo
La casa de las dos palmas



El viento lo dijo

Que vivir es ir muriendo
nos lo repite la vida:
está escrita la partida
desde que íbamos naciendo.
Hace mucho lo comprendo
-por bien o mal de mi suerte-
que la vida se nos vierte
en enseñanzas agudas,
pero preguntan mis dudas
qué nos enseña la muerte.
La muerte me está llamando
con sus precisas señales,
al cabo somos iguales
en ir muriendo y andando.
Sin embargo no me ablando
ni pido tregua al destino.
Siempre volverá quien vino
a su punto de partida,
pues nunca pasa la vida
de un desandar el camino
Llovían cielos nublados
por las selvas del Chocó;
llovía tanto, que yo
tuve los ojos mojados.
En esos tiempos llorados
nunca de llanto se hablaba
aunque la pena sobraba
con tan húmedo rigor,
que no sabía el amor
si llovía o si lloraba.

Manuel Mejía Vallejo


En las altas Colinas

No pongan una cruz sobre la tierra
que de tres golpes cubrirá mi vida.
Enciendan bajo el sol gajos de cedro
para hacer vegetales las cenizas.

Mi muerte debe ser un acto simple
como fueron los actos de mi vida:
sin alardes, sin queja, sin engaño,
sin el agrio sabor de despedida.

Voy simplemente en busca de raíces
más fuertes y hondas para la semilla:
si fue superficial mi huella errante,
será profunda entre la greda tibia.

Eso es morir, no más, como ir al pan
o beber en la taza campesina,
cerrar los ojos y extender los brazos
o fijar un recuerdo en la retina.

Quitemos a la muerte sus adornos
que morir es toldar en tierra amiga.
-En el ala del ave muere el vuelo
y en la mano entreabierta la fatiga.

Me sembrarán al paso, compañero,
Como en el surco abierto la semilla:
se anunciaron los días de la siembra
para que abran después los de la espiga.

Manuel Mejía Vallejo


"Poesía y narrativa nuestras no han aprendido a pensar."



Manuel Mejía Vallejo


Si estoy solo

Si estoy solo
crea mi soledad un pequeño leopardo;
la palma de mi mano
acaricia su lomo brillante.
Otras veces
está solo el leopardo
que inventó mi sueño,
y abre las fauces
sintiendo una mirada solitaria.
Es difícil
Que la propia soledad habite
En otra soledad más grande.

Manuel Mejía Vallejo


“Tal vez escribo por un lejano instinto de conservación, por vanidoso temor de esfumarme completamente, de que seres y cosas que atestiguaron mi camino de hombre lleguen a morir en mi propia muerte: la obra sería un rastro que dejo, retazos de historia que viví y que me obligaron a soportar; un deseo ingenuo de cambiarla.”

Manuel Mejía Vallejo



"Todos me dicen que viva de esta o de otra manera, todos me dicen que muera hacia abajo o hacia arriba. Todos dicen en qué estriba la brega que yo asumí desde el día en que nací para jugarme del todo. Dejen que viva a mi modo, nadie morirá por mí."

Manuel Mejía Vallejo


“Uno no puede castigar en los hijos los pecados de los padres.”

Manuel Mejía Vallejo










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