La criolla Panameña

Lleva el pelo formado en dos nudos
sujetados con lindas peinetas,
y a la vez con enormes tembleques
do relucen blanquísimas perlas.

Coronada de muchos jazmines
el ambiente perfuma doquiera;
y un sombrero muy guapo de paja
se coloca sobre la cabeza.

Vedla: al hombro se cruza buen paño;
es limeño con flecos de seda;
y una gruesa cadena de oro
con grandes escudos, al cuello le cuelga.

La camisa es de género fino
y formada con dos arandelas
(la camisa no cubre los brazos
ni los hombros de la panameña).

A su talle se ajustan las faldas
de clarín que se llaman pollera,
sujetadas con cuatro botones
que quizá muchos duros le cuestan.

Sus zapatos son finos, por cierto
son babuchas de pana o de seda...
pero, aparte: no gasta en las ligas
porque el traje no exige las medias.

He aquí, pues, mis queridos lectores,
el retrato de la panameña,
que en los días de alegres jolgorios
el Punto, aire alegre, muy bien zapatea.

Federico Escobar



Madrugada en el campo

En la vasta llanura, que es serrallo,
muge, Sultán con astas, viejo toro;
las vacas, odaliscas, le hacen coro
y cada buey eunuco es un vasallo.

Relincha en el potrero el Rey Caballo
tal vez celoso de un potranco moro;
y al lado trovador, de plumas de oro,
alegre en el cortijo canta el gallo.

Y en el corral está con la totuma
sacando a chorros leche que da espuma,
la campesina que una vaca ordeña,

mientras su esposo, rústico montuno,
en el bohío espera el desayuno
para ir en busca de mazorca y leña.

Federico Escobar



Negra y Blanca

                Especial para Nuevos Ritos

Cual las negras pupilas de tus ojos
que luz difunden como dos luceros;
como tu negra y blanca cabellera
que con ternura juega con el viento;
como del negro Otelo la silueta,

                  Vida mía, tienes el cuerpo.

Blanca como los copos de la nieve
que se congela en las regiones árticas;
como el capullo de una blanca  rosa
que sus pétalos abre en la mañana;
y pura como el alma de Julieta,

                  Negra mía, tienes el alma.

Como alas de una golondrina,
como lira de lustroso ébano,
como estatua de Venus Citerea
que Fidias cincelara en mármol negro;
como plumaje de una negra garza,

                  Alma mía, tienes el cuerpo

Y blanca como el disco de la noche
de luz tibia, suave y argentada;
pura como una gota de rocío
entre la madre-perla coagulada
y santa cual la hostia en la patena,

Alma mía,
Vida mía,
Negra mía,
tienes el alma.

Federico Escobar



Nieblas

¡Negro nací! La noche aterradora
trasmitió su dolor sobre mi cara;
pero al teñir mi desgraciado cuerpo
¡dejó una luz en el cristal del alma!

C. Obeso

También negro nací; no es culpa mía...
El tinte de la piel no me desdora,
pues cuando el alma pura se conserva
el color de azabache no deshonra.

Hay en el mundo necios que blasonan
de nobles por lo blanco de su cara;
que ignoran que en la tierra sólo existe
una sola nobleza: la del alma,

¡Qué importa que haya seres que se jacten
de nobles porque tienen noble sangre
si practican el vicio?... Nada importa;
que ellos son nada ante el Eterno Padre.

Negro nací; pero si Dios Supremo
ha teñido mis pieles con la tinta,
me ha dado lo que pocos hombres tienen:
un corazón virtuoso y una lira.

Negro nací ¡no importa! Mi conciencia
me dice que conservo pura el alma,
como las puras gotas de rocío,
como la blanca espuma de las aguas.

Y si la noche con su oscuro manto
logró cubrir mi cuerpo aun en la
cuna, una luz internó dentro mi pecho
y en mi mente una chispa que fulgura.

Federico Escobar


Rato de ocio

No descanso jamás y estoy conforme
con esta vida de constante obrero:
me parecen riquísimo uniforme
mi blusa y mi mandil de carpintero,

Iglesia es el taller. En ella ejemplo
recibe el hombre para odiar el vicio:
yo soy un sacerdote de este templo;
mi banco es el altar en donde oficio.

De maderas preciosas y distintas,
dibujadas con vetas naturales,
con mi garlopa saco largas cintas
que toman la figura de espirales.

Guerrero de la paz, mi campamento
es el taller do por la vida lucho;
son parte principal de mi armamento
el formón, el martillo y el serrucho.

Vayan otros con bombas y metrallas
a las lides espléndidas de Marte;
yo libro con más gloria mis batallas
en los campos pacíficos del Arte.

Y desfilen con fuego en las pupilas
soldados galoneados y altaneros.
No los envidiaré; formo en las filas
de la legión de honor de los obreros.

Y derrame en la guerra fratricida
sangre preciosa cada combatiente;
yo derramo en la lucha por la vida
el sudor abundante de mi frente.

Cuando después de mi labor del día
fatigado me encuentro, en ocasiones
me viene a visitar la musa mía,
la que inspira mis rítmicas canciones.

Y del hogar en la aparente calma
rindo a las musas fervoroso culto;
y ellas alivian el dolor que el alma
lleva en silencio desde ha tiempo oculto.

Cuando el trabajo rústico me abruma
con sus rigores, mi cerebro piensa;
y entonces mi herramienta es una pluma
y mi taller el noble de la prensa.

Y entonces con ardor alzo mi acento
porque ¡oh tú, Libertad, bendita seas!
Y en las lides que libra el pensamiento
combato porque triunfen mis ideas.

Por ellas con acorde melodioso
las cuerdas de mi arpa alegre vibro,
porque es la Libertad mi sueño hermoso
y es mi constante compañero el libro.

Y entonces siento que mi ser se anima
como inspirado por divino soplo,
y puedo fácil manejar la rima
como el formón, el mazo y el escoplo.

Noctámbulo, a la faz del Universo
voy persiguiendo necio una quimera;
pero sé que manejo y pulso el verso
con más facilidad que la madera.

Federico Escobar















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