Lenguaje espiritual

¡Cuántas cosas me han dicho tus ojos,
mientras sella el silencio tus labios!
¡Qué poema de castos amores
he leído a través de tus párpados!

Cuando el ángel divino que guarda
de tu alma el recinto sagrado
a tus claras pupilas se asoma,
el ambiente se puebla de rayos
y semeja un oriente purísimo
de luz matizado,
al nacer entre nubes de oro
una fresca mañana de mayo.

Mi alma entonces se embriaga anhelante
con el dulce licor escanciado
en el cáliz sonoro de un verso,
que tus ojos divinos y diáfanos
inspiran a mi musa, que canta
la alegre canción que a mis labios,
afluye, en raudales de ritmos
musicalizados.

No bajes tu vista, adorada mía.
no cierres tus párpados,
porque así me ocultas el fulgor divino
de tus ojos claros;
y mi alma se queda en tinieblas,
y la lira enmudece en mis manos,
y la luz de mi numen se apaga,
se extingue mi canto.

No cierres tus ojos, adorada mía,
descorre, amorosa, los velos sedáceos
tras los cuales se ocultan radiantes
de tus dos pupilas los nítidos rayos.

Deja que me miren tranquilos, serenos,
como dos luceros que, desde el espacio,
reflejan su luz diamantina
en las aguas tranquilas de un lago.

Facundo Rivera Natal


Lo que no muere

Ya en el umbral de la mansión sombría
a donde se encamina la existencia,
aspira mi alma la sutil esencia
de un recuerdo que vive todavía.

Viene de la remota lejanía
como el eco de armónica cadencia,
que arrulló mi temprana adolescencia,
con la más facinante melodía.

Es el recuerdo de mi amor primero,
que, oculto de mi ser en lo profundo,
en horas de dolor me brinda calma,

Y no muere jamás, porque yo quiero,
al partir para siempre de este mundo,
conservarlo inmortal como mi alma.

Facundo Rivera Natal



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