Madrigal

Dijo el Amor, sentado a las orillas
de un arroyuelo puro, manso y lento:
"Silencio, florecillas,
no retocéis con el lascivo viento;
que duerme Galatea, y si despierta,
tened por cosa cierta
que no habéis de ser flores
en viendo sus colores,
ni yo de hoy más Amor, si ella me mira".
¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!

Feliciana Enríquez de Guzmán



Romance amoroso

A lágrimas y a silencios
reducida, Elisio, el alma,
modo le falta a la queja,
de referirse mis ansias.

No tiene la voz acento,
no encuentra el labio palabras;
todo la pena lo oprime,
todo el dolor lo embaraza.

La causa, ¡ay de mí!, es tan triste,
es tan fuerte la desgracia,
que no mata padecida
porque mate imaginada.

Los suspiros desde el pecho
tiernísimamente exhalan
fuego, que a los ojos míos
comunica en vivas llamas.

Estos de mis sentimientos
verás y extremos declaran;
atiende, Elisio, a mis ojos,
pregúntales lo que pasa.

Mas el corazón te envían,
no saben decirte nada;
no es mucho que aquesta vez
le falten lenguas al agua.

Mi afecto, amigo, te explique
la desdicha más extraña,
que si ha de volver al pecho
no importa del pecho salga.

No para buscarme alivios,
para negociarme lástimas
dispensa mi mal conmigo;
que en razones mal formadas

yo propio, ¡Ay, cielo!, te informe;
valor y aliento me falta,
que expiró, ¡terrible lance!,
la generalmente amada.

Feliciana Enríquez de Guzmán



“(Salen los seis enamorados con broqueles de corchos y espadas de palo, y lanzas de cañas verdes, armados a lo ridículo. (…) Hacen sus galanterías cojeando y dando caídas. (…) Corren sus cañas, y quiébranlas, y sacan sus espadas, y danse sus cinco golpes, cayendo todos en el suelo.)

BACO: Valerosamente habéis, hijos míos, todos seis torneado. Solo falta, que Aglaya juzgue, cuál debe llevar el prez, pues es justo, que a quien duele la muela, ése se la saque.

AGLAYA: Padre mío, dice otro refrán, que a quien dieron a escoger, dieron qué entender.

BACO: Decid vuestro parecer, hija mía, que más vale vergüenza en cara que mancilla en corazón.

AGLAYA: Digo, señores, que todos seis habéis andado valerosos Caballeros, y todos seis sois dignos y merecedores d’esta vuestra Caballa, por quien habéis tan valientemente lidiado. En igual grado os quiero a todos; no es razón, que haga agravio a ninguno de tales campeones. A todos seis os admito por míos por semanas, porque ninguno pueda quedar quejoso.

BACO: ¡Ay hija mía! ¿Bígama queréis ser? ¿Dos, tres veces queréis ser gama?

AGLAYA: No, padre, sino con seis gamos quiero correr como gama.

BACO: No, hija mía, no es razón que vos introduzcáis en el mundo la bigamia en las mujeres, que seréis peor que la Reina Semíramis, que aunque tuvo muchos hombres, no fueron muchos matrimonios.»

Feliciana Enríquez de Guzmán
“Entreacto segundo», Tragicomedia de los Jardines y Campos Sabeos










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