Nunca más vean mis ojos
cosas que le den placer
hasta tornaros á ver.

Si pudiese con la vida
recobrarse el bien perdido,
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es á medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fué causa de mis enojos,
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más vean mis ojos.
¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí?
que el que te vido y te adora
no puede vivir un hora
más que cuando vive en ti;
mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener,
no se acabe el padecer,
ni suenen á mis oídos
cosas que les den placer.
Cuando me atormenta amor
con temor, ausencia y muerte,
tengo yo por buena suerte
vivir con tanto dolor
á trueque de esperar verte;
pero porque de sufrir
no se canse el padecer,
finge mi mal un placer
qu′es imposible sentir
hasta tornaros a ver.

Isabel Vega



¡Oh muerte! cuánta gloria has alcanzado
triunfando del que triunfos par no tiene;
que triunfes más de nadie no conviene,
pues no hay plus ultra adonde has llegado.
Sosiéguese de hoy más tu pecho airado,
qu’el daño que por ti crüel nos viene
ni el nombre del que en tal dolor nos tiene
no temas que jamás será olvidado.
¡Oh César y Alejandro! que ganastes
tan clara fama por los hechos raros
y con ellos triunfáis en el abismo.
¡Oh Carlos! clara luz, que vos volastes
al sumo cielo con triunfos claros
después de haber triunfado de vos mismo.

Isabel Vega










No hay comentarios: