A la poesía
Persevera, persiste con nosotros
pese –ya ves– a la miseria
que hicimos de esta vida.
Aunque la errancia sea
tu única morada, y tu destino,
como el nuestro, un enigma.
Arco y flecha, arca de tiempo
con nuestra llama y ceniza,
no desistas, persevera,
que sólo al paso de tu voz
nos despiertan y bautizan
los nombres de esta tierra.
Eduardo Mitre
El peregrino
Sé que nada plantaron
mis actos ni mis palabras.
Mi patria fue el tiempo,
la errancia mi casa.
Mi memoria es ahora
una lista interminable
-abrumadora casi-
de dones y donantes:
Un pliego de cargo
que levanta el camino
por lo mucho recibido
y lo poco que di a cambio.
Ojalá sea la gratitud
semilla de un árbol,
y que la mía dé frutos
en la tierra de otras manos.
Eduardo Mitre
Los amantes
Oh noche amable más que la alborada
San Juan de la Cruz
Amable más que el alba:
la noche en la ventana.
En el cuarto la penumbra
como un ave que no acaba
de posarse o alzar vuelo.
Y ellos
sobre la sábana
en feroz y dulce duelo
buscando el centro
de su ceguera iluminada.
Ellos: dos cuerpos en uno
en jadeante ascenso
al vértigo mutuo
que los completa y desgarra.
Luego el sueño que los acoge
y guarda sus miradas
hasta que la espada del día
los arroja de nuevo
a calles repletas
de caras vacías
y niños hambrientos.
Y la luz que los ve alejarse
parpadea en el viento.
Eduardo Mitre
Para un adiós
Un abrazo y palabras entrecortadas
habrán dicho el adiós increíble.
Y entre tu cuerpo y el mío
manará sin cesar la distancia.
Como se apela a una hierba mágica
para sanar del mal de ausencia,
escribiré entonces estas líneas.
Y si el tiempo que une y que separa,
lo entrega un día a tu mirada,
léelo, mas no vuelvas la cara.
Hermosa y feliz en tu presente,
no cometas el error de Eurídice;
que yo, al recordar tu dulce voz,
cuidaré que me aten como Ulises.
Eduardo Mitre
Reencuentro
in memoriam
Marcelo Quiroga Santa Cruz
Entré en el bosque,
a su pleno corazón
de silencio y luz inmóvil.
Con voz queda dije
tu nombre y otros nombres
como quien escribe
en el aire
para memoria de los árboles.
Mas no movió ninguna hoja
el álamo ni el roble.
Ni una sola rama el sauce.
Igual de indiferentes
pasaron
(felices en su vuelo)
un mirlo y dos gorriones.
De pronto
el viento mago
sacudió nubes y follajes:
se encendió el relámpago
y entré en la lluvia
contigo y los ausentes.
Eduardo Mitre
De "Líneas de Otoño"
"...Y entre tu cuerpo y el mío
manará sin cesar la distancia..."
Eduardo Mitre
No hay comentarios:
Publicar un comentario