Bohemia infantil
La tropa vagabunda de pilluelos inicia
su emigración del pueblo, en busca de praderas,
de bosques, de arroyuelos, de sol y de quimeras.
La mañana es el éxodo fraternal y propicia.
Se creen conquistadores de un país sin noticia
o de un mundo lejano. Atraviesan las eras
cortando los caminos, o arrancan las primeras
frutas de Estío. Su libertad les acaricia.
Y les embriaga. Llegan a un arroyuelo; el sauce
sombrea las orillas del silencioso cauce
y en el agua se sienten en su propio elemento.
Meriendan un yantar escaso, y el regreso
emprenden. Y la hora que oprime con su peso
y que mustia los campos, calla su pensamiento.
Evaristo Méndez
La montaña
Ya viste su coraza de nevada el gigante
Tupungato, y duerme en su lecho milenario.
Es un bruñido espejo la nieve y la distante
luna refleja en ella su rostro visionario.
Precursor de tormentas, da su gran voz vibrante
el viento, y va arrastrando por el enorme estuario
del valle, su armonía quejosa y sollozante,
quejosa y sollozante por el enorme estuario...
De las nubes desfilan las fantásticas tropas;
en retirada llevan sus desgarradas ropas,
van despacio, esperando que llegue la luz diurna.
Y con hondo cansancio, con enorme desvelo,
va tan sólo la luna peregrinando el cielo
en esa formidable desolación nocturna...!
Evaristo Méndez
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