Castillo feudal
Galerías y corredores el cuerpo,
un laberinto:
puertas laterales se abren
a aposentos y salones
de emociones ya vividas
(¿por quién, por quiénes?);
cuadros aluden
a ciudades y gentes
nunca vistos;
extrañas sensaciones.
También depara cámaras
secretas, escaños
de tortura
pronto a recrudecer.
Lo extraordinario
es la noción de la muerte;
el cuerpo ampara esa noción,
amor de sonámbulo
que lleva a lo oscuro.
Emilio Sosa López
“El hombre es una isla cercada por Dios.”
Emilio
Ensimismado, valoras mejor la oscuridad. ¿Tan inmenso como la noche es el pensamiento? Tu pensamiento es el universo.
¿O el universo es un error? ¿Quién lo creó? ¿Qué lo creó?
Asumes la locura de un filósofo y ambulas como un perro.
El mundo deja de ser tuyo. Sus hermosas ciudades se enroscan y retuercen como sierpes: son tus anillos, tus llamas.
Emilio
“Es que nuestro mundo es muy extraño en su oculto terror.”
Emilio
La ciudad de Caín
Tanto es igual la sombra como el día, o el día enlutado,
o el viento que gime en las esquinas o el lobo del hambre.
¿Por qué odiar entonces al semejante, por qué temer
sus máquinas infernales, domesticadas con botones
y sexos, sus agrios tufos de pasiones a pila,
si el hombre sólo ama la soledad de su dios y mata
para estar solo y estar en paz consigo mismo
y con su bestia?
Dios vuelve por él a los altares con sigilo de tigre
y allí se instala ante el silencio de su criatura degradada.
¿Por qué odiar el crimen o el sacrificio
a los altivos númenes de la destrucción,
si dulce es la sangre para las estadísticas del miedo
y es convincente el giro de la diaria proclama y
todo está bien dentro del círculo
y es terror el deleite del sol que flamea
como estandarte del sagrado tirano?
Los aplausos son ramas feraces en la viña del pueblo.
¿A qué aguardar otra condenación
si Dios es hombre para el hombre y bestia
para la bestia humana
y magia para la máquina de estado que gobierna sin límites?
Porque otra cosa hubiese sido que muriese
con la sangre de la primera víctima,
pero el dios es eterno como el hombre
y cuando mata es Dios el que mata por él y si se acopla
es Dios quien baja a alimentarse de su propio rebaño.
El tirano sonríe complacido
ante la multitud del gran dios hecho hombre,
y sonríe también
ante la multitud de la bestia hecha hombre.
Y el error nunca importa pues hay tiempo de sobra
para rehacer el reino hasta el fin de la tierra.
--Y aquí la duda, ya que no se concibe fin alguno
para la gloria de lo que está hecho.
Emilio
“Pero ese ver, ¿es también ver en las tinieblas? ¿Qué luz se ve en ellas?”
Emilio
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