Cuando mi papá aprovechó de mi mama, ninguno de mis tíos Sangurimas estaban en la finca. ¡Andaban de montoneros con no sé que general!... Eran igualitos a mi hijo Ufrasio… Al primero que vino, le fueron con el cuento.

- ¿Y que pasó?

- Nada. Mi tío Sangurima se calentó. Buscó al gringo y lo mató. Mi mama no dijo esta boca es mía. Nací yo. Cuando nací, mi mama me atendió como pudo. Pero, en cuanto se alzó la cama, fue a ver a mi tío. Lo topó solo. Se acomodó bien. Le tiró un machetazo por la espalda y le abrió la cabeza como coco. Nada más.

- Barajo, que alma!
-
 Así es amigo. Los Sangurimas somos así.

- ¿Y no siguió más el asunto?

- Habrá seguido; pero el papás de mi mama se metió de por medio, y ahí acabo el negocio… Porque lo que el papás de mi mama mandaba, era la ley de Dios… 

José de la Cuadra y Vargas
Fragmento tomado de “Los Sangurimas”



"Parecía reconcentrado, y su rostro estaba ceñudo, fosco. Pero, esto era sólo un gesto. En realidad, no pensaba en nada, absolutamente en nada.
De vez en cuando se detenía, cansado.
Escarbaba con los dedos gordos de los pies el suelo, se metía gruesamente aire en los pulmones, y lo expelía luego con una suerte de silbido ronco, con un ¡juh! prolongado que lo dejaba exhausto hasta el babeo. Enseguida tornaba a la marcha con pasos ligeritos, rítmicos.
Al llegar a la plaza se sentó en un poyo de piedra. De la bolsita que pendía de su cuello, bajo el poncho, sacó un puñado de máchica y se lo metió en la boca atolondradamente.
El sabor dulcecillo llamóle la sed. Acercóse a la fuente que en el centro de la plaza ponía su nota viva y alegre, y espantó a la recua de mulares que en ella bebía.
-¡Lado! ¡Lado! -gritó con la voz de los caminos- ¡Lado!
Apartáronse las bestias, y el indio Balbuca pudo meter en el agua revuelta y negruzca su mano ahuecada que le sirvió de vasija.
-¡Ujc!...
Satisfecho, se volvió al poyo de piedra...
Estúvose ahí tres horas largas, sin un movimiento que denotara aburrimiento siquiera, con los ojos fijos en sus pies descalzos, sobre los cuales revoloteaban las moscas verdinegras de alas brillantes y rumorosas."

José de la Cuadra
Ayoras falsos



Teoría del Matapalo

El matapalo es árbol montuvio. Recio, formidable, se hunde profundamente en el agro con sus raíces semejantes a garras. Sus troncos múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantásticas posturas, mientras sus ramas recortan dibujos absurdos contra el aire asoleado o bañado de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento sudeste…

En las noches cerradas, el matapalo vive con una vida extraña, espectral y misteriosa. Acaso dance alguna danza siniestra. Acaso dirija el baile brujo de los árboles desvelados.

De cualquier modo, el matapalo es el símbolo preciso del pueblo montuvio. Tal que él, el pueblo montuvio está sembrado en el agro, prendiéndose con raíces como garras.

El pueblo montuvio es así como el matapalo, que es una reunión de árboles, un consorcio de árboles, tantos como troncos.

La gente Sangurima de esta historia es una familia montuvia en el pueblo montuvio: un tronco añoso, de fuertes ramas y hojas campeantes a las cuáles, cierta vez, sacudió la tempestad.

Una unidad vegetal, en el gran matapalo montuvio. 

Un asociado, en esta organización del campesinado del litoral cuya mejor designación sería MATAPALO, C.A.

José de la Cuadra y Vargas
Fragmento tomado de “Los Sangurimas”








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