Del carnaval
Dejando atrás la alegre mascarada
vino a buscarme. En su carnet había
escrito un nombre... La ira me encendía
y... aquel nombre crucé con mano airada.
Y quiso ver la mente acalorada
si es que por mí su corazón sentía:
registré en brusca intensidad sombría
en su pasado y su presente... ¡Nada!
E irguiéndome mis celos desatados,
y entonces, fui brutal hasta el delirio,
y sus absortos ojos dilatados,
no sé que extrañó resplandor tuvieron,
que en mi ánima enferma, difundieron
la religiosa claridad del cirio.
Felix Hernández Campuzano
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