"El comunismo, si no existiera, habría que inventarlo. Mientras haya niños muriendo de hambre, y más armas que escuelas, hay que aspirar a cambiar el mundo."

Teodulfo Lagunero 



"En la Unión Soviética, Rumanía o Corea del Norte no ha habido comunismo; nunca ha habido un régimen comunista en el mundo."

Teodulfo Lagunero 




"Escribir unas memorias es contar las cartas que te dio la vida y cómo las has jugado y a mí me las dio muy malas. Aunque siempre he sido audaz y valiente. Mi padre era catedrático de la Institución Libre de Enseñanza, lo más serio que se ha hecho en este país en la instrucción pública."

Teodulfo Lagunero 



"Hay que pensarlo todo a lo grande."

Teodulfo Lagunero 




"La casualidad de la vida me llevó a momentos y personajes trascendentales de la historia española; yo no los busqué."

Teodulfo Lagunero 



"La crueldad de la guerra es que los vencidos pierden sus propiedades, sus trabajos, su honor y la posibilidad de trabajar para sus familias."

Teodulfo Lagunero 



"Me comentó que quería venir a España y consideraba que conmigo podría entrar de manera más segura. Lo organizamos todo para cruzar la frontera en un Mercedes de color gris y matrícula de París que conducía mi mujer. Todo fue sin problemas. Llegamos a Madrid y pasamos la primera noche en un pequeño apartamento que yo tenía en la calle Comandante Franco. El resto de días, Santiago estuvo en un antiguo colegio que compré en El Viso, en la calle Leizarán 17, con los cristales de las ventanas blindados, por si acaso se daba un atentado. Él vivía allí con una mujer del partido que le hacía las funciones de secretaria. Nadie podía encontrarle porque, además, el chalecito tenía garaje propio y él entraba y salía dentro del coche. En los varios meses que residió en aquel lugar escribió Eurocomunismo y Estado, libro dedicado a mi mujer y a mí, y del que nos regaló el manuscrito."

Teodulfo Lagunero 
Entrevista por Antonio Lucas en El Mundo, 6 de abril de 2006




"Sabía que los modelos del socialismo no son exportables, pero nunca seré antisoviético. El comunismo sacó a Rusia de la Edad Media."

Teodulfo Lagunero 



"Solo los tontos están satisfechos consigo mismos."

Teodulfo Lagunero 



"Sólo un tonto puede sentirse feliz o satisfecho con su vida, me conformo con mirarme al espejo sin sentir asco."

Teodulfo Lagunero 



"Soy ateo. Dicen que Cristo fue el primer comunista, pero los cristianos se adocenaron y la Iglesia es anticristiana. En la República sólo aceptaría el cargo de fiscal, para sentarla en el banquillo por su responsabilidad durante el franquismo."

Teodulfo Lagunero 



"Venimos y vamos a la nada cuando quiere la naturaleza, procuraremos que sea lo más tarde posible. Quiero que me quemen con las banderas republicana y del PCE, que no haya música religiosa y que suene La Internacional. En mi entierro me dolerá no levantarme respetuoso con el puño en alto, porque estaré muerto."

Teodulfo Lagunero 



"Vuelvo al hotel y me encierro en mi habitación. Estoy triste. Me han impresionado la visita al hospital y los recuerdos de Valladolid. Me tumbo y pienso sobre mi vida. ¿Qué hago yo allí, en París, sobre la cama de un hotel del barrio Latino? ¿Qué hago allí, en París, colaborando con los comunistas, dándoles mi tiempo y mi dinero? Tengo abandonado mi despacho de abogado y mis negocios de Madrid, y son importantes. ¿Qué riesgos estoy corriendo? ¿Qué puede pasarme si se entera la policía y me detiene? Evidentemente la primera represalia será mandar una jauría de inspectores de Hacienda, del Ministerio de la Vivienda, del de Obras Públicas, a que miren con lupa todos mis negocios para cebarse en ellos. El perjudicado no sería solo yo, sino también mi familia y mis socios. ¿Tengo derecho a hacer lo que estoy haciendo? ¿O es acaso un deber hacerlo? Soy un ser libre y mi obligación es ejercer esa libertad de manera consecuente. No hacerlo sería perderme el respeto a mí mismo.
Estos días atrás lo veía todo muy claro y estaba lleno de entusiasmo y optimismo. Hoy, no sé por qué, estoy lleno de dudas, de malos presentimientos. ¿Cómo puede un hombre cambiar en unas horas de pensamientos, de sentimientos? ¿Cómo se puede pasar del entusiasmo y del optimismo a sentir el alma desgarrada por la angustia, por el temor? Me siento acorralado, aprisionado, perseguido. Siento más que presiento que me van a ocurrir cosas horribles. Y aún nadie me tortura el cuerpo, solo me tortura el alma. Recuerdo un verso de Marcos Ana: «Hombre cogido en un cepo». Yo también estoy cogido en un cepo, o quizá somos miles o millones de españoles los que estamos cogidos en un cepo, en el cepo de la dictadura, en el cepo de ese túnel sin salida en el que llevamos ya tantos años atrapados. Pero aquí, en esta cama de este hotel en el barrio Latino de París, siento que se confabulan contra mí todas las fuerzas de lo humano y lo divino. Cada minuto que transcurre me voy deprimiendo más, me voy horrorizando de lo que pasa o de lo que puede pasar. Estoy paralizado, inerme, indefenso, impotente y nada puedo hacer para evitarlo. Recuerdo no sé de dónde la frase «no hay quien te salve». Pero, ¿por qué, por qué, por qué...?. Me levanto, lleno la bañera de agua caliente y me meto en ella. Cierro los ojos y permanezco así largo tiempo. Quiero no pensar en nada, quiero no sentir nada, pero pienso y siento tantas cosas, tan distintas, tan contradictorias. Pienso en los miles y miles de españoles que han dado la vida por llevar las banderas de la libertad y la república, para dar la vuelta a la tortilla y que salgan las banderas de la tiranía y el fascismo, para sustituir las banderas de las sacristías y de los cuarteles por las banderas de la libertad y el socialismo. Arriesgaron la vida por su causa, que es también la mía. Cuando medito esto vuelve a fluir la sangre veloz por mis venas y golpeo con mi puño el agua de la bañera, y digo: «Hay que seguir, no importan los riesgos». Pero al momento vuelven a mí presagios y temores. Pienso que quizá no tengo a nadie a quien recurrir para que me diga lo que tengo que hacer. Y pienso que no es cuestión de consultas. Soy yo el que tiene que decidir. ¿Y los míos? Mi madre, mi hija, Rocío, ¿qué pueden hacer ellas? ¿Qué me pueden decir ellas? Son ellas las que agudizan mis temores, pues sé que todo se volverá en su contra. Mi pobre madre volverá a sufrir otra vez los horrores que sufrió durante la guerra y después de la guerra. No es posible que una mujer pueda aguantar tanto sufrimiento, y me pregunto angustiado si tengo derecho a hacerle correr nuevos riesgos, a hacerle sufrir por mí o por mi culpa. ¿Pero acaso no han sufrido también las madres de tantos y tantos españoles?
Me seco, me visto y vuelvo a tumbarme en la cama. Ya más tranquilo, pienso que a lo mejor no pasa nada, que a fin de cuentas lo que estoy haciendo no es tan grave. ¿Qué estoy haciendo? Tener unas ideas, unas creencias. ¿Pero es que acaso puede el hombre vivir sin ideas y creencias? Simplemente estoy contribuyendo en lo que está a mi alcance al triunfo de mis ideas. Solo quiero que en España haya una organización económica, política y social mejor que la que hoy hay, más justa, más racional. Quiero contribuir personalmente al triunfo de esas ideas en mi patria y, como dice Simone de Beauvoir en ese pequeño libro, quiero poder participar en la victoria, hacer que la victoria sea mía porque he participado en ella."

Teodulfo Lagunero
Memorias








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