El hombre y su angustia

Acaso sea yo un sueño desvelado,
absorto en duros cielos fugitivos,
tal vez, sabiéndome, en la trilogía
vital del recuerdo, tránsito herido;
de temprano, los vientos iracundos
me lanzaron al voraz torbellino,
y en la sombra que desea ser alba,
fábula fui de corazón transido,
pero dueño del fuego por la gracia
ganado, en agonía, al rojo vivo,
en la hoguera del dolor calentaba
mariposas, lleno de regocijo,
y una estrella distante, en mí nacida,
me atraía con su alado designio,
para dejarme atado a su sorpresa
en codicia de eternidad, cautivo;
–pájaro anhelante de lejanías
bebiendo sin cesar su propio vino.–
…Y he aquí que una fuente serena existe,
cerrada en suave turbación de lirio,
a la que hay que ir ebrio, sintiendo, un ala
ahondar y un sol quitarnos el latido.
Dios se mira más Dios en esta fuente
–poeta con plectro y con su olivo.–
Si el corazón en esta fuente no fuera
como un niño a mirarse, ¡cuánto hastío,
habría en este recuerdo que se hunde
en el tiempo para ser un olvido,
que con rutas y heridas en las manos
sueña hallarse en el sueño confundido!

Félix Franco Oppenheimer


El olvido
del olvido,
lo no vivido. 

Lo no vivido,
el olvido
del olvido. 

Eso ha sido
lo vivido…

Félix Franco Oppenheimer




El tiempo es un gran túnel que ciega cuanto existe,
que ciega cuanto existe y enmohece este bolígrafo
con que trazo estas sombras de mi muerte, y que deja
tras su correr, interminables laberintos;
y si no tiene prisa, es su marcha impertérrita,
—es ciprés en invierno, geranio en estío—,
dios más viejo que Dionisos que acaso muere
para seguir pintando de hermosura los lirios,
nadie le hable, que para nadie tendrá su flauta
músicas antes oídas; tiene él todos los signos
del cielo y de la tierra, mas, él es nada, a nadie,
pertenece, —¡y pensar que de todos es hijo!—,
con todos va a la fiesta, con todos va a la muerte,
pero todo ello, no es más que falso equilibrio,
porque él no va a ninguna parte, —ave o esfinge—;
dice él: “aquí estoy”, pero miente, sigue escondido;
de “conventos y flores”, o “flores y conventos”,
no es su juego, el de él, es de “llegaste y huido”,
que nunca lo veremos, para en todo burlarnos
por estar en el viento en diabólicos ritos…

Félix Franco Oppenheimer



Introspección

¿Adónde nos conduce la mirada?
¿Qué le impide su vuelo transparente?
¿Será acaso que ni llega ni ata
en su infinita claridad ahogada:
como cielo en elípticos cristales
donde palpita el rayo de la nada?
Si por ley natural pudiera verme
tal cual soy, sin reflejos y sin sueños,
me parecería a mí mismo extraño,
sin poder distinguirme; la mirada,
–globo de blanda luz y dura ley–
no podría llegar a sus fronteras.
Acaso, en el uno indeterminado
podríamos mirarnos, pero nunca
en el uno total, que nos haría
volcán de confusiones la existencia.

Félix Franco Oppenheimer



Soliloquio

Soy ignorante y no me explico el mundo,
no me explico el mundo;
Recia raíz del dolor en barro flaco,
en barro flaco,
que la brisa febril, me seca y pudre,
me seca y pudre;
sin embargo, la ceiba está en pie,
en pie…
Casi lo sé, Señor, mas no lo sé,
mas no lo sé;
el torbellino es ciego y todo arrasa,
y todo arrasa…
humano soy, y este dolor es de hombre,
que es de hombre.
Y miro en este espejo a Dios –su imagen—,
a Dios, su imagen,
que empaña a veces, ajena rizadura,
con Austro que no fija rosa alguna…

Félix Franco Oppenheimer


Yo soy el escultor

Yo soy el escultor de la mancha de lodo,
íntima ideación soñada en la distancia como una realidad sin realidad,
como un horizonte fantástico;
—era la bruma de la melancolía en el yermo de la desolación amarga,—
aunque estaba ardiendo en la primavera,
hecho angustia la muerte latía como único mundo,
mas por encima de la muerte, era la vida, serenamente triste,
clarísima en su realidad sin contornos,
por eso, al desatarse la furia de Dios creador
tomé el cincel para modelar mi propia estatua
que fuera fuego altivo en la espiga de mármol puro.
Empecé por infundirle un singular soplo,
disparado a la onda sin reposo,
y en su interior reducto, amasijo de Laconia;
después le puse en marcha un corazón, —círculos rojos de mieles redondas,—
lleno de rosas y hojas de laurel
donde se deslizara el tiempo y se llenara de eternidad la vida;
de los atónitos globos miradores,
—alba y crepúsculo,—
salió la dura estampa de los días iguales;
y de la mariposa fija de los labios
los pájaros ansiosos a rezar en meditación de cuatro vientos;
de las manos, —signos del yo y del no yo—,
el rayo rubricando mundos que cuentan la gloria del artista;
y así fue surgiendo la figura, de adentro hacia fuera.

Yo soy el escultor de la mancha de lodo
que se encontró en el páramo y no halló mármol,
ni cincel, ni modelo, ni sueños, ni mundos,
y todo lo creó para empezar la vida y seguirla como los pájaros… 

Y comencé a existir a mediados de la muerte.

Félix Franco Oppenheimer



Y todo se ha quedado
en el soñar primero
en pájaros nostálgicos
cantándole al misterio.

Félix Franco Oppenheimer






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