"Después de que David conquistara Jerusalén, el rey estudió en qué lugar edificar el Templo y, finalmente, la elección recayó sobre el monte Moriah, pues la tradición afirmaba que era sobre la cumbre de aquel monte donde Abraham había alzado un altar para sacrificar a su hijo Isaac. No parece, pues, coincidir este lugar con la era de Arauna, donde, según otras tradiciones, David había decidido anteriormente erigir el futuro Templo de Jerusalén.
Si Salomón había consumado un programa político de descentralización administrativa y religiosa, es obvio que la erección del Templo de Jerusalén no iba ser la excepción centralizadora que confirmara la regla. El Templo de Salomón es el principal de Jerusalén, pero coexiste con otros menores en la misma capital de Jerusalén y también con los demás templos que durante su reinado se fueron construyendo en diversas ciudades del reino. Una situación que, partiendo del reinado de Salomón, se mantuvo inalterable hasta que el rey Josiah, en el siglo VII antes de nuestra era, abolió el culto de todos los templos para decretar, a partir de entonces, que el Templo de Jerusalén era el único altar del reino de Judá donde podían celebrarse sacrificios.
La imagen que nos llega del Templo de Salomón sugiere grandeza, suntuosidad. Pero, a juzgar por las descripciones históricas que han llegado hasta nosotros, las características del Templo de Jerusalén, por lo que respecta a la fábrica, eran más bien modestas. La suntuosidad se reservaba al interior y, más especialmente, al Santo de los Santos, el aposento no destinado al culto ordinario sino a la custodia del Arca de la Alianza. Templo de dimensiones sobrias, a juzgar por los datos que ofrece la Biblia, y rodeado, excepto en su fachada principal, por un cinturón de construcciones civiles (yazi’a), que servían de almacenes. Esta anómala utilización profana de un espacio sagrado, se minimizaba gracias al gran patio exterior del Templo, que a su vez estaba rodeado de jardines. La fachada principal del Templo miraba al este, como era costumbre en aquellos tiempos, pues los santuarios se orientaban siempre hacia el nacimiento del sol."

Guido Cavalcanti
Salomón, Rey de Reyes


I. Balada

Fresca rosa nueva,
placentera primavera,
por campo y por rivera,
dichosamente cantando,
envió su preciado valor – a la espesura.

Su preciado valor
que ya se renueva
por cualquier camino
tanto pequeño como grande;

y que canten los pájaros
todos con sus silbidos
de la tarde a la mañana
sobre los verdes arbustos.

Que todo el mundo cante,
luego de que el tiempo llegue,
y como se conviene,
alteza preciada:
eres angelical – criatura.

Semblante angelical
en ti, mujer, reposa:
Dios, cuan venturosa
fue mi deseo.

Su figura dichosa,
luego que pasa y avanza
naturaleza y usanza,
es una admirable cosa.

entre las mujeres diosa
la llaman, como deben
tan adornada pareces
que no puedo contar
¿y quién podría pensar – otra naturaleza?

Otra naturaleza humana
su fina presencia
hizo Dios, por esencia
que fuiste soberana:

Que tu apariencia
de mí no sea lejana,
que no me parezca injusta
la dulce providencia.

Y si te parece demasiado
que de amada sea dado
no sea por ti rechazado
que solo Amor me quite la fuerza
contra quien no vale fuerza – ni mesura.

 Guido Cavalcanti
Traducciones realizadas por:
Constanza Zanetti (1990) Licenciada en Literatura Creativa en la Universidad Diego Portales. Ayudante de Raúl Zurita en el curso Divina Comedia.
Vicente Rutllant (1989) Licenciado en Literatura Creativa en la Universidad Diego Portales. Ayudante de investigación de la Doctora Ana Pizarro.




III

Nobleza de mujer y de sabio corazón
y caballeros armados que sean gente;
el canto de los pájaros y el discurso del amor;
adornas leños en mar de fuertes corrientes;

aire sereno cuando comienza el amanecer
y la nieve blanca descenderá sin vientos;
agua de rivera y prado de cada flor;
oro, plata, celeste en ornamentos:

por eso traspasa la belleza y valentía
de mi señora y su gentil coraje,
si que parece vil quien por esto la mira;

y tanto más de cada uno ha conocido,
cuando el cielo de la tierra en mayo.
Al igual que la naturaleza, bien no tarda.

Guido Cavalcanti



Las flores van contigo

Las flores van contigo, y la verdura
y cuanto luce o es de amable ver;
más que el sol resplandece tu figura;
quien no te vio, nada podrá valer.

No existe en este mundo creatura
de tan clara beldad como placer;
y al que en Amor no fía, le conjura
tu hermoso rostro a dueño tal querer.

Las bellas que ahora vi en tu compañía
en mucho tengo por tu mismo amor;
y ruego que en su mucha cortesía

la que más valga te tribute honor
y que gozosa esté en tu señoría,
pues entre todas eres la mejor.

Guido Cavalcanti



Pues le conviene duelo al corazón

Pues le conviene duelo al corazón
Y siento del placer rusiente foco
Que de virtú de abajárame a tan poco,
Diré cuál se fue entero mi valor.
Digo que mis arrestos muertos son
Y tal bregar la vida deja en poco;
Y si no fuese que el morir invoco,
De compasión llora el propio amor.
Pero ante el fortunal en que me encuentro,
Mi firme convicción mudar prefiero
Por mejor asidero,
Y así mostrar no quiero cuánto daño
Recibí en el engaño,
Pues de mi corazón ha hecho ganancia
Y se me lleva entera la arrogancia.

Guido Cavalcanti


Vistes a mi parecer todo el valor
toda la alegría y todo el bien que el hombre siente,
si estuviste a prueba del señor valiente
que señorea el mundo del honor.
Pues vive en partes donde la tristeza muere
y obtiene crédito en la mente piadosa:
Tan suave viene a la gente en sueños
que se lleva el corazón sin causar dolor.
De ti llevóse el corazón, viendo
que tu dama la muerte deseaba:
nutrióla de ese corazón, eso temiendo.
Cuando lo viste partir, gimiendo,
fue que el dulce sueño terminaba
pues su contrario lo venía venciendo.

Guido Cavalcanti
Rimas


XXVIII

Hiere por los ojos un espíritu sutil,
que desata un espíritu en la mente,
donde se mueve el espíritu de amar,
que a cada espíritu vil hace gentil.

No puede sentir un espíritu inferior,
el espíritu, con tanta virtud aparece:
este es el espíritu que hace temblar,
el espíritu que hace la mujer humilde.

Entonces de este espíritu se mueve
otro espíritu, uno dulce y suave,
que sigue en pago a otro espíritu vil:

de este espíritu espíritus llueven
pues cada espíritu tiene la llave,
por fuerza de un espíritu que lo ve.

Guido Cavalcanti


XXXVII (Dante Alighieri “A los fieles de Amor”, Vida Nueva, III)

A toda alma que se aferre, de gentil corazón,
a su presencia venga el decir presente,
que en esta me rescriban su parecer,
salud en su Señor, es decir, Amor.

Ya casi se acababan las horas
del tiempo en que una estrella es brillante,
momento en que apareció Amor repentinamente,
recordar su esencia aún me causa horror.

Y alegre me pareció teniendo
mi corazón en su mano y entre sus brazos
una doncella envuelta en un lienzo durmiendo.

Pero luego la despertó, de este corazón ardiendo
ella asustada humildemente se alimentó:
luego de esto lo vio irse llorando.

Guido Cavalcanti










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