Mi alma, como las vuestras, en tinieblas se ve
y a Dios vuelve los ojos preguntando: ¿Por qué?.
Y Dios sigue en silencio, ¡un silencio muy hondo!
¿Quién vendrá a responderme como yo te respondo,
hijo mío del alma? ¿Quién será para mí
tan paciente y solícito como yo para ti?
¿Quién querrá descifrarme los misterios que ignoro?
¿Quién me oirá con el ansia con que te oigo y te adoro?
¿Quién dará, a todas horas complaciente, al exceso
de mi curiosidad, su respuesta o su beso? 

Ricardo José Catarineu López-Grado
(en Floridor, 1909, 8)




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