A Ana María Valero y Agustín Aguilar, en sus bodas

(BRINDIS)

¡Canta viejo trovador,

al son del ronco laúd,
en las bodas del Amor,
que es la eterna juventud!
--
La nieve mi frente cubre
y está mi cabello cano.
¡Ay, las nieblas de mi octubre
han sucedido al verano!

De mi olvidado laúd
no acierto a arrancar los sones.
Con mi alegre juventud
pasaron mis ilusiones.

Del caro sol de otros días
no queda ya ni el reflejo…
Hoy busco las alegrías
ajenas, cual todo viejo.

Algo de mi vida inquieta
sobre las aguas flotó…
El corazón del poeta
del naufragio se salvó.

Aún animoso respira,
aún habla a los corazones.
¡Mi corazón es mi lira
y el numen de mis canciones!

Corazón que aún en mi pecho
no cesas de palpitar,
hasta que mueras deshecho
no te canses de cantar.

¡Canta viejo trovador,
al son del bronco laúd,
en las bodas del Amor
que es la eterna juventud!
--
Por la esposa, flor galana
de la dulce Primavera
digna de ser sevillana
si no fuera marchenera.

Por el amador rendido,
por el apuesto doncel
a quien la fama ha ceñido
su corona de laurel.

Porque amándolo sin tasa
derrame Dios a raudales
sobre el templo de su casa
las venturas celestiales.

Porque, cual gracia preciosa,
haga el cielo, bondadoso,
viva el esposo en la esposa
y la esposa en el esposo.

Porque sus almas, que anhelan
subir unidas al cielo,
vuelen cual aves que vuelan
sin rozar el bajo suelo.

Porque, en Dios los ojos fijos
logren alcanzar la Gloria,
y en el amor de sus hijos
viva eterna su memoria.

Y brindo porque, algún día,
cuando mi vida se acabe,
cuando la noche sombría
haga enmudecer al ave,

en premio a mi pobre canto,
en mi tumba solitaria
rieguen con piadoso llanto
las flores de una plegaria

por el viejo trovador
que al son del ronco laúd
trovas cantaba al Amor
que es la eterna juventud.

Luis Montoto


A la inauguración de la legada del ferrocarril a Écija

Rompiendo la densidad
de las sombras, arrogante
sigue su marcha triunfante
la joven humanidad:
La ampara la libertad
en lucha con el error:
Y esforzado lidiador
en los campos de la idea.
Reconoce en la pelea
un solo dueño: el amor.
Por él protesta, valiente,
de la esclavitud que infama;
de la libertad la llama
alumbra sobre su frente,
más tiranos no consienten,
y en generoso tormento,
y en generoso ardimiento
prefiere sobre la tierra
al incendio de la guerra
el fuego del pensamiento.
El pensamiento; la luz
que a su destino la guía
de la noche oscura y fría
rasgando el negro capuz.
No teme la inhiesta cruz,
ni teme el blanco sudario,
padecer es necesario
Ppara vencer el error.
¡Quién no sabe que el amor
tiene siempre su calvario!
Si el amor, que Dios ampara,
enlaza los corazones,
une, también, las naciones.
Que el egoísmo separa,
busca de la tierra avara
los tesoros escondidos,
junta mares divididos,
iguale el monte y el llano,
y por invisible mano
tiene a los hombres reunidos.

Écija, ciudad galana,
nacida con gracias mil
de las brisas del Genil
y a la luz de la mañana,
a la que un río engalana
cual leve cinta ondulante,
y en cuyos brazos, amante,
ha tiempo que estás dormida,
vuelve animosa a la vida,
despierta y grita: ¡Adelante!
la de humo, blanca diadema
con la que adornas tu sien,
si es del progreso, también
es del trabajo el emblema,
si noble entusiasmo quema
tu corazón y tu brío
correo a la par de ese río
del que eres tú la señora,
la rauda locomotora
cantará tu poderío.
surge otra vez de la vida
al armónico concierto,
tú no has sido un pueblo muerto,
sino una ciudad dormida,
el progreso te convida
con su conquista mejor,
de un nuevo día el albor
alumbra tu faz riente,
ornando tu altiva frente
con sus nubes el vapor.
De venturas anunciadora,
venciendo llanos y montes,
hoy salva tus horizontes
la hirviente locomotora.
de la distancia señora,
llega a tu mismo regazo,
y rompiendo el doble lazo
que te oprime en el destierro,
con fuertes brazos de hierro
te da el progreso un abrazo.

Luis Montoto


Hay dos cantares eternos
que canta la humanidad:
uno el cantar del querer;
el otro, el del olvidar

Luis Montoto



Otra triana que se nos fue

Una tras otra se fueron,
se escaparon de las manos.
¿Por qué las dejaste ir
sabiendo que el altozano
ya no es lo mismo sin ellas?
nos quedamos sin Berrinche,
años después los Hermanos.
¡Mal ángel tuvo esa estrella
que en un momento tan vano,
consentimos que saliera
otra con tanta solera
como fuera esa taberna,
tan dura como tan tierna,
llamada del Altozano!

Luis Montoto


"-¿Quién es esa estrella
que acaba de caer del cielo?
-La Reina de la calle:
¡La mujer sevillana!"

Luis Montoto



Vive de modo que, a la vida ajeno,
al morir oigas de ferviente labio
la bendición con que se premia al bueno
más que el elogio que se rinde al sabio.

Luis Montoto Rautenstrauch
Epitafio
















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