Abandonado

1
No llegué a tiempo
del último transporte
me quedé en una ciudad
que ya no es ciudad
no hay
prisiones
relojes
agua
disfruto
de unas soberbias vacaciones
extemporáneas
realizo largas excursiones
a lo largo de las avenidas de casas quemadas
avenidas de azúcar
de vidrios rotos
de arroz
sería capaz de redactar un tratado
sobre la súbita mutación
de la vida en arqueología

2
hay un enorme silencio
a la artillería de los suburbios
se le atragantó su propio valor
alguna vez
se oye tan solo
la campana murallas que se derrumban
y el leve tronar
de planchas que el aire balancea
hay un enorme silencio
antes de la noche de los depredadores
a veces
en el cielo aparece
un absurdo aeroplano
que lanza octavillas
incitando a la rendición
de buena gana me entregaría
pero no tengo a quién

3
ahora vivo
en el mejor hotel
el portero asesinado
sigue en su puesto en recepción
desde una colina de escombros
paso directamente
al primer piso
a los apartamentos
de la ex amante
del ex del jefe de policía
duermo sobre una sábana de periódicos
me cubro con un cartel
anunciador de la victoria final
en el bar quedaron
remedios para la soledad
botellas con un líquido amarillento
y una etiqueta simbólica
-Johnnie-
levantando su sombrero de copa
se aleja raudo hacia Occidente
a nadie guardo rencor
por haber quedado abandonado
me faltó suerte y destreza
la bombilla
del techo
recuerda a una calavera boca abajo
espero a los vencedores
bebo por los caídos
bebo por los desertores
me deshice
de los malos pensamientos
me abandonó incluso
el presentimiento de la muerte.

Zbigniew Herbert


Cinco hombres

1
Los sacan de mañana
al patio empredrado
y los ponen contra el muro

cinco hombres
dos de ellos muy jóvenes
los otros de mediana edad

nada más
puede decirse sobre ellos
2
cuando el pelotón
apunta sus armas
todo de repente aparece
en la luz estridente
de la obviedad

el muro amarillo
el frío azul
y en lugar del horizonte
el alambre negro sobre el muro

ese es el momento
en que se rebelan los cinco sentidos
con todo gusto escaparían
como ratas de un barco que se hunde

antes que la bala llegue a su destino
el ojo percibirá el vuelo de proyectil
y el oído registrará un susurro de hierro

la nariz se llenará de un humo cortante
un pétalo de sangre cepillará el paladar
el tacto se contraerá y luego se aflojará

ahora yacen sobre el suelo
cubiertos en sombra hasta los ojos
el pelotón se retira
sus ojales correas
y cascos de hierro
están más vivos
que aquellos que yacen junto al muro
3
Yo no acabo de enterarme de esto
lo sabía desde antes de ayer

entonces por qué he estado escribiendo
poemas sin importancia sobre las flores

de qué hablaron los cinco
la noche antes de ser ejecutados

de sueños proféticos
de un escape a un burdel
de repuestos para carro
de un viaje por mar
de cómo cuando uno de ellos tenía espadas
no debió haber abierto en el juego de naipes
de cómo el vodka es mejor
después del vino te da dolor de cabeza
de muchachas
de frutas
de la vida

así que uno puede usar en poesía
los nombres de pastores griegos
uno puede intentar capturar el color del cielo en la mañana
escribir del amor
y también
una vez más
con un fervor muerto
ofrecerle una rosa
a este traicionado mundo

Zbigniew Herbert



Conjeturas sobre Barrabás

Qué fue de Barrabás Pregunté nadie lo sabe
liberado de sus cadenas salió a una calle blanca
pudo torcer a la derecha seguir recto torcer a la izquierda
andar en círculo cacarear de alegría como un gallo
Él Emperador de sus propias cabeza y manos
Él Virrey de su propio hálito

Pregunto pues en cierto modo tomé parte en el asunto
arrastrado por la turba frente al palacio de Pilatos grité
como los demás libera a Barrabás a Barrabás
Todos gritaron aunque sólo yo hubiese callado
igualmente habría sucedido tal como tenía que suceder

Y Barrabás quizá volvió con su banda
En las montañas asesina con presteza hace los debidos pillajes
O abrió un taller de alfarería
Y sus manos manchadas por el delito
limpia en la arcilla de la creación
Es aguador arriero de mulos usurero
propietario de naves -en una de ellas navegó Pablo hasta los
corintios
o -lo que no puede excluirse-
se convirtió en un apreciado delator a sueldo de los romanos

Mirad y asombraos del pasmoso juego del azar
por los poderes de la posibilidad por las sonrisas de la fortuna

Y el Nazareno
quedó solo

sin alternativa
con un abrupto
sendero
de sangre

Zbigniew Herbert
Versión de Xaverio Ballester



"Cuentan las leyendas que la diosa Atenea en persona supervisó las obras. Cuando uno de los mejores artesanos cayó del andamio y quedó mortalmente herido, Atenea se le apareció a Pericles en sueños para recomendarle un remedio milagroso capaz de salvar la vida del operario. Este relato parece proceder directamente de las crónicas de los constructores de las catedrales góticas.
El monte en cuya cima se erigen los templos de la Acrópolis es hermoso: por tres lados, unas vertientes abruptas, casi verticales, de un gris azulado, y sólo por el lado del mar hay un acceso más suave. Así y todo, la ascensión del monte sagrado ha sido siempre un peregrinaje arduo. La roca de la Acrópolis tiene cincuenta metros de altura. La cima es plana y forma un triángulo, cuya base mide ciento cincuenta metros, y la altura, trescientos. Estas cifras bastan para descubrir en ellas el módulo natural y el principio de la proporción, como si la tierra misma sugiriese el primer compás a los ritmos arquitectónicos.
Se accede a la Acrópolis a través de la llamada Puerta Beulé. Una dramática inscripción escrita en griego informa de que Francia descubrió la puerta, las murallas, las torres y las escalinatas. La fecha: 1856.
Lo que el arqueólogo francés llamó entrada principal creyendo que provenía de la época clásica no era más que un espacio libre entre dos pilones construidos en época del Imperio romano tardío y desprovistos de cualquier elemento arquitectónico griego. Probablemente se remontan a los tiempos en que la Acrópolis tuvo que defenderse de los bárbaros del Norte.
Al parecer, no hay lugar mejor conocido por los arqueólogos que la topografía de la Acrópolis. Las guías turísticas que explican a grandes rasgos la distribución de los principales edificios en la época de Pericles contribuyen a crear esta opinión. Sin embargo, no debemos olvidar que la colina sagrada estuvo habitada desde el Neolítico. Encontraremos allí las huellas de un palacio de la época micénica y fragmentos de una construcción ciclópea parecida a las que podemos contemplar en Argos y en Micenas. Probablemente había también templos de madera, y luego de piedra, erigidos por los tiranos. Allí fueron enterrados los legendarios primeros reyes de Atenas. Allí se buscaba amparo contra las incursiones enemigas. La Acrópolis conservó este doble carácter de fortaleza y de lugar de culto durante los largos milenios de su tempestuosa historia."

Zbigniew Herbert
El laberinto junto al mar


De la traducción poética

Como un abejorro zompón
que se posó sobre la flor
hasta que se encorvó el flexible tallo
y ahora se abre paso entre filas de pétalos
parecidos a hojas de diccionario
y se dirige hacia el centro
donde están el aroma y el dulzor
y aunque pescó un catarro
y ha perdido el sabor
aún persiste
hasta que su cabeza golpea
contra el pistilo amarillo

y aquí ya el fin
difícil es penetrar
por los cálices de las flores
hasta la raíz
así el abejorro se aleja
muy ufano
y zumbando con vigor:
dentro me metí
y a quienes
no acaban de creerle
su nariz enseña
amarilla de polen

Zbigniew Herbert





El paraíso de los teólogos

Pasadizos, largos pasadizos bordeados por árboles tan cuidadosamente recortados como los de un parque inglés. De vez en cuando un ángel pasa por aquí. Su cabello cuidadosamente rizado, sus alas susurran con el latín. En sus manos lleva un pulcro instrumento llamado silogismo. Camina rápido sin agitar el aire o la arena. Pasa en silencio por los símbolos tallados en piedra de las virtudes, las cualidades puras, las ideas de los objetos y muchas otras cosas completamente inimaginables. Nunca se pierde de vista porque aquí no hay perspectivas. Orquestas y coros permanecen en silencio y aún así la música está presente. El lugar está vacío. Los teólogos conversan espaciosamente. También esto se supone que es una prueba.

Zbigniew Herbert



"Empezó de la siguiente manera: hace años, cuando visité por primera vez el Museo Real de Ámsterdam, al pasar por la sala donde se encontraba la excelente Pareja de es­ posos de Hals y el bello El concierto de Duyster, di con un cuadro de un pintor que me era desconocido.
Comprendí en el acto—aunque sería difícil de explicar racionalmente—que algo trascendental, relevante, había sucedido, algo significativamente más importante que un hallazgo fortuito entre una multitud de obras maestras.
¿Cómo se puede definir ese estado interior? De repente, se despierta una aguda curiosidad, una atención tensa; sentidos en estado de alerta, la esperanza de una aventura, el consentimiento de una revelación. Tuve un sentimiento casi físico, como si alguien me llamara, me hiciera señas. El cuadro se me grabó en la memoria durante años (clara, insistentemente), pero no era en absoluto la imagen de un rostro de mirada intensa, ni tampoco una escena dramática, sino una tranquila y estática naturaleza muerta.
He aquí el inventario de los objetos representados en la pintura: a la derecha, un jarro barrigudo, de barro, de un marrón intenso y cálido; en el centro una copa de vidrio macizo, llamada römer, llena de líquido hasta la mitad; a la izquierda, un jarro de estaño de un color gris plata con tapa y pitorro. Y en el estante donde están estos recipientes, dos pipas de loza y una hoja de papel con notas musicales y texto. Encima de todo lo anterior, objetos metálicos que no pude identificar.
El elemento más fascinante era el fondo. Negro, profundo como un precipicio y a la vez plano como un espejo, tangible y a punto de perderse en las perspectivas del infinito. La tapa transparente de un abismo."

Zbigniew Herbert
Naturaleza muerta con brida





Episodio en una biblioteca

Una muchacha rubia está inclinada sobre un poema. Con un lápiz filoso como una lanza, ella transfiere las palabras a una hoja en blanco y las convierte en trazos, acentos, hemistiquios. El lamento de un poeta caído se ve ahora como una salamandra que es devorada por las hormigas.
Cuando lo cargamos bajo el fuego de las ametralladoras, yo creí que su cuerpo, aún tibio, resucitaría en sus palabras. Y ahora, mientras observo la muerte de las palabras, sé que no hay límite para la decadencia. Todo lo que quedará de nosotros en esta tierra negra será sílabas dispersas. Acentos sobre la nada y el polvo.

Zbigniew Herbert


Escogidos por las estrellas

No es un ángel
es un poeta

no tiene alas
tiene tan solo emplumada
la mano derecha

aletea con esa mano en el aire
se eleva tres pulgadas
y enseguida desciende otra vez

cuando ya está tocando el suelo
rebota con sus piernas
y por un instante se queda suspendido en lo alto
agitando su mano emplumada

ay si fuera posible desprenderse de la atracción de la arcilla
podría instalarse en un nido de estrellas
podría saltar de un rayo a otro
podría–

pero las estrellas
con solo pensar que
pudieran convertirse en su tierra
se precipitan aterradas

el poeta tapa sus ojos
con la mano emplumada
ya no sueña con el vuelo
sino con una caída
que va trazando como un relámpago
los perfiles del infierno

Zbigniew Herbert



La orilla

Espera en la orilla de un largo y lento río
en la otra orilla está Caronte el cielo brilla túrbido
(no es por lo demás ningún cielo) Caronte
ya está aquí se limitó a lanzar la cuerda hasta una rama
ella (el alma) saca el óbolo
que rápidamente se agriaba bajo su lengua
se sienta detrás en la barca vacía
todo esto sin una palabra

si al menos la luna
o el aullido de un perro

Zbigniew Herbert



La piedra

La piedra es la criatura
perfecta

igual a sí misma
vigilante de sus fronteras

exactamente repleta
de pétreo sentido

con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia

su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad

siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor

                -Las piedras no se dejan domesticar
                hasta el final nos mirarán
                con su mirada tranquila clarísima

Zbigniew Herbert


Leer la mano

Todas las líneas descienden al valle de la palma
hasta un hueco en que burbujea la diminuta fuente del destino
Aquí está la línea de la vida
Mira recorre como una flecha
el horizonte de los cinco dedos iluminados por su corriente
que se levanta venciendo todos los obstáculos
y nada es más hermoso ni más fuerte
que su lucha por seguir adelante

Comparada con ella qué indefensa la línea de la fidelidad
como un grito en la noche un río en el desierto
concebido en la arena y muriente en la arena
Tal vez continúa más abajo de la piel
parte el tejido de los músculos y penetra en las arterias
para que de noche podamos ver a nuestros muertos

allá abajo allá adentro donde la memoria y la sangre fluyen
tiros de minas pozos cámaras
llenos de oscuros nombres

Esta colina no estaba aquí
Después de todo recuerdo
que había un niño de tan redonda ternura como si
una lágrima ardiente de plomo
hubiera caído en mi mano
Después de todo recuerdo el pelo
la sombra de una mejilla
frágiles dedos y el peso de una cabeza durmiente

¿Quién destruyó el nido, quién apiló
el monte de indiferencia que no estaba aquí?
,¿Por qué no pones la palma de tu mano
contra tus ojos?

Nosotros echamos la suerte
Estamos aquí para saber 

Zbigniew Herbert
De "Informe sobre la ciudad sitiada"
Traducción de José Emilio Pacheco
Universidad Autónoma Metropolitana
Azcapotzalco, D.F, México   1992


Lluvia

Cuando mi hermano mayor
volvió de la guerra
portaba en su frente una estrellita de plata
y bajo la estrellita
un abismo

un fragmento de granada
lo alcanzó en Verdún
0 quizá en Grunwald¹
(no recordaba los detalles)

hablaba sin cesar
en muchas lenguas
pero la que más le gustaba
era la lengua de la historia

hasta perder el aliento
alzaba del suelo a sus camaradas caídos
Roland Feliksiak Aníbal

gritaba
que era la última cruzada
que pronto Cartago caería
y después entre sollozos reconocía
que él a Napoleón no le caía bien

mirábamos
cómo palidecía
los sentidos le abandonaban
lentamente se iba convirtiendo en un monumento

en el pabellón musical de sus oídos
apareció un bosque de piedra

y la piel de su cara
quedó abrochada
a los dos ciegos y secos
botones de sus ojos

le quedó sólo
el tacto

y qué historias
contaba con sus manos
en la derecha tenía novelas
en la izquierda memorias de un soldado

se llevaron a mi hermano
y lo trasladaron fuera de la ciudad

ahora vuelve cada otoño
delgado y callado
no quiere entrar en casa
golpea en el cristal para que salga

paseamos por las calles
y él me cuenta
historias fabulosas
tocando mi rostro
con los ciegos dedos del llanto

Zbigniew Herbert


Los Antiguos Maestros

Los Antiguos Maestros prescindían de nombres,
sus firmas eran blancos dedos de Madonna
o las rosadas torres di città sul mare
y también escenas de la vida della Beata Umiltà
se diluían en el sogno miracolo crocifissione.
Encontraban refugio bajo párpados de ángeles
tras colinas de nubes en la espesa hierba del paraíso,
naufragaron sin dejar rastro en áureos firmamentos
sin gritos de espanto sin invocar un recuerdo.
La superficie de sus cuadros es lisa como un espejo
no son espejos para nosotros son espejos para los elegidos.
Yo os invoco Viejos Maestros
en los duros momentos de la duda
haced que de mí caiga la reptil escama del orgullo
que sordo quede la tentación de la fama.
Yo os invoco Antiguos Maestros,
Pintor de la Lluvia de Maná,
Pintor de los Arboles Bordados,
Pintor de la Visitación,
Pintor de la Sagrada Sangre.

Zbigniew Herbert



Parábola de los emigrantes rusos

Sucedió en el año veinte
o quizá en el veintiuno
hasta nosotros vinieron
emigrantes rusos

muy altos rubios
de ojos soñadores
y con mujeres de ensueño

cuando cruzaban por el mercado
decíamos -aves de paso

iban a los bailes de los terratenientes
a su alrededor se susurraba -qué joyas

mas cuando las luces de la fiesta se apagaban
la gente quedaba desvalida

los grises periódicos permanecían callados
y sólo el juego del solitario se apiadaba de ellos

tras las ventanas enmudecían las guitarras
e incluso pálidos tornábanse los ojos negros

al atardecer a sus estaciones de origen
los transportaba un samovar con silbato

un par de años más tarde se hablaba
sólo del trío

del que enloqueció
del que se colgó
y de aquella a la que acudían los hombres
los demás vivieron apartados
y poco a poco se convirtieron en ceniza

Esta parábola refiere Mikolaj
quien comprende la perentoriedad de la historia
para asustarme quiero decir para persaduirme

Zbigniew Herbert


Un país

En la misma esquina de este viejo mapa hay un país que añoro.
Es la patria de las manzanas, las colinas, los ríos perezosos, del vino agrio y el amor.
Por desgracia una gran araña tejió sobre él su tela
y con su viscosa saliva cerró las puertas del sueño.
Y es siempre así: el ángel con la espada de fuego, la araña y la conciencia.

Zbigniew Herbert




Una fábula rusa

Viejo se hizo el padrecito¹ zar, viejo se hizo. Ya ni a los palomos podía estrangular con sus propias manos. Áureo y frío se sentaba en el trono. Sólo la barba le crecía hasta el suelo.
Y la iba arrastrando.
Gobernaba entonces algún otro, no se sabe bien quién. Los curiosos escudriñaban el palacio a través de las ventanas, pero Krivonosov tapó las ventanas con horcas. Así, sólo los ahorcados podían ver alguna cosa.
Al final se murió el padrecito zar de una vez. Las campanas repicaron, pero el cuerpo no fue retirado. El zar se había quedado pegadito a su trono. Las patas del trono se habían fundido
con las piernas del zar. Su brazo se había quedado fundido con el brazo del trono. No había forma de arrancarlo de allí. Y enterrar al zar con su tronito de oro, ay, qué pena.

Zbigniew Herbert










No hay comentarios: