El Presidente Wilson, en el mensaje que leyó el 2 de abril último ante el Congreso americano, expuso los motivos de la intervención de su país en la guerra europea, y los propósitos que persigue ese Gobierno, de vindicar y poner a salvo los principios de paz y de justicia en la vida mundial, declarando que los Estados Unidos sólo quedarán satisfechos cuando hayan consolidado la fe en la libertad que las naciones pueden darse, y agregando que lucharán por el triunfo de los derechos democráticos, por la redención de los que viven sometidos al poder y no tienen voz ante sus Gobiernos, por los derechos y libertades de las pequeñas naciones, por el dominio universal de la justicia, y porque el concierto de todos los pueblos aporte y asegure la paz en la humanidad y haga al mundo todo positivamente libre.

Reproduzco algunas declaraciones del histórico documento:

“La igualdad de las naciones sobre la cual debe basarse la paz, si se quiere que sea duradera, debe ser igualdad de derechos; las garantías recíprocas no deben reconocer ni implicar diferencia alguna entre las naciones grandes y chicas, entre poderosas y débiles. El derecho debe basarse, no en la fuerza individual, sino en la fuerza común de las naciones, de cuyo concierto dependerá la paz”.

“... Los gobiernos derivan todos sus justos poderes del consentimiento de los gobernados y no existe en parte alguna el derecho de transferir los pueblos de una soberanía a otra, como si fueran cosas”. 

“Las vías marítimas deben ser libres, tanto en derecho como en la realidad. La libertad de los mares es condición sine qua non de paz, de igualdad y de cooperación”.

“Ningún pueblo debe ser sometido a una soberanía bajo la cual no desea vivir. Ningún territorio debe cambiar de soberano, excepto con el propósito de garantizar a los que habiten en él, la vida y la libertad”.

El Perú, que en todos los actos de su vida internacional ha perseguido incorporar estos principios de justicia en las relaciones jurídicas y políticas de los pueblos americanos; el Perú, que en guerra no lejana sacrificó a estos ideales la sangre de sus hijos, la riqueza de sus tesoros y las esperanzas de su porvenir, no puede ser indiferente a las palabras del Presidente Wilson, y se adhiere, una vez más, a tan nobles propósitos.

No habrán sido estériles los sufrimientos de la humanidad durante estos años de guerra terrible que arrastra a ella a la democracia más poderosa y más pacífica de la historia, si con su esfuerzo se levanta el nuevo edificio de la sociedad internacional sobre la base inconmovible de la justicia y del respeto a la soberanía.

José Simón Pardo y Barreda



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