He regresado a la aldea

He regresado a la aldea
donde aprendí a llorar por primera vez.
Regresé a la montaña
donde la naturaleza es un paisaje
que no precisa de fotografías.
Regrese al hogar que esculpieron en las rocas
mis antepasados.
He regresado al centro de mí mismo,
como yo quería. 

He vuelto a la aldea
porque, abandonado por la poesía,
soñaba el difícil nacimiento del za'atar
y el aún más difícil de las suaves
espigas en la tierra abandonada,
donde yo un día soñé el amor naciente.

He regresado a la aldea
en la que viví una vida antes de mi vida,
raíz de diez mil viñedos
sobre la tierra buena
hasta que el viento llegó,
y me arrastró lejos y me devolvió, de nuevo,
a una vida nueva, como un penitente
que arrastrara su pecado. 

¡Ay, sueño mío número treinta y dos,
he aquí los senderos desaparecidos,
casas tan altas como torres de Babel,
ay, pesado sueño mío
del que jamás brotará retoño! 

¿Dónde están los hijos de la pobreza,
abandonados como las hojas muertas?
Nada queda ya de la que fue mi aldea,
sólo el nombre de aquellas viejas sendas
que hoy solamente son caminos de negro asfalto. 

¡Ay, mi pequeña aldea se ha rendido
a los espejismos de la Civilización!
A mi aldea he vuelto, sí,
mas ya no escucho el ladrido de los perros,
y el palomar se ha vuelto una torre iluminada.
Ya nunca podré imitar con los segadores
la música del ruiseñor,
pues nada permanece ya de aquellos campesinos,
convertidos hoy en braceros a sueldo
con las gargantas llenas de humo.
¡Ay, mi sueño es como un pesado risco:
he vuelto a mi aldea huyendo de la Civilización
como un hijo que viniendo del exilio
otro exilio encontrara más amargo.

 Naim Araidi
Traducción de Carlos Morales



 La investigación

Primero, ellos se apropiaron del abrigo de mi papi,
después de su reloj.
Pusieron el equipaje
En una pila cerca de la pared.
Lo mismo a la gente.
Eso es lo que los investigadores hacen.
Me echaron al ático.
El hedor de leche cruda se mezcló con el jugo fecal
Yo estaba solo. Yo quise vomitar.

 Naim Araidi



Los hijos de Galilea

Los hijos de Galilea son cálidos como el sol,
duros como la terebinta y orgullosos como el roble,
abrasan como el fuego de Sodoma, poseen
la humedad salina de la mar y, sin embargo,
abjuran del placer, renuncian a sus cuerpos. 

Entre la proximidad y la lejanía,
yo extiendo un cordel desde mi cuello a su cuello:
¡ay, hijos de Galilea, dejadme o me perderéis,
dejadme volver para morir más tarde
con Gomorra!
Entre vosotros y yo no hay más que una sola cuerda.
Si vosotros la tensáis, yo la aflojo;
si vosotros la aflojáis, yo la tenso;
¿No creéis que ya va siendo hora
de que nos entendamos? 

Todos los hijos de Galilea son mis antepasados,
y yo su heredero. Es verdad que somos diferentes
pero somos también el mismo hombre tan sólo,
sujetos a la ley de un único linaje interminable.
A pesar mío y de vuestra cólera, la misma soga
nos sujeta: la cuerda que me apresa por el cuello
es el hilo que os abraza por el cuello. 

No, no hay invierno que dure en Galilea:
sobre la nieve florecen los olivos, los cantos perfumados
agitan el aceite para limpiar nuestras heridas,
y sus posos iluminan la nariz
que el ron de Galilea no deja de embriagar. 

Y yo sigo desgarrando mis libros todavía,
porque ellos son la sangre que nos cruza,
la soga que nos ata.
Yo seré la víctima que expíe, con su muerte,
los pecados de mis hijos, y de mi propio pecado.

 Naim Araidi
Traducción de Santiago Núñez Mariner y Carlos Morales





Los nombres de la tierra

Muchos nombres le pusieron a la tierra
y a todos ella sabe responder.
Yo conozco nombres también para la tierra
en que vivo y en la que he de morir
pero esta no es toda la verdad.

Porque yo también respiro el aire de la patria
que en mí dejó su vástago,
aquel que no quiere abandonarme
y se ha roto dentro de mí.
Aquel con quien vivo y a quien hablo
en todas las lenguas que conoce.
Eso es lo más doloroso de mi vida
y eso -créanme- me vino dado. 

Mientras tanto, sólo escribo roto en dos
de derecha a izquierda
y de izquierda a derecha
cuando la derecha está a la izquierda
y la izquierda a la derecha.
A eso es lo que se llama Estado.

 Naim Araidi


Mi Madre

En la ventana abierta
El río está navegando en sus ojos
Bajo la luz de la luna
Los bosques de abedules están gateando
Rosa y plata enternecidos.
Y la oscuridad se mueve
Enfrente de su muerte como una flor
Ahogándose  en mi pálida frente
Mientras estoy dormido.

 Naim Araidi
 traducido por José Ben-Kotel


Noche calma

A través de la oscuridad de una silenciosa entrada
Por detrás el gato se ha metido.
Como el olvidado arroyo el mar es rudo.
Pronto las casas serán peladas como una cansada piel de una cáscara. 

Todo está siempre desordenado.
Un delirio frenesí  en una carretera diabólica.
En el corazón de los pernos están atrapados ahora
Como flechas en un tablero de tiro al blanco. 

Sobre la costa en caída,
Un cansado ​​ ángel-ratón expande
Sus alas en las sombras que se apilan. 

La noche calma lo cubre todo.
Leprosa es la ciudad gigante.
En vano y sin propósito hemos nacido.

 Naim Araidi










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