No lo advirtió entonces, pero había sido arrastrado a un inenarrable juego psicológico.

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Lo que no sabía entonces es que a veces perder la cordura constituye una respuesta adecuada a la realidad.

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Uno de los mayores actos de la clemencia de Dios es que nos tiene en perpetua ignorancia de nuestro destino.

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Estoy cansada de hacer lo que los demás quieren que haga.

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En algún lugar del I Ching se dice: «Siempre enfermo, pero nunca muere». Eso le va muy bien a mi amigo.

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Algunas religiones sustentan la teoría de que Dios interviene a la undécima hora.

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El universo adopta ciertas decisiones y sobre la base de ellas, algunas personas viven y otras mueren. Esta es una ley muy dura. Pero todas las criaturas ceden necesariamente ante el a.

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Dios, nos dijo, le había disparado un rayo de luz rosa directamente a la cabeza, a los ojos; Fat había quedado temporariamente enceguecido y la cabeza le había dolido durante días enteros. Era fácil, dijo, describir el rayo de luz rosa; es exactamente lo que se percibe como post imagen de fosfeno cuando la bombilla de un flash nos destella en la cara. Ese color perseguía espiritualmente a Fat. A veces aparecía en la pantalla de un televisor. Vivía para esa luz, para ese particular color. Sin embargo, en realidad nunca pudo volver a encontrarlo. Nada podía producir ese color en la luz, salvo Dios. En otras palabras, la luz normal no lo contenía.

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Uno de los párrafos del diario de Fat me impresionó lo bastante como para copiarlo e incluirlo aquí. No trata de hernias inguinales, sino de naturaleza más general; expresa la opinión, cada vez más arraigada en Fat, de que el universo es información. Había comenzado a creerlo porque para él el universo —su universo— de hecho, se estaba convirtiendo rápidamente en información.

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Estaba convencido de que el universo había comenzado a hablarle. En otra anotación de su diario se lee: Núm. 36. Tendríamos que poder escuchar esta información o, más bien, esta narración, como una voz neutra dentro de nosotros mismos. Pero algo hubo que no funcionó bien. Toda la creación es un lenguaje y nada más que un lenguaje que, por alguna razón inexplicable, no podemos leer afuera ni escuchar adentro. Por tanto, afirmo que nos hemos convertido en idiotas. Algo le ha sucedido a nuestra inteligencia. Mi razonamiento es el siguiente: el ordenamiento de las partes del Cerebro es un lenguaje. Nosotros somos parte del Cerebro; por tanto, somos lenguaje. ¿Por qué, entonces, no lo sabemos? Ni siquiera sabemos lo que somos, para no hablar ya de la realidad exterior de la que formamos parte. El origen de la palabra «idiota» es la palabra «privado». Cada uno de nosotros se ha vuelto privado y ya no comparte el pensamiento común del Cerebro, salvo en el nivel subliminal. Así, pues, nuestra vida real y nuestros objetivos se desarrollan por debajo del umbral de la conciencia.

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Quizás esta sea la base de la enfermedad mental: hechos incomprensibles ocurren; la vida de uno se convierte en recipiente de engañosas fluctuaciones de lo que solía ser la realidad.

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Siempre se defendía cediendo—.

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Estoy iluminado por una luz sagrada que me fue disparada desde otro mundo. Veo lo que ningún otro hombre ve.

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Debería existir una cláusula obligatoria por la que, si uno encuentra a Dios, no fuera posible perderlo.

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—Verdaderamente he aprendido la lección —dijo Fat al ponerse de pie para abandonar la sala—. El suicidio representa una introyección de la hostilidad que sería mejor dirigir hacia fuera, contra la persona que lo ha frustrado a uno.

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Cuando uno está loco, aprende a mantener la boca cerrada.

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La distinción entre cordura y locura es más estrecha que el filo de una navaja, más aguda que el colmillo de un sabueso, más ágil que el salto de una gacela. Es más engañosa que el más sutil fantasma. Quizá ni siquiera exista; quizás es un fantasma.

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—Hay dos maneras de saber —dijo Doug—. O bien el conocimiento emana de los órganos de los sentidos y se llama conocimiento empírico, o emana de la propia cabeza de uno y se llama a priori

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—Pero usted dice que el plásmata... el Logos... se encontró en Nag Hammadi. —Sí, cuando se leyeron los códices. —¿Está seguro de que no estaba en forma de semil a latente en Qumran? ¿En la Caverna Cinco? —Bueno... —dijo Fat con incertidumbre. —¿De dónde proviene originariamente el plásmata? Al cabo de una pausa, Fat dijo: —De otro sistema estelar. —¿Tiene inconveniente en identificarlo? —Sirio —dijo Fat. —Entonces usted cree que el pueblo dogon del oeste del Sudán es la fuente del cristianismo. —Utilizan el signo del pez —dijo Fat—. Para aludir a Nomino, el gemelo benigno. —Que sería la Forma I o Yang. —Exacto —dijo Fat.

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El doctor Stone no era loco; el doctor Stone era un restaurador de la salud. Probablemente curaba a mucha gente de muchas maneras diversas. Adaptaba la terapia al individuo, no el individuo a la terapia. Que me condenen, pensó Fat.

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En cada caso una bala le había sido disparada en alguna parte, en algún momento de su vida. La bala lo penetraba y el dolor comenzaba a expandirse. De manera insidiosa el dolor lo colmaba hasta que el paciente se quebraba por la mitad, justo en el medio. La tarea de los miembros del personal y de los otros pacientes, por lo demás, consistía en recomponer a la persona, pero esto no era posible en tanto no se eliminara la bala. Todo lo que los terapeutas menores hacían era observar que la persona estaba dividida en dos pedazos e intentar coserlos nuevamente para lograr su unidad; pero les era imposible localizar y eliminar la bala. La bala fatal que le había sido disparada a la persona constituyó la base del tratamiento que dispensó Freud originalmente a la persona psicológicamente herida; Freud había comprendido: la l amó trauma. Más adelante todos se cansaron de buscar la bala fatal; insumía demasiado tiempo. Había que aprender demasiado sobre el paciente.

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—Usted debe saberlo —dijo el doctor Stone, y luego agregó algo que nunca antes nadie le había dicho a Fat—: Usted es la autoridad.

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Siempre le dije a la gente que para cada persona existe una enunciación —una serie de palabras— que tiene el poder de destruirla. Cuando Fat me contó acerca del doctor Stone, advertí (esto se produjo, años después de haber advertido lo anterior) que existe otra enunciación, otra serie de palabras, capaz de curar a la persona. Si uno es afortunado, escucha la segunda; pero se puede estar seguro de que se escuchará la primera; así es el orden de las cosas. Por propia cuenta, sin la menor formación, la gente sabe como disparar la enunciación letal, pero se requiere un muy escrupuloso entrenamiento para el manejo de la segunda.

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—Realidad es lo que no desaparece aun cuando hayas dejado de creer en su existencia.

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La amaría, se amaría a sí mismo y Dios los amaría a ambos. Fat veía amor y Sherri veía futuro infortunio y muerte sobre los que no tenía control. No puede haber encuentro entre mundos tan diferentes.

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¿Ve cómo la muerte se expande?

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La fuente primordial de todas nuestras religiones se encuentra entre los antecesores de la tribu de Dogon, que recibieron su cosmogonía y su cosmología directamente de los invasores de tres ojos que visitaron el planeta hace mucho tiempo atrás. Los invasores de tres ojos son mudos, sordos y telepáticos; no les era posible respirar nuestra atmósfera, tenían el cráneo alargado y deforme como Ijnaton y provenían de un planeta del sistema estelar de Sirio. Aunque no tenían manos —tenían pinzas como las de los cangrejos— eran grandes constructores. Encubiertamente influyeron en nuestra historia para que culminara en un desenlace fructífero. Por este entonces, Fat había perdido todo contacto con la realidad.

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¡Ay de quién tenga en la cabeza otra personalidad malvada o estúpida!

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—Hay alguien más que vive en mí y que no pertenece a este siglo.

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Tomás era el que lo pensaba y no Fat, pero igualmente se le aplicaba a éste. Pero Tomás tenía una ligera ventaja por sobre Fat, porque, como éste lo reconocía, era más inteligente; era la personalidad dominante. Se apoderó de Fat, lo hizo abandonar el vino por la cerveza, lo obligó a recortarse la barba, tenía dificultades para la conducción del automóvil... pero lo más importante de todo, Tomás recordaba —si esa es la palabra— otras personalidades sujeto, una de el as perteneciente a la Creta minoica, alrededor del 3000 a. E.C. al 1100 a. E.C., mucho, mucho tiempo atrás. Tomás aún recordaba un sujeto anterior: uno que había venido a este planeta desde las estrellas. Tomás era el último de los no necios de los tiempos post neolíticos. Como cristiano primitivo de la era apostólica, no había visto a Jesús, pero conoció a gente que sí lo había visto...

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Estamos hablando de Cristo. Es una forma de vida extraterrestre que llegó a este planeta hace millares de años y, como información viviente, pasó a los cerebros de los seres humanos que ya vivían aquí, la población nativa de este planeta. Estamos hablando de una simbiosis entre especies diversas.

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El plásmata inmortal había invadido nuestro mundo y el plásmata era enteramente racional, mientras que nuestro mundo no lo era de modo alguno. Esta estructura forma la base de la cosmovisión de Fat. Es su fundamento mismo.

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Cuando algo comienza a devorar el mundo, algo muy grave está aconteciendo. Si la entidad que lo devora es malvada o insana, la situación no es meramente grave, es lúgubre:

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¿En cuántos mundos existimos simultáneamente?

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La persona que soy ahora, en comparación con la del sueño, ha sido frustrada y derrotada y sólo supone que lleva una vida plena. En los sueños veo realmente en qué consiste una vida plena y en nada se parece a la que yo llevo realmente.

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La gente de tres ojos probablemente habita en un futuro distante; son nuestros descendientes altamente desarrollados. Y probablemente es su tecnología lo que le permitió a Fat emprender su viaje por el tiempo.

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No me pareció que debía decirle a Fat que, según yo creía, su encuentro con Dios era en realidad un encuentro con un sí mismo venido del lejano futuro. El mismo tan evolucionado, tan cambiado, que ya no era un ser humano. Fat había rememorado hasta las estrellas y se había encontrado con un ser dispuesto a volver a las estrellas, y varios sí mismos a lo largo del camino, varios puntos a lo largo de la línea. Todos ellos la misma persona.

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Todo tenía relación con el tiempo. «El tiempo puede superarse», escribió Mircea Eliade. De eso trata todo, en definitiva. El gran misterio de Eleusis, de los órficos, de los cristianos primitivos, de Sarapis, de los misterios grecorromanos, de Hermes Trismegisto, de los alquimistas herméticos del Renacimiento, de la Hermandad de los Rosacruces, de Apolonio de Tiana, de Simón el Mago, de Asclepio, de Paracelso, de Bruno, consisten en la abolición del tiempo.

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Hay dos reinos: el superior y el inferior. El superior derivó del hiperuniverso I o Yang, Forma I de Parménides; es sensible y volitivo. El reino inferior o Yin, Forma II de Parménides, es mecánico, determinista, sin inteligencia y conducido por una causa eficiente, pues emana de una fuente muerta. En tiempos antiguos se lo llamaba «determinismo astral». En general, estamos atrapados en el reino inferior, pero a través de los sacramentos, por mediación del plásmata, nos liberamos. En tanto no se quiebre el determinismo astral, ni siquiera tenemos conciencia de ello, tanto es lo que estamos impedidos. «El Imperio nunca tuvo fin.»

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Cuando uno es Atlas, se tiene que soportar una carga muy grande, y si uno la deja caer, mucha gente sufre, todo un mundo de gente, todo un mundo de sufrimiento.

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Los gritos de los muertos son en verdad terribles; hay que tratar de no oírlos.

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—Me voy —me dijo. —¿Emprendes la indagación? —Lo adivinaste —me contestó Fat. —¿Dónde te diriges? —No lo sé. Simplemente me pondré en movimiento y Cebra será la que me guíe.

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El signo, por supuesto, es el signo de la Cruz. El Salvador de Fat es Fat mismo, como ya lo dilucidé; Cebra es todos los sí mismos a lo largo del eje temporal lineal laminados juntos para formar un sí mismo supra —o trans— temporal que no puede morir y que ha vuelto para salvar a Fat. Pero no me atrevo a decirle a Fat que se está buscando a sí mismo. No está preparado para dar albergue a semejante idea pues, como el resto de nosotros, busca a un salvador exterior.

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Cada cual tiene incorporada una partícula de metal tóxica: «Lo que está en lo alto (el macrocosmos) es lo que está por debajo (el microcosmos o el hombre).» Todos estamos heridos y necesitamos un médico... Elías para los judíos, Cristo para los cristianos, Asclepio para los griegos, Zoroastro para los gnósticos, los seguidores de Mani, etcétera. Morimos porque nacemos enfermos, con una gruesa astil a de metal clavada, con una herida como la herida de Amfortas. Y cuando estemos curados seremos inmortales; así debía ser, pero la astilla de metal tóxico penetró en el macrocosmos y, simultáneamente, penetró también en cada uno de los pluriformes microcósmicos: nosotros.

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La música es lo que le da sentido a todo.

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—¿Algo más? —preguntó Kevin. —Bueno, todo ese maldito asunto de la transferencia de información. Desde VALIS. Desde el satélite. Dijiste que no sólo les envía información, sino que, además, los domina y tiene control sobre ellos. —En última instancia, ese era todo el sentido del film. El satélite...

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—¿No habló la Sibila de tres ojos con la que soñaste de «conspiradores que habían sido descubiertos y que habría que eliminar»?

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Libro de Daniel» que, según tuvo la impresión, describía a Nixon. «En los días postreros de esos reinos Cuando sus pecados hayan alcanzado la cumbre, Un rey hará su entrada, áspero y lúgubre, maestro de la estratagema. Grande será su poder e inauditos sus estragos; Extenderá la desolación entre las grandes naciones y en un pueblo santo. Su mente estará siempre en marcha Y la astucia de sus designios no conocerá el fracaso; Conjurará grandes planes. Y, cuando menos nadie lo piense, muchos serán víctimas de sus estragos. Desafiará aun al Príncipe de los príncipes Y será quebrantado, aunque no por manos humanas.»

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—Mierda, Phil —me dijo esa noche—. ¿Y si el mundo no existe? Si el mundo no existe ¿qué es lo que existe entonces?

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—Lo real es aquel o en lo que Dios cree…

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En vista de la importancia que Eric Lampton le había dado a la sentencia sobre Buda, decidimos l amarnos la Sociedad de Siddharta.

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Como la palabra griega con que se designa ese tipo de aspa es rhipidos —como en reptiles Rhiptoglossa — nos decidimos finalmente por él nombre de Sociedad Rhipidon, que se refería de modo elíptico al pez del cristianismo: Esto también complació a Fat, pues aludía al pueblo Dogon que utilizaba el signo del pez para designar a la deidad benéfica.

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—Por la sociedad Rhipidon —dijo Fat. Hicimos entrechocar las copas. Dije: —Y por nuestro lema. —¿Tenemos un lema? —preguntó Kevin. —Los peces no pueden portar armas —le contesté. Brindamos por ello.

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—¿Es VALIS el Salvador? Por un momento Eric y Linda permanecieron en silencio y luego Linda dijo: —Somos los Amigos de Dios.

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—Son un grupo muy antiguo —repuse— que, según yo lo creía, había desaparecido hace siglos. Eric dijo: —Nunca desaparecimos y somos mucho más antiguos de lo que usted pueda creer. De lo que le hayan dicho. Aun de lo que nosotros le diríamos si nos lo preguntara. —Entonces sois más antiguos aún que Eckhart —dijo Kevin apremiante. Linda respondió: —Sí. —¿Siglos de antelación? —preguntó Kevin. No hubo respuesta. —¿Mil ares de años? —inquirí yo por fin. —«Las altas cumbres son la morada de la cara del monte —dijo Linda— y los peñascos el refugio del tejón.» —¿Qué significa eso? —pregunté; también Kevin—, hablamos al unísono. —Sé lo que significa —repuso David. —No puede ser —dijo Fat; aparentemente, también él había reconocido lo que había citado Linda. Al cabo de un momento Eric dijo: —«La cigüeña hace su nido en las cimas.» Fat me dijo: —Estos pertenecen a la raza de Ijnaton. Ese es el Salmo 104 basado en el himno de Ijnaton; se incorporó a nuestra Biblia; es más antiguo que el a. Linda Lampton dijo: —Somos los horribles constructores con manos como garras. Que nos escondimos avergonzados. Junto con Efaistos construimos grandes muros y la casa de los mismos dioses. —Sí —dijo Kevin—. Efaistos era horrible también. El dios constructor. Ustedes mataron a Asclepios. —Estos son los cíclopes —dijo Fat con voz desmayada. —La palabra significa «ojos redondos» —dijo Kevin. —Pero nosotros tenemos tres ojos —dijo Eric—. De modo que en el registro histórico se cometió un error. —¿Deliberadamente? —preguntó Kevin. Linda respondió: —Sí. —Ustedes son muy viejos —dijo Fat. —Sí, lo somos —dijo Eric, y Linda hizo una señal de asentimiento—. Muy viejos. Pero el tiempo no tiene realidad. No para nosotros, de cualquier manera. —Mi Dios —dijo Fat como alcanzado por un rayo—. Estos son los constructores originales. —Nunca nos hemos detenido —dijo Eric—. Todavía construimos este mundo, esta matriz espacio—temporal. —Ustedes son los creadores —dijo Fat. Los Lampton asintieron. —Son realmente los amigos de Dios —dijo Kevin—. Lo son literalmente.

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Dentro de toda religión se oculta la muerte.

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Bien, como lo dije ya, no importa qué dirección uno siga, cuando uno corre, el dios corre con uno porque se encuentra en todas partes, fuera y dentro de sí.

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—¿Eres Dios? —Soy la que soy —contestó Sofía.

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Pero, como es bien sabido, tengo cierta proclividad a ayudar a los enfermos y los desdichados; son mi centro de gravitación.

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—Tenemos por delante una tecnología refinada del orden más elevado —dije—. Que Mini pudo haber puesto en marcha. —Con lo que te refieres a transmisiones por microondas y cosas por el estilo —dijo Kevin. —Si —repuse. —Un fenómeno puramente tecnológico —dijo Kevin—. Una irrupción tecnológica superior. —Que utiliza la mente humana como transductor —dije—. Sin zona interfacial electrónica.

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Uno siempre tiene que atenerse a la confianza instintiva... o a la falta de confianza. En última instancia, a nada más puede atenerse uno.

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La batalla que antes librasteis no ha terminado, aunque ha llegado el día del sol que cura

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» Yo no soy dios; soy humana. Soy una criatura, la criatura de mi padre que es la Sabiduría Misma. Lleváis en vosotros ahora la autoridad de la Sabiduría; por tanto, sois Sabiduría aun cuando lo olvidéis. No lo olvidaréis por mucho tiempo. Yo estaré presente y os lo recordaré.» El día de la Sabiduría y del gobierno de la Sabiduría ha llegado. El día del poder, que es el enemigo de la Sabiduría, llega a término. El poder y la Sabiduría son los dos principios del mundo. El poder fue el que gobernó y ahora vuelve a la oscuridad de donde provino, y sólo la Sabiduría gobierna.» Los que obedezcan al poder sucumbirán como el poder sucumbe.» Los que aman a la Sabiduría y la siguen medrarán bajo el sol. Recordad, yo estaré con vosotros. En adelante, estaré con cada uno de vosotros. Os acompañaré hasta la prisión si es necesario; hablaré en las cortes de justicia para defenderos; mi voz se escuchará en la tierra donde haya opresión.» No temáis; hablad claro y la Sabiduría os guiará; anteriormente erais hombres solitarios. Ahora tenéis una compañera que nunca enferma, ni decae, ni muere; estáis atados al eterno y brillaréis como el mismo sol que cura.


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VALIS, como información viva, penetraría el mundo, se reproduciría en los cerebros humanos, se cruzaría con ellos, los ayudaría y los guiaría en nivel subliminal, es decir, de manera invisible.

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Si la estupidez mata ¿por qué no te has muerto?

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Más tarde es siempre demasiado tarde.

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