Una imponente presencia rasga el filo de la realidad. Una fuerza inesperada que surge de la nada, a tu espalda. Está ahí, puedes notarla, y te giras para comprobarlo. Descubres que no hay nada. No hay nadie. Solo tú y el firmamento más hermoso que has visto jamás. Y sin embargo… sigue ahí. No es algo que percibas con la vista. Ni con el tacto. Ni con el oído. Pero sabes que está ahí. ¿Qué sentido es capaz de captar la presencia? Posiblemente se trate de una alucinación causada por el aislamiento. Sí, porque todo lo que no tiene explicación es siempre una alucinación.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


Sean Hughes se encontraba en San Francisco y no pudo responder a la llamada de su esposa, que también dejó un mensaje en el contestador: «Sean, soy yo. Solo quería avisarte de que estoy atrapada en este edificio de Nueva York. Hay mucho humo. Quiero que sepas que siempre te voy a querer».

Javier Pérez Campos
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La figura del ángel existe, prácticamente, en todas las religiones. Seres sobrenaturales que aparecen en momentos clave para entregar una comunicación. El término, que procede del griego, significa ‘mensajero’. Los heraldos, los portadores de información, cuyo deber es la ayuda y protección de los fieles. Estos intercesores no pertenecen solo al cristianismo. También aparecen en el judaísmo o en el islam. Seres creados de luz que en ocasiones llegan a adoptar forma humana y que tienen una importancia capital en la religión…
Pero si hay una figura concreta del mundo angélico que guarda estrecha relación con los ayudantes sobrenaturales es, sin duda, el ángel de la guarda. Un ser enviado por Dios cuya misión es la de proteger, guardar y guiar al hombre.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


LA MUERTE PARECE EL ELEMENTO CLAVE PARA LA aparición de los Guardianes. La mayoría de los testigos que han vivido un encuentro de este tipo estaba en situaciones de alto riesgo. No se trata de algo anecdótico, sino de estar, literalmente, al borde del abismo.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


EL ENIGMA DE LOS GUARDIANES NOS DESAFÍA desde cualquier rincón de la historia y del planeta. Pero la investigación antropológica, periodística y comparativa de estos hechos nos muestra la existencia de un patrón: lo remoto. Los lugares solitarios, inaccesibles y alejados de la civilización suelen ser escenarios de encuentro. No quiero decir que sea la única característica, pero sí una de las más importantes. Por eso, para muchos, la montaña es el lugar de aproximación a este tipo de figuras sagradas. No parece casualidad que los episodios más importantes de todas las religiones tuvieran lugar en altas cumbres.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


La mitología es la realidad de un tiempo en que la mente no estaba cercenada por el conocimiento que solo otorgan los cinco sentidos. Por fortuna, a veces los mitos nos salen al paso, nos miran a la cara y hablan al que esté dispuesto a escuchar.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes
  

Según me contaron ambos (José Gregorio González y Fernando Hernández), el Teide, conocido hace siglos como Echeide, era un sitio sagrado que albergaba la figura del temible Guayota, asimilado como un genio maligno aborigen. La función de este demonio era proteger las puertas del mundo subterráneo, que se encontraban en el volcán. De hecho, en muchos tubos volcánicos del Teide se han encontrado vasijas que formaron parte de las ofrendas que se hacían a Guayota.

Javier Pérez Campos
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Me acerqué a ellas con cautela, casi temeroso de su poder ancestral. Con absoluto respeto, me arrodillé para poder contemplarlas detalladamente. Allí estaban los genios de sepultura. La razón de mi viaje. Un tipo de arte funerario, por llamarlo de algún modo, no visto en ninguna otra parte del mundo. Eran torsos humanos, con cabeza y unos penetrantes ojos grabados en piedra. Por boca, una simple muesca apenas reconocible. Saqué la linterna de mi teléfono y comprobé que, al iluminar el rostro, este parecía cobrar vida. Surgían nuevos rasgos no detectados a simple vista. La faz parecía cambiar. Y el gesto no era amable ni mucho menos. Se hizo un silencio absoluto en la sala. Sentí un enorme escalofrío. Imaginé cómo sería encontrarlos bajo la tierra, en su entorno natural. Velando al difunto. Cuando surgieron cientos de ellos en las excavaciones de principios del siglo XX, los llamaron muñecos, porque pensaron que se trataba de figuras decorativas. O parte del ajuar del muerto. Pero el estudio pormenorizado de Fernando Prados y su equipo había llegado a conclusiones muy distintas. No se trataba de figuras decorativas porque se enterraban con el fallecido. Nunca quedaban a la vista. Además, eran creados ex profeso. No formaban parte de la vida cotidiana. Eran seres creados para el último tránsito. Para el paso al Otro Mundo. Los rostros de los genios de sepultura varían con el uso de la luz. Las sombras muestran detalles ocultos, como regueros de lágrimas o bocas entornadas. Fernando me tendió una carpeta llena de fotos en color sepia. La primera referencia de los muñecos. En algunas se veía a niños posando junto a ellos, para tener una referencia del tamaño. —¿Qué te parecen? —Sonrió.» Están tallados en unas calcarenitas, con unos gestos muy concretos. Como una actitud ante la muerte: caras de pánico, gestos de llanto. Pero no es tan importante la representación como su posición. Eso es lo que nos hace vincularlos con elementos de protección.» Es más, se presentan los rasgos de una forma muy basta, muy sintética. Los ojos, la nariz… Se insinúa que es un ser, pero no se le da mayor detalle. Y lo que es importante es que en esa época había pericia suficiente para hacer un rostro realista. Pero, voluntariamente, solo se quería insinuar el carácter humanoide. De ahí las implicaciones que pueden tener con el Más Allá este tipo de tallas. —¿Elaboradas para proteger a los vivos de la acción de los muertos? Guardianes de sepultura… —pregunté. —Sí, pero también las vinculamos con ese mundo muy cercano del norte de África de máscaras grotescas que protegen al difunto y a la tumba de malos espíritus, e incluso de violadores de sepulcros. Este detalle era muy importante en el Imperio romano. Había que proteger al vivo del muerto. Pero también al muerto del vivo, pues existían nigromantes capaces de manipular el alma de los difuntos para maldecir a sus enemigos, sirviéndose así de un poder sobrenatural. Por tanto, la función de los genios de sepultura era la de servir de intermediarios. Otro tipo de Guardianes. En este caso, no salvaban vidas, al menos de forma explícita, como había visto hasta ese momento. Pero sí tenían una función protectora en la sociedad. Una prueba de que siglos antes de Cristo ya existía la ayuda del custodio sobrenatural.

Javier Pérez Campos
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Algunos antropólogos, a este tipo de detalles, como los brazos anormalmente largos, los denominan el intersigno. Es decir, la marca de la otra realidad. El detalle que indica que aquello no es terrenal.

Javier Pérez Campos
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Durante una de mis investigaciones, pasé solo setenta minutos perdido en un bosque asturiano a orillas del río Nalón. Mi teléfono se quedó sin cobertura y no era capaz de encontrar el camino por el que había llegado hasta allí. El miedo desestabilizó mi temperatura corporal y me provocó una enorme taquicardia. Con el tiempo pensé que aquello fue el resultado de un estado de alerta perfeccionado a lo largo de miles de años para garantizar la supervivencia del Homo sapiens. Los sentidos se aguzan. La mente se concentra. El riesgo es analizado de una forma muy distinta a la que otorga la perspectiva cotidiana.

Javier Pérez Campos
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Los Andes no son un lugar cualquiera. Antes del apogeo de los incas, las culturas americanas ya los percibieron como la materialización de sus dioses, por lo que les rindieron tributo. Desde tiempos ancestrales, sus habitantes han realizado allí todo tipo de rituales en honor a los apus, espíritus de la montaña. Los apus son unas deidades protectoras de los hombres y los pueblos, y para pedirles protección había que ofrecerles sacrificios. En ocasiones, humanos. El término apu significa en quechua ‘señor grande’ o ‘juez superior’. La política expansiva del Estado inca, especialmente durante los siglos XV y XVI, originó también el ascenso a las cumbres andinas. Para ello, muchos pueblos construyeron allí recintos ceremoniales, conocidos hoy como adoratorios de altura, para invocar al dios del lugar. En muchos casos, los sacerdotes locales practicaron ofrendas humanas que han aparecido tiempo después en las elevadas cimas (huacas). En total, se han registrado más de ciento noventa montañas con restos arqueológicos en los Andes. En muchos casos, se enviaban niños para ser sacrificados en honor a los apus, enterrándolos bajo alguno de estos adoratorios.

Javier Pérez Campos
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En definitiva, una vez más, el entorno en el que hoy se producen apariciones inexplicables son lugares de contacto desde tiempos pretéritos. Los ríos donde aparecían hadas en la Edad Media han sido escenario de apariciones marianas a mediados del siglo XX. Los solitarios caminos donde surgían damas de blanco se han convertido después en el paisaje propio de supuestas leyendas modernas, como la de la chica de la curva. Como si en el fondo solo estuviéramos actualizando o reinterpretando un conocimiento ancestral y empírico que se repite de manera cíclica.

Javier Pérez Campos
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—Lo que me sorprende, Israel, es la descripción tan clara y corpórea. Ya sabes que, por lo general, no suelen ser visiones tan nítidas. —Eso es algo que me llamó la atención al momento. Fíjate, la ven tan física, tan de carne y hueso, si es que podemos decirlo así, que los testigos al principio ni se asustan. Porque no piensan que pueda ser ningún fantasma. Solo toman conciencia cuando este se mueve o desaparece de manera imposible. Entonces sí asumen que lo que han visto no es algo normal.

Javier Pérez Campos
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—También hay un hombre. Se está escondiendo entre los árboles. Y se asoma. El detalle que me dejó helado. La misma descripción de la actuación de las figuras que observaron Ana y Roberto. Gente escondida entre los árboles. —¿Puedes hablar con ellos, saber algo? —Nos están observando, Javi. Llevan pendientes de nosotros desde que bajamos del coche. Pero no quieren hablar. —¿Y qué quieren? —No lo dicen… Se van. Pero cuando dejo de seguirlos, vuelven a mirarnos. Son muertes terribles. Muertes terribles. La vida se ha cortado de golpe.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


Curiosamente, los Guardianes no tienen denominadores comunes. A veces son simples voces que guían («la voz de la vida»); otras, son siluetas apenas definidas, y otras, familiares o amigos perfectamente reconocibles. Pero uno de los factores habituales es, sin duda, el aislamiento y el peligro constante.

Javier Pérez Campos
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Esta misma conclusión es la que han sacado la mayoría de las personas que hoy viven gracias a una aparición inexplicable. Los encuentros han ocurrido en escenarios de atentados, en lo más remoto de la montaña o en el inhóspito desierto. Pero también en domicilios. En hospitales. En hoteles. En situaciones cotidianas, no solo heroicas. Una figura que surge de la nada. Una voz. Un sueño. ¿Y qué importa si su procedencia es anómala o si surge de lo más hondo de nuestro cerebro? Al testigo le cambia la perspectiva cuando de pronto aparece una mano a la que aferrarse, instantes antes de que todo esté perdido.

Javier Pérez Campos

Los Guardianes


Lo interesante, Javier (dice el doctor Gaona), es que los sueños en el espacio son mucho más extraños que los sueños en la Tierra. Es muy raro. Por ejemplo, nada más llegar a la estación espacial, la mayoría de mis sueños transcurrían en la Tierra. Pero cuando nos alejamos, estos empezaron a transcurrir en el espacio. Al final, cuando nos acercamos de nuevo, empecé a soñar con mi regreso a la Tierra.

Javier Pérez Campos
Los Guardianes


A veces los Guardianes son de carne y hueso. A veces, además, lo son sin ellos saberlo. No me cabe duda.

Javier Pérez Campos
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