Aparición

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé a mi corazón,
Y al verle encadenado a tu hermosura
Bendije mi prisión.

La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi ser,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;

Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.

La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorrumpí a llorar.

Lejos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.

Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te vi,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Vi reflejarse en ti.

José Alcalá Galiano y Fernández de las Peñas



En el álbum de la señorita de Gaviria

En el salón dorado resplandece
en tiesto lindo de soberbia china,
rica en gala y olor, flor peregrina
que al pasmo universal su dueño ofrece.

Y allá distante pobrecilla crece
en el prado que el sol claro ilumina
entre la hierba inculta y tosca espina,
bella aunque humilde flor que el aire mece.

Laura, del salón regio que admiramos
en hora buena gocen los primores,
pues suyos son sus opulentos amos.

Pero amemos al prado con sus flores
si nuestro fue y entre ellos nos criamos
gozando sus perfumes y colores.

José Alcalá Galiano







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