Cuando muchacho
Cuando muchacho
me detenía a soñar
en el cuarto más oscuro de la casa
desde donde, los ruidos cotidianos,
se oían casi como una llovizna.
Ellos eran los únicos reales.
Yo lo sabía, pero igual soñaba.
Todos aspiramos a una porción de humo,
a un trozo de piel en donde guarecernos.
Antonio Aliberti
Destino
Quien anda de viaje se lleva todo lo
que tiene, también la fiebre.
Bartolo Cattafi
Un tren que sale siempre va a alguna parte
un hombre que sale no siempre va a alguna parte
aunque viaje en el mismo tren;
un hombre que sale se lleva todo a cuestas
se lleva todo lo que tiene:
(también sus ganas de quedarse)
(también sus ganas de no ir a ninguna parte).
Antonio Aliberti
El pecado
Todos hemos de pagar,
los que aman y los que no,
los que muestran la frente
y los que se ocultan del sol,
los protegidos,
los desposeídos,
los vividores,
los suicidas…
Todos hemos de pagar:
nuestro pecado original
ha sido
hundir las manos en el infinito
y hacerle un tajo desesperado
a la luz del día.
Antonio Aliberti
Generaciones
Acurrucado entre fajas sábanas
bulto bajo la colcha prendido a la almohada
(posición fetal)
pido a mi madre:
acaríciame la frente
no me dejes salir.
Pero están los hijos; duermen, sueñan
dicen:
despiértanos
queremos vivir.
Antonio Aliberti
Las dos vidas
Si a un cierto punto me miras te miro
(nada extraño entre dos que comparten
el pan y la rutina)
si de pronto mirándote
recuerdo a la rubia del tren
(se perdió en la marea y el reloj)
(¿la perdí?):
no me descubras, déjame la libertad de los sentidos
(el que recuerda vive dos vidas).
Después a la noche mis dos vidas son tuyas
después a la noche tus dos vidas son mías
(no hay lugar para ninguna confusión).
Antonio Aliberti
Lo absoluto ha pasado
y ha dejado un charco donde nunca
hubo nada
Antonio Aliberti
Los amantes
Con la carne en paz se miran
los amantes;
traen de otros aires la levedad
del tiempo.
Se miran sorprendidos
el perfil
ante el espejo
que envejeció de pronto.
Algo se quiebra ante sus ojos:
ella se cubre,
él inicia la fuga
sin moverse.
Antonio Aliberti
Serenidad
Amo la serenidad de ciertas horas,
polvo de eternidad,
taciturna belleza que hay en ciertas tardes
que duermen como niño en su cuna.
No hay símbolos,
sólo voces que suben a la ventana
y comentan su oficio de orfebrería,
de tierra removida bajo la semilla del cielo.
Bebo a pequeños sorbos la reiteración de la brisa
y siento pasar por mis dedos el tiempo,
como cuentas de un rosario.
Hasta que la noche
cae a mis pies como pájaro ciego.
Antonio Aliberti
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