El pájaro raro

Se dice que el mundo es muy antiguo. Pero no suele durar más de cien años. Somos nosotros los que envejecemos. Mientras nazcan seres humanos en el mundo, éste será tan flamante y tan fresco como en el séptimo día, cuando el Señor descansó. Es ahora cuando somos testigos de una obra de la creación que se eleva ante nuestros ojos. A plena luz del día. ¡Es inaudito! Un mundo que surge de la nada… ¡Y algunos dicen que se aburren! La mayor parte del tiempo el mundo está dormido. Lo mismo ocurre en la mayor parte del espacio. Sólo de tarde en tarde el mundo se frota los ojos para librarse del sueño y despertar consciente de sí mismo. «¿Quién soy yo?», pregunta el mundo. «¿De dónde vengo?». Por unos instantes, el pájaro raro se ha posado sobre nuestros hombros.

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos, página 2


El verdadero arte de vivir solo se le exige a aquel que vive sin límites.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 12


¿Qué falta nos hacen los «historiadores» teniendo el escáner del tiempo? Cuando ya no cabe la conjetura, tampoco hay espacio para una ciencia de la historia.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 17


En la medida en que hoy se puede hablar de la historia como una disciplina propia, nos referimos al trabajo que consiste en desarrollar nuevas llaves para el escáner. (En los viejos libros de historia, las notas a pie de página eran cada vez más largas. Hoy en día, toda la disciplina de la historia ha sido degradada a una asignatura de notas a pie de página). Ahora bien, el olfato histórico —algunos lo llaman intuición— no ha quedado invalidado. Pero no nos hacen falta los libros de historia cuando podemos pasearnos libremente y por nuestra cuenta por la historia mundial. Se ha eliminado toda inseguridad histórica. Se pueden contestar todas las preguntas (6 138 432 judíos fueron enviados a la cámara de gas por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Mona Lisa fue la amante secreta de Leonardo. Los orígenes del hombre pueden encontrarse en una serie de extrañas mutaciones hace 211 millones de años, etc. Hay de sobra donde escoger). Muchas otras disciplinas corrieron la misma suerte que la ciencia de la historia. Las primeras en desaparecer fueron disciplinas como la geología, la paleontología, la biología y la astronomía. En realidad, todas las disciplinas están muertas. Lo que no se puede observar en el escáner no merece llamarse ciencia. Las ideas que no puedan probarse mediante la propia experiencia habrán de denominarse especulación y superstición. La vieja expresión «si no lo veo, no lo creo» ha vivido un renacimiento. Representa un principio sano.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 17


La historia del universo se puede seguir —segundo a segundo— desde el Big Bang, hace 16 000 millones de años. Antes de eso no conocemos nada, simplemente porque no hay nada que conocer. De niños, todos hemos intentado mirar antes de los 16 400 millones de años. Eso es algo que sólo haces una vez. Se funde el fusible y te quedas con la pantalla en negro. ¡Claro! Quiero decir: no existe ningún «antes del Big Bang». El tiempo empezó entonces. En ese instante se crearon el tiempo y el espacio. Pero ¿qué fue lo que produjo el Big Bang? ¿Cómo —o por qué— se creó el universo? ¡Ja, ja! Un idiota pregunta más de lo que puede contestar el escáner del tiempo.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 18


Lo que más sorprendió al mundo cuando se construyó el escáner del tiempo fue su capacidad para desvelar todos los enigmas de la historia.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 19


Es tan imposible saber algo del futuro como salir a gatas del Universo.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 21


Nietzsche ya reparó en que la historia puede constituir una amenaza contra la vida pulsante. «Existe un grado de insomnio, de rumia, de sentido histórico, que daña lo vivo y acaba por matarlo, trátese de un individuo, un pueblo o una cultura» …
Ante un exceso de historia, la vida se pulveriza y se degenera, y al final también la propia historia. Lo que Nietzsche quería combatir era el hegelianismo. Pero como crítica cultural sus palabras están mucho más vigentes hoy de lo que estuvieron en su propia época. Hoy somos pobres en lo que Nietzsche llamaba «la fuerza plástica de una cultura». La vida necesita olvido. La salud de un pueblo depende de su capacidad para olvidar. A toda acción —y a toda felicidad— corresponde el olvido. El conocimiento nunca debe reinar sobre la vida. En algún lugar, Nietzsche compara al ser humano que se ha atiborrado de historia con una serpiente que se da un banquete comiéndose una liebre y luego se queda adormilada al sol, incapaz de moverse. El hombre moderno, dice Nietzsche, sufre de una personalidad mermada. Se ha convertido en un espectador errante que goza. Hace mención a Hesíodo (700 a. C., «Filosofía de la historia», ref. 0.017), quien opinaba que la edad de oro ya había pasado. La humanidad pierde constantemente fuerza. Y un día los seres humanos nacerán ya canosos. (Cuando esto ocurra, Zeus borrará instantáneamente la estirpe humana). De hecho, Nietzsche consideraba «la educación histórica» como una especie de «canosidad congénita». Para nosotros, la humanidad es vieja, a la vez que estamos llevando a cabo una actividad de viejo, es decir, un mirar hacia atrás. Estamos llevando a cabo «una consentida ociosidad en el jardín del conocimiento».

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 22


Hoy en día la humanidad entera está sentada en los bancos de la tribuna. Todos somos espectadores. Ni siquiera somos «errantes». (No necesitamos movernos físicamente con el fin de vagabundear). Y, de hecho, no estamos contemplando nuestra propia época contemporánea. Lo que se mira en las pantallas de todos los hogares ocurrió fuera, al aire libre, hace muchos miles de años.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 23


Ya es hora de que diga mi opinión. Obviamente, no soy un ser humano. Nadie lo es hoy en día. Soy el Espíritu universal de Hegel. Soy Dios. Soy Pleroma.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 22


Resulta solitario estar en todas partes.

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 24


¿Por qué a toda costa hay que poner un límite en algún lugar en medio del gran infinito?

Jostein Gaarder
Del relato El escáner del tiempo
El diagnóstico y otros relatos, página 25


Buda

El mundo ya está aquí. Las nubes pasan veloces por el cielo. Los insectos zumban en el aire.
La película se ha detenido en una imagen: Siddharta sentado bajo una higuera. Petrificado.
El río fluye ante la mirada del maestro. Los pájaros aletean sobre el agua. Las alas fraccionan el tiempo en segundos.
Transcurren veinticinco siglos. El hijo del príncipe sigue sentado sin pestañear bajo una higuera, igual que antes.
Los pájaros aletean sobre el agua. El río fluye. Las nubes pasan veloces por el cielo.

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos


Cuando yo muera, pensó Jenny, el mundo entero morirá conmigo. Es otro mundo el que se deja en herencia.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 45


El mundo es un enigma, pensó Jenny. Pero conforme crecemos nos vamos acostumbrando al enigma hasta que deja de resultarnos enigmático. El mundo se convierte en algo conocido. Y hará falta una obstinada reflexión para conseguir quitarle su apariencia de ser algo comprensible. Hace falta una intensa profundización en uno mismo para entender que el mundo es un enigma…

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 52


Sólo se vive algo como enigmático o misterioso cuando ocurre en contraste con lo que esperamos. Sólo nos asombramos cuando se rompe la larga fila de expectativas. Hay que girar el mundo un cuarto. Tenemos que vivir algo «sobrenatural» para notar en nuestro cuerpo que existimos.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 54


Sólo se vive algo como enigmático o misterioso cuando ocurre en contraste con lo que esperamos. Sólo nos asombramos cuando se rompe la larga fila de expectativas. Hay que girar el mundo un cuarto. Tenemos que vivir algo «sobrenatural» para notar en nuestro cuerpo que existimos.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 58


Todo lo que el ser humano puede ver en el cielo son fósiles cósmicos de miles y millones de años atrás. Todo lo que un astrólogo puede hacer es predecir el pasado.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 58



  
Encima de los árboles, las estrellas pinchan la noche como agujas puntiagudas. La luz que emanan vibra como arcos tensados entre cielo y tierra. De esa forma conectan de algún modo el universo entero.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 66


Encima de los árboles, las estrellas pinchan la noche como agujas puntiagudas. La luz que emanan vibra como arcos tensados entre cielo y tierra. De esa forma conectan de algún modo el universo entero.

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 72


Le entraron ganas de parar a la gente y contarle lo que sabía. Pero no podía agarrar sin más a un hombre de negocios cualquiera, con paraguas y maletín, mirarle fijamente a los ojos y decir «Perdone, señor, pero ¿es usted consciente de que usted es la realidad?» o «Querido semejante, ¿no se ha dado cuenta de que usted es Dios?» …

Jostein Gaarder
Del relato El diagnóstico
El diagnóstico y otros relatos, página 73


El lado nocturno

Es diferente por la noche, cuando me despierto muy cerca de ti y estoy solo en la habitación. Ningún sonido, ninguna palabra que estorbe, ninguna mirada. Sólo tú, dormida, de un modo anónimo, bajo el edredón, como una despedida del día que fue, o una promesa del día que llega. Es diferente por la noche. Me incorporo sin hacer ruido en la cama e intuyo tu cuerpo bajo el edredón, desplegado como una ola, o tensado como un arco… veo lo que es tu ola, tu arco, desde el estuche del alma sobre la almohada, bajando por el cuello, la espalda, las piernas… Entonces es cuando veo lo imposible, aquello de lo que nunca hablamos. Veo que ahora colgamos de nuestros cuerpos, colgamos de cierto modo en el aire. Como aquella mañana de octubre en que al fin y al cabo no atravesaste el hielo con tu pisada. ¿Quiénes somos? Hay algo que nos sostiene —¡existimos! Es diferente cuando duermes. Es diferente cuando cabalgas por la noche sin mí. Qué cerca estoy de ti entonces. Aquí, en la misma cama, en una habitación en el espacio. ¡Tan cerca… y tan lejos! ¿Qué estamos haciendo los dos con nuestras vidas? ¿No nos corre algo de prisa vivir? ¿No corre algo de prisa existir? Pues sí, corre prisa. Todo lo demás puede esperar. Mañana, Bella Durmiente, mañana, princesa Aurora, no ahora, cuando el Pegaso de la respiración te lleva por los mares oscuros, sino mañana: ¿podemos entonces dar unos toques de más con las varitas mágicas?

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos, página 87


Un paso hacia atrás

De repente, un día se descubren grandes metrópolis en otro planeta. Habitadas por millones de seres inteligentes. Con rascacielos de setenta plantas. Y con una ingeniosa red de trenes eléctricos de varios pisos bajo tierra… ¿Qué habríamos dicho entonces? Un día hace poco, se me ocurrió que Nueva York es una ciudad así. Y que la Tierra es un planeta así.

Cazar fantasmas puede ser una prueba de paciencia. Y de repente descubres que tú mismo eres uno de ellos. Lo vemos en el espejo de esa pared, que somos nosotros los que andamos de puntillas en la penumbra, somos nosotros eso tan misterioso que intentamos cazar. Es como después de una serie de infructuosos intentos de percepción extrasensorial: ojalá la telepatía fuera probada con un solo intento convincente. Y no sólo con anécdotas sueltas y estadística manipulada. Por no decir nuestro deseo de ver moverse la pata de una mesa o un pájaro volar tranquilamente por la habitación. Y luego tal vez retrocedamos un paso. Tenemos que reconocer que nosotros mismos somos un misterio. Somos peores que un vaso que vuela y unas patas que se mueven. ¡Nosotros existimos! No vemos ni ángeles, ni platillos volantes, pero vemos nuestras propias naves espaciales. No vemos a ningún marciano, pero nos vemos a nosotros mismos.

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos, página 92


Cazar fantasmas puede ser una prueba de paciencia. Y de repente descubres que tú mismo eres uno de ellos.

Jostein Gaarder
Del relato Un paso hacia atrás
El diagnóstico y otros relatos, página 92


Es en el sol donde vivimos, nos movemos y existimos. Somos de la estirpe del sol.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 92


Llevamos y somos llevados por un alma desconocida Cuando el enigma se yergue sobre dos patas sin resolverse nos toca a nosotros Cuando las imágenes soñadas se pellizcan en el brazo sin despertarse somos nosotros Porque nosotros somos el enigma que nadie sabe resolver Somos el cuento de hadas encerrado en su propia imagen Somos aquello que anda sin cesar y nunca logramos la claridad De «Los enigmas de la Esfinge».

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 99




Aquí no estoy solo. La prisión no es un lugar aislado. Qué va. Todos estamos aquí. La humanidad al completo. Todos estamos sentados aquí dentro.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 104


Lo que a mí me lleva al borde de la locura es la realidad. En especial la realidad. En particular también. Más que ninguna otra cosa. (¿Eso me convierte en monomaniaco? ¿Es monomanía interesarse sólo por la realidad? Siempre hay que interesarse por algo…).

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 105


No se llega a ninguna parte con los pensamientos. Para mí, esto es un postulado absoluto. La realidad no se deja captar con la razón. El mundo es una contradicción.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 108


Ya no recuerdo cómo era tener un «interés». ¡Bah! El «interesarse» por algo es como aquello de no ver el bosque por tanto árbol. Uno ni siquiera ve los árboles, sino que mira fijamente el musgo y el brezo hasta que se le salen los ojos o se le cae la cabeza. Lo único realmente interesante de este mundo es que exista. Por lo demás, por mí puede ser como quiera. Puede haber fantasmas, unicornios y elefantes de color rosa en las calles sin que yo lo comente. Al existir el mundo, los límites de lo improbable ya se han transgredido. No me extrañaría que de repente un día un ángel bajara del cielo y me llevara a otra existencia. No necesito cosas así para sentirme asombrado. Ya lo estoy. Mi asombro alcanzó hace tiempo su punto de saturación, y sin estímulos extraordinarios. A mí el mundo me resulta extraordinario aquí y ahora. En la cuneta, por así decirlo. En el banco de la cocina. No me quedaría petrificado, aunque me topara con un marciano en el jardín. ¿Por qué iba a hacerlo? Yo mismo soy un marciano. Me he tropezado conmigo mismo, me he encontrado en el cosmos. (En ese sentido tengo, claro está, mis ventajas. Puede ser una ventaja estar vacunado contra toda clase de sustos. He mirado al Gran Troll a los ojos. No me dejo asustar por un renacuajo. No me subo a una silla gritando cada vez que veo un ratón).

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 112


Hablábamos del mundo. Un planeta en el espacio. Con elefantes y rinocerontes. Vacas, cocodrilos y cucarachas. Almíbar y abadejo… Trenzas y coletas, tetas y muslos, suegra y lumbago… Todo esto como consecuencia de unas reacciones químicas hace unos miles de millones de años. Ésta es mi pequeña perspectiva. No hablo de Lo Grande. No me refiero aquí a la Materia Universal, ni al «estallido» que al parecer puso todo en marcha. No me interesa la astronomía. O la cosmología, que es como se llama de un modo aún más bombástico. ¿Por qué tanta gigantomanía? Basta con tener una piedra en la mano. El universo habría sido igual de inconcebible, aunque sólo hubiera constado de esa única piedra del tamaño de una naranja. La pregunta habría surgido de todos modos: ¿de dónde viene esta piedra? (Los milagros no se miden en kilos. No tiene menos mérito crear un gramo que una megatonelada).

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 113

Nunca descanso. Siempre estaré muy despierto. Y aunque mis semejantes también a su manera estén despiertos, aunque coman, beban y vayan a trabajar, están dormidos.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 115


Los adultos se han acostumbrado a los fenómenos. No recuerdan ya que en un tiempo fueron niños. Se han emborrachado de realidad. Andan a trompicones, ciegos e indiferentes por la tierra, sin conciencia de sí mismos. Están de vuelta de tanta vida, completamente embriagados por todo lo que les cuentan los sentidos. No entienden que la realidad es un cuento de hadas, aunque lo intuyeran mucho antes de ser capaces de pensarlo. Yo soy un niño deforme. Soy tan susceptible como esos recién llegados a la realidad, de 60 o 70 cm de altura. No me hago nunca adulto. Nunca descanso. Siempre estaré muy despierto. Y aunque mis semejantes también a su manera estén despiertos, aunque coman, beban y vayan a trabajar, están dormidos.
Para los niños —que son nuevos en el mundo— la realidad es fantástica. Pero luego ocurre algo terrible en el transcurso del breve tiempo en que el niño se cría, algo que los psicólogos deberían estudiar más a fondo. Pronto se comportan como si hubiesen estado aquí siempre, pierden la capacidad de asombro. Pierden la capacidad de tomar el mundo en serio. Los adultos se han acostumbrado a los fenómenos. No recuerdan ya que en un tiempo fueron niños. Se han emborrachado de realidad. Andan a trompicones, ciegos e indiferentes por la tierra, sin conciencia de sí mismos. Están de vuelta de tanta vida, completamente embriagados por todo lo que les cuentan los sentidos. No entienden que la realidad es un cuento de hadas, aunque lo intuyeran mucho antes de ser capaces de pensarlo. Yo soy un niño deforme. Soy tan susceptible como esos recién llegados a la realidad, de 60 o 70 cm de altura. No me hago nunca adulto. Nunca descanso. Siempre estaré muy despierto. Y aunque mis semejantes también a su manera estén despiertos, aunque coman, beban y vayan a trabajar, están dormidos. Vivos y coleando corretean por un mundo, gatean por un globo en el universo, como figuras de carne y hueso del cuento. Pero no están despiertos. Duermen el sueño de la bella durmiente de la vida burguesa.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 115


He dicho lo mismo de veintiuna maneras diferentes, con la esperanza de que una de ellas, una frase o una palabra, pudiera llegar al receptor. (¡Pero no reaccionáis! Ni siquiera pestañeáis. Sentados sobre vuestros traseros chupando caramelitos y haciendo ruido con el papel de la chocolatina, estáis tan cómodos… ¡Lo único que os importa es tener algo que llevaros a la boca!). Je, je, je… De nada sirve pellizcar a un transeúnte y decirle que la vida es un enigma. No lo va a entender, no puede entenderlo. La naturaleza lo ha protegido contra esas cosas. De nada sirve gritar hasta quedarse ronco que la vida es breve. Con eso no se cambia nada. Tampoco provoca ninguna reacción. Daría lo mismo que pellizcar el tocino a un cerdo diciéndole que pronto llegará la matanza. Tal vez levantara la cabeza y mirara con un par de ojos tontos y anodinos. Uno es un cuento de hadas. Pero no lo es para uno mismo. Lo es para Dios, si existe un Dios. Y lo es para algún que otro marginado, para algún que otro comodín de la baraja. Tiene que haber en mis semejantes un mecanismo innato que les prohíba pensar que la vida es un misterio. Han nacido con un dispositivo de bloqueo en la cabeza que les impide pensar más que de la mano a la boca. Se concentran tanto en cómo es el mundo —o cómo va a ser, o cómo debe ser— que no piensan en absoluto en el hecho de que el mundo es. Se despiertan en medio de un mundo fantástico, pero poco a poco lo viven como algo racional y sensato, aunque sólo son huéspedes aquí por un breve rato. Tienen que estar casi muertos antes de descubrirse a sí mismos. El pequeñoburgués no tiene imaginación para imaginarse el mundo distinto de lo que es. Acepta las premisas de la existencia, se resigna sin más a vivir su vida de pequeñoburgués durante unos 60 o 70 años, para luego desaparecer. Quejarse del estado de las cosas resulta histérico. Llamar a la vida un misterio también es histérico. Porque todo sigue las leyes de la naturaleza. ¿Habéis oído? ¡La realidad es una continua «ley natural»! ¿No es maravilloso? En general, todo está en orden. Las plantas de interior están en el alféizar, los niños acostados, y la tierra dando vueltas en su órbita alrededor del sol. ¡Como si las «leyes naturales» no fueran misteriosas! Para el pequeñoburgués, no. Para él, las leyes naturales no son más que una prolongación racional de las leyes de la familia y la sociedad, de la misma manera que la policía patrulla las calles y la ciencia mantiene la ley y el orden de la razón. Y si de todos modos hubiera algo que no encajara, la última instancia de apelación es la sabiondez de la clerecía. Lo único que el pequeñoburgués desea es una vida cómoda. Pasa por la vida comiendo y bebiendo, es como una tubería por la que corre la vida, hasta que un día se tumba de espaldas y muere, harto ya de vivir.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 115


… cada hora del día es como la primera y la última —es decir, la única—…

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 117


El mundo es un demente. O es así, o el mundo está en orden, y el demente soy yo. Pero ¿qué es peor? Si el mundo es el demente, yo soy el único normal. ¿Hay algo mejor que el hecho de que el mundo sea normal y yo el único demente?

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 117


Cuando yo muera, el mundo se librará de un loco. O eso, o perderá al único normal. Para entonces, ya no importará si era el mundo o yo el que estaba loco. En cualquier caso, el mundo tendrá la última palabra.

Jostein Gaarder
Del relato El crítico
El diagnóstico y otros relatos, página 118


A mí me provocan los jarrones de porcelana, señor inspector de policía. Son tan asquerosamente decorosos… Pero el mundo…, el mundo, no es decoroso. El mundo es brutal…

Jostein Gaarder
Del relato El hombre que no quería morir
El diagnóstico y otros relatos, página 123

  

Morir es ir al descanso.

Jostein Gaarder
Del relato El hombre que no quería morir
El diagnóstico y otros relatos, página 127



El mundo está suelto

Ahora el mundo está aquí. Nunca antes y nunca después es nosotros. Nosotros somos los primeros y los últimos.
El Gran Cuerpo se ha desprendido. Ahora —durante unos segundos— la paloma se posa sobre nuestros hombros.
Luego el enigma desaparece entre nosotros, y el coloso va dando tumbos de casualidad en casualidad.
Mas vamos a usar el mundo mientras esté aquí. Vamos a exprimir los minutos de las horas. ¡Vamos a dar la vuelta a los días con el fin de entrar en su interior!
¡Porque somos reales ahora!
¡Somos reales ahora!
¡Somos reales ahora!

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos, página 127


Segundos. Todas las cosas importantes ocurren en el transcurso de unos segundos.

Jostein Gaarder
Del relato Falsa alarma
El diagnóstico y otros relatos, página 128





Mi vida ya no es lo que era. ¡La mera palabra «digital» es fría como el acero!

Jostein Gaarder
Del relato El reloj digital
El diagnóstico y otros relatos, página 130


El reloj digital es un constante recuerdo de que todas las formas flotan. Una cadena montañosa es el chorro de una cascada. Una galaxia es una flameante lengua de llamas. El alma universal es inconstante como una espiral de humo. No es más que una cuestión de precisión del instrumento.

Jostein Gaarder
Del relato El reloj digital
El diagnóstico y otros relatos, página 131


Nosotros somos imaginación, y ni siquiera sabemos que lo somos.

Jostein Gaarder
Del relato Cuando el autor llegó de visita
El diagnóstico y otros relatos, página 134


—¿Cómo puedo saber que eres el autor? —preguntó uno de ellos. —Tú no puedes saber absolutamente nada, ya que no tienes una conciencia con la que saber. Eres conciencia. Y cuando yo estoy sentado ante mi escritorio reclinado en el sillón y reflexionando sobre las palabras que debo elegir, puedo taparme la boca y reírme de permitirte dudar de si existe o no un autor. El curioso personaje dio un salto de un metro o dos hacia atrás. —Exactamente lo que os dije —replicó el personaje que el año anterior había sorprendido al grupo con su profética elocuencia—. ¡No existimos! Con evidente orgullo, miró a su maestro, pero éste rechazó el envite. —¡Claro que existís! Dentro de unos meses, cientos de ejemplares del libro sobre vosotros estarán en las librerías allí arriba en la Realidad. En los autobuses, tranvías y trenes irá mucha gente leyendo sobre vosotros. ¿Creéis de verdad que esa gente malgastaría su tiempo en algo que no existe? Los personajes de la novela miran a su alrededor. Es como si vieran su pequeño mundo en un contexto mayor. —Soy yo quien os creo —prosigue el autor—, pero ¿qué es la creación literaria? Crear literatura es conquistar aquello que no existe antes de que sea conquistado. Pero ahora, ya conquistados en mi imaginación, sois más que reales. ¿No lo sentís vosotros también así?

Jostein Gaarder
Del relato Cuando el autor llegó de visita
El diagnóstico y otros relatos, página 137


—Yo soy un mecanismo tremendamente frágil, queridos personajes. Por eso me aferro a vosotros. Un día yo dejaré de existir. Pero vosotros duraréis. Si no hubiera creído en vosotros, no habría empleado mi breve tiempo en la tierra en escribir sobre vosotros. Habéis tomado prestada mi alma para vuestra actividad en la novela. Pero yo también he tomado prestada esa alma. No es más mía que vuestra. Y en realidad, somos esa alma más que tenerla.

Jostein Gaarder
Del relato Cuando el autor llegó de visita
El diagnóstico y otros relatos, página 139


¡De qué sirve crear eternamente a ciegas cuando todo lo creado va a desaparecer! Goethe, Fausto II (Mefisto).

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 176


Nadie vive en balde. Todos consiguen su nombre en el Catálogo. Todos tienen la oportunidad de decir y opinar algo que se conservará para toda la posteridad.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 179


Aunque en teoría todo el mundo debería tener tiempo de sobra para meditar sobre lo que desea comunicar, se nota una diferencia espectacular en lo que se refiere a la calidad de los millones de artículos del Catálogo. Pero todos reciben la misma modesta colocación, ya se trate de una reflexión profundísima o de la más vulgar banalidad. En la misma página se pueden leer curiosas meditaciones, sutiles paradojas, sátira política, compulsivos intentos de resolver el enigma de la vida o de formular la quintaesencia del Catálogo, la experiencia de un granjero con la cría de ganado o las recetas culinarias de un ama de casa. En ese sentido, el Catálogo es testigo del triunfo de la democracia. No se exige nada en cuanto a estilo o contenido. Todas las aportaciones son igual de válidas. La filosofía y los excrementos de caballo tienen el mismo valor. Nadie vive en balde. Todos consiguen su nombre en el Catálogo. Todos tienen la oportunidad de decir y opinar algo que se conservará para toda la posteridad. II Leer el Catálogo es como extraer lo mejor de la historia. ¡Cuántas reflexiones profundas, cuántos quebraderos de cabeza, cuántas almas humanas se encuentran detrás de una edición del Catálogo! En nuestra época, la palabra «cultura» es idéntica al Catálogo. La cultura en el sentido arcaico se extinguió a principios del siglo XXI. Incluso ahora sigue habiendo gente que se ocupa de esa cultura, pero sólo por interés histórico. Al contrario que la cultura precatalógica, el Catálogo tiene sobre todo una importancia práctica inestimable. En cualquier rincón del mundo es posible enterarse de lo que cualquier persona considera esencial. La utilidad práctica que la humanidad puede sacar de un foro como éste resulta evidente. Por ejemplo, muchos leen el Catálogo para buscar un amigo o un cónyuge. Y en el momento de ser presentado a alguien, puede dar la casualidad de que uno se acuerde de lo que esa persona ha escrito en el Catálogo. Con ello, el tema de conversación está servido, y la relación goza de un buen comienzo. También muchos leen el Catálogo en busca de la Verdad. Se sabe de gente que ha viajado por todo el planeta para encontrar a alguien a quien él o ella ha considerado interesante a través del Catálogo. Constantemente hay gente que se pone en contacto para estudiar a fondo un artículo. Se crean grupos de estudio y escuelas filosóficas sin cesar. El mundo entero está hermanado. En todo momento ha proliferado una flora de especulaciones en torno al Catálogo. Y se han escrito innumerables tesis doctorales sobre cómo debe leerse y entenderse. La interpretación actual más seductora es la «aritmética». Según esta escuela, el Catálogo —según determinados principios aritméticos— debería poder leerse como una exposición permanente. Esta exposición refleja la historia de la realidad, dibuja un cuadro de la evolución de la vida en la tierra, parafrasea diferentes sistemas filosóficos, etc. Sobre todo, reúne los millones de artículos del Catálogo, convirtiendo la humanidad entera en una sola alma, por no decir en un solo narrador. Místicos de la India han visto esta escuela como seguidora de su antigua doctrina del brahma, o alma universal. Todos somos fragmentos de la misma conciencia, impulsos dentro de la misma alma o facetas del mismo ojo. Este ojo es el Catálogo. Y el Catálogo es el ojo de Dios.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 179


El Catálogo es —tomando prestada la denominación de H. G. Wells— el cerebro del mundo.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 181


El objetivo del Catálogo ha sido que todos los seres humanos tengan sus nombres —y sus reflexiones— trazados en algo inmortal, en algo elevado por encima del tiempo y del espacio. De la misma manera que la estirpe ha transmitido nombres como Buda y Aristóteles, el Catálogo conservará el recuerdo de la totalidad de los ejemplares de la especie humana.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 185


Aún persiste el Catálogo. Aumenta en volumen de año en año. Los depósitos crecen incesantemente, pronto van a cubrir grandes partes de la superficie de la tierra. Cada año que pasa se hace más difícil encontrar espacio libre para la vida. Primero hay que proporcionar espacio al Catálogo. Primero hay que proporcionar espacio a la historia. Pero ¿cabe ya más historia, cabe más cultura? ¿Somos capaces de almacenar más pensamientos e ideas? ¿No nos estamos acercando a un punto de saturación? ¿No se harta la historia de vivir? Aunque nos hubiera gustado tener una civilización eterna en el tiempo, el Catálogo habría sido un proyecto imposible. En el mejor de los casos, nos habríamos ahogado en cultura. El problema es que creamos más historia de la que somos capaces de digerir. Acabamos por ahogarnos en papel. Pereceremos en los excrementos de nuestra propia prehistoria. (Hace mucho que los seres humanos vivían sus vidas en la tierra sin dejar más reminiscencias que sus propios esqueletos y algunos fragmentos de alfarería. Sólo durante los últimos 50 años se han escrito más libros que durante todo el resto de la historia de la humanidad).

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 183


La eternidad no existe. Ése es el quid de la cuestión. No hay ninguna tabla de salvación en este océano en el que flotamos. Ya no tengo miedo a morir. He aceptado que mi tiempo aquí es limitado. Pero soy incapaz de conciliarme con la idea de que todo —es decir, todo— vaya a terminar. No tengo nada a qué aferrarme, nada eterno, nada que se eleve por encima de nuestras tonterías perecederas. Tal vez me sobreviva el Catálogo. Pero no sobrevivirá. También él es un proceso en el tiempo y el espacio. Este universo es aún consciente de que existe. Pero es un fenómeno del todo pasajero. Y aunque la escuela aritmética tuviera razón al afirmar que el Catálogo es el ojo de Dios, resulta poco consolador mientras ese ojo sea una isla en la nada. No hay ningún escondite para el tiempo. El tiempo nos ve en todas partes. Toda la realidad está impregnada de ese elemento nervioso en el que actuamos.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 184



Pertenecemos a una estirpe que desova palabras. Lo más sensato que puede hacer el ser humano es callar.

Jostein Gaarder
Del relato El catálogo
El diagnóstico y otros relatos, página 184













No hay comentarios: