«Me encuentro en pie y desnudo, ante una sala llena de hombres y mujeres de todas las edades. El doctor Pierrakos está mirando atentamente mi cuerpo, 10 mismo que las demás personas que hay en la sala... El doctor Pierrakos camina hacia mí y examina cuidadosamente la textura de mi piel y la calidad general de la musculatura de mi cuerpo. Me pide que recorra la sala durante unos momentos para poder observar mi cuerpo en movimiento ... 
Después de lo que parece un silencio eterno, John Pierrakos empieza a hablarme de mí mismo con una voz que es a la vez severa y singular. Me habla de mi madre, de mi padre y de mis relaciones con ellos. Describe mis actitudes generales respecto a la vida, el amor, las relaciones, el movimiento, el cambio y el desempeño. Con una exactitud notable comenta los tipos de relaciones y estilos de conducta que yo escogería naturalmente y me habla de la manera en que me las arreglo con ellos. Y como colofón describe los principales puntos fuertes y débiles de mi personalidad.
Lo que resultó alarmante en ese experimento fue que todo lo que dijo, cada una de las observaciones que hizo, cada descripción que dio, era totalmente correcto. ¿Cómo era posible que supiera tanto acerca de mi vida y mis sentimientos? Nos había mas conocido el día anterior y no le había hecho partícipe de nada en lo tocante a mi vida ...
Finalmente me percaté de qué y quién era mi informante.
Era mi cuerpo ... ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía mi cuerpo ser tan expresivo en cuanto a mi yo interior? ¿ Cómo podía verse el historial de mi vida en la manera en que estaban
conformados mis músculos? Si yo era mi cuerpo, entonces ¿quién tenía la responsabilidad de su salud y bienestar? ¿ Creaba mi cuerpo a mi mente o creaba ésta a mi cuerpo, y, para empezar, quién creaba la totalidad?
El experimento con John Pierrakos resultó ser el primero de una larga serie de experiencias y descubrimientos que sirvieron para dar una forma totalmente nueva a las relaciones que sostenía con mi cuerpo... con mi propio yo. En esa época dejé de «tener» un cuerpo y comencé a percatarme de que «soy» mi cuerpo y de que mi cuerpo «es» yo... La revelación de que yo «era» mi cuerpo estaba golpeando la puerta de mi preciada
«realidad». Me venían las preguntas a la mente por docenas. Las implicaciones de esas preguntas y sus posibles respuestas no sólo sugerían una mayor apreciación de mi propia autoresponsabilidad personal, sino que también exigían una re-evaluación de todas mis creencias y actitudes en lo referente a casi todo... Me obligaba a considerar de nuevo todos los aspectos de mi vida y de mi ser."

Ken Dychtwald
Cuerpo-mente


"Todo aquello en que yo confiaba en cuanto a la educación, la vida, la muerte y la religión se basaba en esa dualidad del cuerpo y de la mente."

Ken Dychtwald
Cuerpo-mente








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