“Para cuando muera”, se dijo Herbert Schoenheit von Vogelsang, creo que dispondré que mis herederos me hagan revivir un día cada cien años: así podré ver qué suerte corre la Humanidad”.

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Era Ella, bonita y de piel delicada. Sus ojos, en los días en que estaban abiertos, habían sido de un azul brillante y luminoso. Pero aquello ya había pasado: podía hablarle y escuchar sus respuestas, podía comunicarse con ella... pero nunca volvería a verla con los ojos abiertos, y sus labios no se moverían. Cuando él llegase, no le sonreiría, ni lloraría cuando se marchara. “¿Vale la pena?” se preguntó. “¿Es mejor esto que el viejo sistema, directo de la vida a la sepultura? Así la tengo todavía conmigo, en cierto modo. Es esto o nada”.

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Cuando se acaba la fase de semivida, creo que sigues flotando fuera del Sistema, en las estrellas”.

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Ubik Instantáneo tiene el rico aroma del café recién molido. Cuando lo pruebe, su marido dirá: “Cristo, Sally, antes pensaba que hacías un café pse-pse, pero ahora... ¡hmm!”
Inofensivo si se toma de acuerdo con las instrucciones.

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¿Cuál es la facultad psi que contrarrestas? – preguntó Joe a la muchacha. – La precognición, creo.

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– Me pregunto quién habrá pagado a Hollis para que meta a sus hombres en el proyecto de ustedes – murmuró Runciter. – Eso es lo de menos, ¿no cree? Lo que importa es que están allí. – A veces no llegamos a descubrirlo, aunque como usted dice, eso es lo de menos. Es como cuando se meten hormigas en la cocina: uno no se pregunta por qué están dentro; simplemente, busca la forma de echarlas.

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“Parece que acabe de levantarse de la cama. Todavía desarreglada. Como si estuviese irritada con el día, o con todos los días”.

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– Ni siquiera sé todavía qué es lo que puede hacer. – Es precognición, Glen, pero de otra forma – intervino Joe Chip.

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Contempló a la muchacha, deteniéndose en su cabello negro y espeso y su boca sensual; sintió en su interior el despertar de desolados anhelos, deseos inútiles y nebulosos que no conducían a ninguna parte y volvían vacíos a él, completando un círculo perfecto.

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Tenga siempre Ubik a mano. Evite su uso prolongado.

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Tendría veinticinco o veintiséis años, pero no lograba imaginarla más joven y por supuesto nunca llegaría a parecer mayor: tenía demasiado dominio de sí misma y de la realidad externa.

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– Un contacred, por favor – insistió el altavoz, que empezó a emitir un siniestro tic- tac –, o doy parte a la policía dentro de diez segundos. Joe pagó el contacred y el tic-tac cesó. – Podemos arreglárnoslas perfectamente sin gente como usted – dijo el altavoz. – El día menos pensado, la gente como yo se rebelará – contestó airado Joe –, y habrá llegado el fin de la tiranía de la máquina homeostática. Habrá llegado el día de los valores humanos, de la piedad y del calor afectivo; ese día, cualquiera que como yo las haya pasado moradas y necesite un café para tenerse en pie y seguir funcionando mientras deba funcionar, podrá tomar su café caliente tanto si tiene un contacred a mano como si no –.

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Yo también lo oí: era la nada, el sonido de la nada absoluta. Un sonido muy extraño.

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– Un momento, no digas nada. Tengo que pensar – dijo Al –. Es posible que Baltimore sólo esté allí cuando va uno de nosotros. Y el Supermercado del Cliente Afortunado, igual: puede que dejara de existir apenas lo abandonamos. Puede ser incluso que, en realidad, sólo experimentemos esto los que estuvimos en Luna. – Una cuestión filosófica irrelevante y falta de sentido, y además imposible de demostrar o refutar.

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– Me decidí por Ubik después de probar otros soportes de realidad débiles y anticuados.

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– Me decidí por Ubik después de probar otros soportes de realidad débiles y anticuados.

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La regresión que presentaba el televisor era muy considerable: en su lugar aparecía un receptor de radio Atwater-Kent de onda media, con su mueble de madera barnizada en tono oscuro, su antena y su toma de tierra. “Dios del cielo”, dijo Joe para sus adentros, asombrado. Pero ¿por qué no se había convertido el televisor en una masa informe de metal y plástico? Después de todo, aquellos eran sus componentes; fue construido con ellos, no con las piezas de un receptor de radio más antiguo. Todo aquello venía quizá a confirmar, de algún modo extraño, una vieja filosofía abandonada, la de los objetos ideales de Platón, los universales que tenían una existencia real para cada clase. La forma televisor era un modelo impuesto como sucesor de otros modelos, como la sucesión de los fotogramas de una secuencia filmada. “Las formas primitivas deben de llevar una vida residual, invisible, en cada objeto”, meditó Joe. “El pasado está latente, sumergido, pero sigue ahí y puede aflorar a la superficie tan pronto desaparezcan, por cualquier desafortunado motivo y contra lo que nos enseña la experiencia diaria, las características del objeto último, más tardío. El hombre no contiene al muchacho, sino a los hombres que le precedieron. La historia empezó hace mucho.” Los restos deshidratados de Wendy. La sucesión de formas que se da normalmente se detuvo y la última se borró sin que viniera otra a reemplazarla. “Ninguna nueva forma, ninguna nueva etapa de lo que consideramos crecimiento, vino a llenar el hueco. Será esto lo que experimentamos como vejez; de esta ausencia nacen la decrepitud y la senilidad. Sólo que en aquel caso sucedió de pronto, en unas horas.” Pero la vieja teoría decía algo más... ¿No creía Platón que existía algo que sobrevivía a la degeneración, algo interior, inasequible a la descomposición? El viejo dualismo del cuerpo separado del alma: el cuerpo, acabando como había acabado Wendy, y el alma lejos, como el pájaro que abandona el nido. “Quizá sea así”, pensó Joe. “Quizá volvamos a nacer, como dice el Libro Tibetano de los Muertos. Es realmente cierto. Vaya, así lo espero, porque en tal caso podremos reunirnos todos de nuevo. Como en El osito Winnie: en otro lugar del bosque donde jugarán eternamente un niño y su oso... Es una idea que no pasará, una idea imperecedera, como todos nosotros: al final, todos nos reuniremos con el osito en un lugar nuevo, más claro y más duradero.”

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¿Qué significa "poderes psiónicos"? Varios empleados del señor Runciter usaron ese término. – Significa poderes parapsicológicos, fuerzas mentales que actúan de forma directa, sin intervención de entidad física alguna. – ¿Quiere decir poderes místicos, como el de conocer el futuro? Se lo pregunto porque algunas de aquellas personas hablaban del futuro como si ya existiera. No conmigo; sólo hablaban de ello entre sí, pero yo lo oí sin querer... En fin, ya se sabe... Todos ustedes son médiums, ¿no? – Por así decirlo. – ¿Qué prevé usted en cuanto a la guerra que hay en Europa? – Alemania y Japón serán derrotadas – respondió Joe –. Los Estados Unidos entrarán en la lucha el siete de diciembre de mil novecientos cuarenta y uno –. Sin el menor deseo de hablar de aquello, se encerr en el mutismo; tenía otros problemas en que enfrascarse.

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Ubik con mantequilla, ¡qué maravilla!

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Dejamos que viniera Pat Conley, una mujer que no conocíamos y cuya facultad no entendíamos. Posiblemente no la entiende ni el mismísimo Ray Hollis. Es una habilidad relacionada de alguna manera con la reversión del tiempo, no exactamente la capacidad de viajar por él. Basta con un ejemplo: no puede ir al futuro. En cierto modo, tampoco puede ir al pasado; lo que hace, 110 según alcanzo a comprender, es desencadenar un proceso que suscita estados primitivos inmanentes en las configuraciones de la materia.

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Es evidente que ella forzó su capacidad hasta este límite: mil novecientos treinta y nueve. Este era el límite.

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– ¿Qué es el Ubik? – quiso saber Joe. No hubo respuesta –. Yo no lo sé, pero usted tampoco sabe qué es ni cómo funciona. Ni siquiera sabe de dónde sale.

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Runciter salió de la sala y se dirigió hacia el aparato que servía las anfetaminas: introdujo una moneda, accionó el mando de selección y por la correspondiente abertura cayó con un ruidito metálico un pequeño objeto que le era muy familiar.

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– Hice lo que hago siempre. Es difícil de explicar, pero lo he venido haciendo durante mucho tiempo con un montón de semivivos. Me como su vida, o lo que queda de ella. En cada persona hay muy poca, y por lo tanto me hacen falta muchas. Antes aguardaba a que llevaran algún tiempo en la semivida, pero ahora las necesito de inmediato si quiero seguir vivo. Si se acerca, abriré la boca para que oiga las voces. No todas, claro: sólo las de los últimos que he tragado.

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– Usted es la otra fuerza – dijo Joe –. Jory nos destruye, y usted trata de ayudarnos.

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– ¿No sucumbiré yo una vez renazca usted? – Tendrá el suministro vitalicio de Ubik, como consta en el certificado.

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… en la semivida, pese a todo, vamos debilitándonos inexorablemente.


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– ¿Qué es el Ubik? – preguntó Joe, deseando retenerla.

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“Estamos atendidos por espectros orgánicos que por medio de palabras y escritos penetran en este medio que es nuevo para nosotros”, pensó. “Son fantasmas reales, atentos y sabios, que viven en el mundo de la auténtica vida, algunos elementos de la cual llegan a nosotros en forma de astillas, punzantes pero de impagables efectos, de una sustancia que palpita como un corazón. De entre todos ellos, vaya mi particular agradecimiento a Glen Runciter, que escribe tantas notas de instrucciones y redacta el texto de tantas etiquetas. Son notas de un inmenso valor”.

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Yo soy Ubik. Antes de que el universo existiera, yo existía. Yo hice los soles y los mundos. Yo creé las vidas y los espacios en los que habitan. Yo las cambio de lugar a mi antojo. Van donde yo dispongo y hacen lo que yo les ordeno. Yo soy el verbo, y mi nombre no puede ser pronunciado. Es el nombre que nadie conoce. Me llaman Ubik, pero Ubik no es mi nombre. Yo Soy. Yo Seré siempre.

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