A mis sordos hermanos

Me he cansado de vuestros insípidos cielos.
Pierna sobre pierna, boca sobre boca, muertas.
¿Qué fuerza impide el florecer?
¿Un gulag, que extiende como un cáncer, en las serviles cabezas?
Yo llevo a Dios en mi corazón y lo prodigo
como agua para aquellos que hace tiempo no han bebido.
Que languidecen por esta imaginaria tectónica
de provincia y el pedestal del suicidio,
el campeón nacional.
Para aquellos que flaquean, matan, duermen
y ya no sienten miedo.
No permitiré que sea libre
por doquier y sólo caiga en una negrura
hueca y árida en mi tierra natal.
No soy un cínico, soy un poeta, un profeta.
Con mi vida me marcho adonde soy.
No me estrangularán vuestras redes,
vuestros balbuceos al estilo de Saint-Beuve no
son norma para nadie.
No voy a trastabillar y caer como Cankar.
No me dorarán en un estéril misal como a -upanèiè.
Mi elemento es el mar, si no lo tenéis, os lo
doy.
Mi elemento es el aire, muerto y envenenado,
purificado.
Si soy el único en quien late la libertad,
no me rendiré.
Prefiero la muerte al humillante genocidio de vuestra
mermelada.
El alma es eterna, no lo sabéis.
Yo os lo he dicho.
Este espacio habrá de sobrevivir sólo con un tremendo
esfuerzo de todos nosotros.
Y si habréis de trompincar entre mis piernas,
os pisotearé como a hormigas.
Mejor uno con vida, que dará testimonio de sus goces y
tormentos, a esta cuajada gelatina
del Hades, que no es ni la sombra de una huella
de hombres vivientes y un tiempo
sin dobleces que respira bajo esta
tierra y tmabién sobre estos cielos; sólo
es necesario tener colmillos, dientes,
y, con la gracia de los dioses, asestar un golpe
en el corazón de este desfalleciente destino para que alguien
despierte y oiga algo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.

Tomaž Šalamun


Bóveda celeste

Con tu mano silenciosa y delgada apagas estrellas.
Prodigas mi nombre como la abeja su miel.
¡Muérdeme! Quema mis ojos. Lejano
mar de búfalos en el aire ceniciento y
verde. El gusto es sutituible, yo no.
Estoy clavado en la cruz y derrocho tus
frutos. Mira: cada gota de mi
memoria es un latido de la bóveda todavía
cuajada en el milagro de que el cielo vive.
El animal cede, se arrodilla, herido de muerte.
Te sacudes el blanco plumón de luces y
la inscripción en tu pecho no se enciende para
nadie. En tu boca silenciosa y suave
has abrasado mi cuello.

Tomaž Šalamun



Cartas a mi mujer

I

Seré fusilado un
Día
que será
compacto y
fresco.

II

Say hello to Darko if he comes around.
Yo soy vuestro hijo.
Yo soy tu
sol negro.

III

Observo a una hembra que
mira
enajenada.
Fuma furiosamente un cigarrillo.

IV

Una mariquita gana
un patchwork por cada
punto negro y
rojo.

V

La tribu
del Libro roe los huesos en gelatina y
mermelada.
La naturaleza va
en dirección contraria.

VI

Es con el fascismo y con la muerte con los que soy más benévolo.
Si fuera
Hitler, habría
hecho rebanadas de Eva Braun.
Una de las primeras
fotografías de él siempre me llena
de alegría.
Esquiando, en los Alpes,
con una gorra verde con goma.
Las cenizas puestas a cocción piadosamente,
se siguen elevando
hacia el cielo.

VII

En mi opinión
las tortugas
viven tanto
tiempo porque no distinguen
los colores.

VIII

Morir sobre una piel.
Mirar las montañas por la ventana.
Cortar en carne y sangre lo que lleva el viento.
Este es mi tiempo.

IX

En las bellas formas se esconde
una herida.
Los arroyos y los campos están
en tablas.
En aquél entonces no había
puentes de hormigón armado. Si
el corazón no mira hacia afuera
de los arcos, no mira
a ningún sitio.
Los estigmas son domesticación
y olvido.

Tomaž Šalamun


Epitafio

Cuando nombré a Dios
comencé a hundirme.
Aquí la sangre salpica de la herida.
Aquí está cortado de tal modo
que veo a través de TODO.
El narciso es el más puro
porque va quemando todo a la vez.
Mi nombre escrito es un combate con las tinieblas.

Tomaž Šalamun


Esmalte

El destino me hace rodar. A veces como un huevo. A veces me
zarandea con sus zarpas por la pendiente. Grito. Me resisto.
Empeño todo mi jugo. No debería hacerlo.
El destino puede apagarme, eso ya lo he sentido. Si

el destino no nos animara, estaríamos muertos en el acto.
He vivido días y días con el tremendo pavor de que el sol
nunca más habría de salir. De que aquel fuera mi postrer día.
He sentido cómo la luz se escurría de entre mis manos, y si

no hubiera tenido suficientes monedas en mi bolsillo y la
voz de Metka no fuera lo suficientemente dulce y amable y
concreta y real, el alma se me hubiera escapado del cuerpo como alguna

vez lo habrá de hacer. Con la muerte hay que ser amable.
El hogar es de dónde venimos. Permanecemos vivos un instante.
Mientras el esmalte se está secando.

Tomaž Šalamun



La medida del tiempo

¡Oh tú, que haces posible el puro gozo!
El sufrimiento y el abandono, la siembra callada,
el mudo envenenamiento del jugo y las células.
Que me traicionas y ajustas las correas. ¡Más! ¡Más!
Que exprimes con cruel dulzura la muerte de mí.
Un ladrón es mi Grial.
Que te olvidas de mí.
Que has roto mi sangre apenas
te entré.
¡Monstruo idéntico!
Nada sabes de pérdidas.
En quien la única huella de placer sobre tu
cuero se dispara en aquella millonésima
fracción de segundo en que tomas
el cash.
Sólo en aquel momento te estremeces.
Que con la mirada quemas y reduces a cenizas.
Que tienes la fragancia del heno.
¿Qué esperas, férreo príncipe? Mi
Saturno ya está partiendo.
¡Aprieta!
¡Incrústate en la embriguez y mira!
Todo oscila: el mar, la luna, Li Tai Po.
¡No mires hacia atrás, amado mío!
Junto a quien he vivido la más terrible
entrega.
¡No mires hacia atrás, te digo!
Eres uno y único.
Sólo tu nieve es cristal y muro.

Tomaž Šalamun



Nicola Tesla

Cuando San Francisco se desprendió de su manto,
no tuvo frío. Frío le daba su vida pasada
que estaba fermentando para convertirse en vino.
Cuando se convirtió en vino, lo bebieron los topos,
las langostas, los gatos, que en el medio
evo estaban encadenados, pues antes habían sido
leones. La gente temía que se la
comieran los gatos. Eso no es verdad, porque los gatos nunca comieron gente. Sólo que los perezosos y distraídos
monjezuelos copiaban con tanto descuido
que se hizo herrumbre,
como en los transatlánticos.
Los gatos fueron realmente leones, pero
leones de seda.
Y los costureros ya estaban
junto a ellos cuando pacían en el desierto.
Pacían porque lamían la arena,
como las gallinas que necesitan calcio.
Las gallinas yacen de lado en la oscuridad.
Hay luces encendidas en las casas de la gente.
Nicola Tesla extrajo
la electricidad con mucho trabajo,
como la gente que pela guisantes y separa
la vaina de los guisantes. Una vez hecho eso
dijo esto es electricidad y basta.
Ahora la podemos apagar y nos dormimos.

Tomaž Šalamun


Soy un albañil

soy un albañil, un sacerdote del polvo
fuerte como un monstruo, como la corteza del pan
soy un nenúfar, soy un guerrero de los árboles sagrados
de los sagrados sueños, grito con los ángeles

soy un castillo, una pared muerta
conduzco naves, soy un barquero para los viajeros
¡Oh madera! ¡madera!
garzas, venid, sangre

venid, jardineros; luz, ilumina
ven, mano extendida, cristal
azules remolinos, ven, tersura
viento que deslizas seres de otros campos

aquí los prados están quemados, la lava bulle
los pastores esperan, agitando sus alas impacientes
los perros se olfatean, los ovejeros,
aquí se yergue la memoria, el orden, los signos del porvenir

Tomaž Šalamun



Yo y tú

A mí nunca me besaba tu boca, nunca
bebiste la nieve. Tú, melancólica estatua, que ahora
te hielas bajo aludes. Una pregunta
cruel: ¿todavía calientas tu iglú? Te he embrujado

y te he desmembrado. Y las arrugas que se ahondan
en tu frente, otrora divina, quizás ya no tienes ni
derecho a ellas. No, no me has vuelto a herir. Oh, pequeña
momia, flor abortada, tu recuerdo palidece.

Hay océanos, y tu hastiado, en medio. Piedra dura
y desesperante, embadurnada de silicato. Volveremos a amarnos,
volveré a desparramarte las colmenas. Ya no es fuerte

mi deseo, has triunfado, en verdad estás vacío. Y en mí,
una alameda de infinitos otros, también se ha entumecido tu
rojo corazón. Sólo en ti gargarizaba yo de felicidad.

Tomaž Šalamun














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