Bórrame de tus ojos

Bórrame de tus ojos
que no sepas mi rostro
de la multitud
ni el camino de mi mano
sobre tu piel

Rastro en la duna
los días nuestros:
la palabra-luz
el bien herido beso
el café quemado
el cine de lluvia

Espacios y distancias
y aún las horas
retienen tu nombre.

Mariana Bernárdez


El tiempo se abre

El tiempo se abre
grieta abajo de mis pies
Del antebrazo
se desprenden alas
que confirman el vahído profundo
al caer en lo oscuro de la luz
Se hace vacío la materia
Grito que bordea
el despeñadero de piedra

Mirarte después en el margen
con las cartas echadas
más azar que destino
cuando en la noche sólo corre
el aroma de las hojas
y esperar a que el sonido
gobierne este no tiempo
que rezuma ojos y alba

No dominar la mano que tantea vuelo
ni la pierna que alza los músculos
al asumirse temblor en jacaranda
que espiga el monte

Manchas en la visión
desanudando los actos
fragilidad ascendente del cuerpo
en la pura blancura de la luz.

Mariana Bernárdez


Escríbeme en los ojos

Escríbeme en los ojos
el tiro certero de lo inquebrantable
todo ausencia en el revés de lo ido
para saber que sólo en la penumbra
se comprende el juego del resplandor
diafragma que descompone en su gravitar
un prisma que rebasa la desmesura
gravidez en reclamo
de un vientre para alumbrarse
pero apenas es un leve balbuceo
de quien derrotado apura el cáliz del Leteo
en bálsamo para lo maltrecho
denuncia del tatuaje en cuerpo luminoso
que deslava sus líneas
para caer en la servidumbre de la palabra escrita.

Mariana Bernárdez


Fuego rojo de canto

Fuego rojo de canto
que adentra la garganta
para después soñarse instante
arrancando de tu labio
la sal del horizonte
luego de tarde
semilla silabándose en nombre.

Canta pausa de antes
para templarte en rayo
fulgor que ilumina la arena
mi mano caracol en danza

y rompo las palabras hasta su nacimiento
desesperación de luz que aleja mi pie
del círculo donde se beben
nuestros ojos

y separo cada raya para hallar
entre sus letras
piedra en vendaval
verde miel de pozo.

Mariana Bernárdez



Qué solo el mundo
qué solos hemos quedado en medio del ruido infernal de ciudad
como si fuéramos notas sueltas de una partitura ardiendo en la pira del desamparo
dónde quedó la risa adolescente o el juego de la matatena
las canciones en corrillo o los viajes en el tren de madera
Quedan los testigos mudos de lo alguna vez indudable
las insignificancias que en su tránsito alcanzan la alcurnia de lo eterno
pero no los cuerpos en su amándose
no la pared blanquísima donde el humo configura el retazo del tiempo
no la promesa sobre la que se erigen los póstigos y los ventanales
donde se enraízan las aguas de una fuente imaginaria
atrás el pozo
atrás la acequia y la huerta
atrás
y se me atraganta la pena de haber querido tanto
y tener ya la boca amarga
porque inútil es fustigarse para salvar lo insalvable
aunque siempre atormente la hermosura de lo perdido
y baile su silueta en el perfil del desierto.

Mariana Bernárdez


Toma pues esto que soy
Este nombre
que rezuma en su bautizarse
no la carne del deseo
sino el anhelo largamente perseguido
que sólo es vencido cuando al pronunciarnos
soy parte y todo en ti.

Mariana Bernárdez










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