Ceremonia solitaria bajo la luz de la luna

La masturbación es un caballo blanco
Galopando entre el jardín
Y el baño de mi casa
La masturbación se aprende
Mirando y mirando la luna
Abriendo y cerrando puertas
Sin darse cuenta que la entrada y la salida
Nunca han existido
Jugando con la desesperación
Y el terciopelo negro
Mordiendo y arañando el firmamento
Levantando torres de palabras
O dirigiendo el pequeño pene oscuro
Posiblemente hacia el alba
O hacia una esfera de mármol tibio y mojado
O en el peor de los casos
Hacia una hoja de papel como ésta
Pero escribiendo tan sólo la palabra
Luna
En una esquina
Pero sobre todo
Haciendo espuma de la noche a la mañana
Incluidos sábado y domingo.

Jorge Eduardo Eielson


"¿Cómo habrá hecho? Era un muchacho del campo. Hijo natural de un italiano y una chuncha. Nos conocimos apenas. Éramos adolescentes. Luego nos vimos en París, quince años después. No estudió casi nada Giuliano. Sólo la primaria. ¿Será verdad que una rica señora se enamoró perdidamente de él y que abandonó familia y relaciones y se lo trajo a Europa? ¿Que robó y chantajeó a un Ministro maricón? ¿Que después de un viaje a los Estados Unidos, en donde hizo lo mismo, regresó a Lima y abrió su primera fábrica de helados? Deben ser chismes. Tiene mérito, de todos modos. La metamorfosis era perfecta. Sus ojos verdes no eran ya sino alfileres. ¿Cómo sería vestido con tu Gran Traje de Seda, Dogaresa? ¿Y tú con su camisa blanca, su corbata negra, sus zapatos lustrados?
Estiré un brazo fuera de las sábanas, cogí un cigarrillo y lo encendí. De improviso todos mis pensamientos se detuvieron. Me vinieron unos deseos imperiosos de decir algo. Pero la frase que yo buscaba no estaba hecha de palabras. Ni tampoco de pensamiento. Era como una sed ardiente. Como un vacío entre el corazón y el estómago. Todos los poemas escritos durante mi adolescencia parecieron quemarse rápidamente dentro de mí y convertirse en humo. Una última llamarada en la que desaparecían para siempre las palabras, dejándome sumido en una luminosa y solitaria perfección. La dorada jaula terrestre acababa de abrirse ante mí. Me ofrecía algo que todavía no estaba en condiciones de aceptar.
Una pureza indescriptible hacía aparecer sagrados mis menores gestos. Superfluo mi propio pensamiento. Perecedera e inútil la más espléndida belleza. El universo entero no era nada comparado con mi propio cigarrillo, con su ceniza grisácea en el cenicero de loza blanca sobre mi silla de paja apoyada sobre el piso de madera crujiente en ese cuarto de pensión de la Via della Croce en la ciudad de Roma Italia república democrática europea del planeta Tierra séptimo de un sistema solar situado en la periferia de la Vía Láctea constelación a espiral del mundo conocido.
Toda mi vida pasada y futura se arremolinaba allí ahora. Las cortinas abiertas me invitaban a volar. Dos alas inmensas rebalsaban de la cama. Me pesaban a la espalda. Suntuosas alas de plumas áureas, tornasoladas, bermellón, naranja. Cualquier vuelo sería posible con ellas. Cualquier misterio se aclararía al instante. Un chiwaco negro me esperaba en la ventana, me indicaba la ruta. Discos y mariposas gigantes de oro antiquísimo me acompañarían sobre los Andes hasta el Ombligo del Mundo. Sobre el Himalaya, hasta la Montaña de la Beatitud Celeste. Lejos, las deflagraciones atómicas. Las incesantes cascadas de sangre. Las maravillas del arte. Los prodigios de la industria y la tecnología. La partenogénesis. La física matemática. La cibernética. El control del tiempo y de la gravedad. La victoria sobre la muerte. Lejos, lejos todo. Mi sed había aumentado y sólo atiné a refrescarme los labios con un vaso de agua que encontré a mi alcance. Las grandes alas brillantes me servían ahora para nadar. Se habían vuelto invisibles en la inmensidad de un vaso de agua. En mi rudimentaria estructura molecular la luz vibraba ahora triunfante como en un templo de vidrio.
Pero ser una sola cosa con la luz no era nada todavía. Poseer la sustancia del ángel, ser el Alfa y el Omega, ser inmenso como el sol y diminuto como el átomo, no era nada todavía. La infinitud de mi medida devoraba números y números y números, pero no incluía nada. Era el vacío total. La creación entera se había transformado en cifras. Una gigantesca muralla que mis alas no podían superar. En la trayectoria de una estrella, en el vuelo de los ángeles como en la música de Mozart ¿no había sino cifras? Las pirámides de Egipto reposaban cómodamente en la palma de mi mano. La velocidad de la luz era una vela encendida a cuestas de una tortuga. Cifras solamente. La eternidad misma era una cifra cualquiera."

Jorge Eduardo Eielson
El cuerpo de Giulia-no


Cuerpo de tierra

Todo lo que veo sobre la tierra
Me convence que jamás seré un hombre
Ni una mujer ni una hormiga
Y ni siquiera una persona educada
No me corto el pelo ni la barba
Si no cuando el cielo me lo pide
El cocodrilo es mi hermano querido
Las cucarachas mi única familia
Comparto con la yerba y con el sapo
El amor a la lluvia         avanzo todavía
Generalmente en cuatro patas
Encima de dos zapatos
O debajo de un sombrero

Jorge Eduardo Eielson


Cuerpo melancólico

Si el corazón se nubla el corazón
La amapola de carne que adormece
Nuestra vida el brillo del dolor arroja
El cerebro en la sombra y riñones
Hígado intestinos y hasta los mismos labios
La nariz y las orejas se oscurecen
Los pies se vuelven esclavos
De las manos y los ojos se humedecen
El cuerpo entero padece
De una antigua enfermedad violeta
Cuyo nombre es melancolía y cuyo emblema
Es una silla vacía

Jorge Eduardo Eielson



"De hecho, en una sociedad laica como la nuestra, al borde de una barbarie tecnológica sin precedentes, la religión de nuestro tiempo, como todas sus aberraciones, podría ser el arte. Es un dato antropológico que toda invención humana, por sofisticada que sea, es una forma de supervivencia. Por ejemplo, algunas conchas, consideradas patológicas por su rareza, generan perlas, o ciertas especies de gusanos producen seda o se vuelven mariposas. Así algunos hombres y mujeres son artistas. Por lo que se deduce que, en la naturaleza, también “lo inútil”, es necesario. Y no se trata de darwinismo a ultranza, sino, al contrario, de una visión más amplia, más flexible y más prolífica, es el caso de decirlo, del darwinismo ortodoxo y reduccionista, como lo demuestran los magníficos estudios de Stephen Jay-Gould. Le digo esto porque pienso que el arte podría ser una religión laica inseparable de la naturaleza. Una de las tantas formas de panteísmo o animismo, jamás definitivamente suplantadas por las grandes religiones. En cuanto a los objetos antiguos, es cierto que siempre he sido fuertemente atraído por el arte del pasado, con particular atención en la arqueología pre-colombina, en las artes tribales de África, América y Oceanía. Quizá porque dichos objetos denotan siempre su estrecha relación con patrones espirituales antiquísimos y con un orden cósmico superior. En ellos se palpa, literalmente, dicha relación. Que esto sea lo sagrado, ¿por qué no? Que a mí vez, en mi modesta búsqueda, yo intente algo semejante, ¿por qué no? Es verdad, como usted dice, que en nuestra sociedad brutalmente secularizada, esto parece sin sentido, muy difícil, por no decir imposible, y para muchos, hasta idiota. Pero no es así. La búsqueda de lo sagrado no terminará, jamás, en el arte, en la religión, y fuera de ellos, no importa cuáles sean los canales elegidos. Y hoy más que nunca ella pasa por lo humano, se confunde con lo humano, se tiñe de implicaciones sociales, políticas, económicas. La pérdida de identidad humana (no localista, regional, nacionalista, social, religiosa ni cultural, que son sus efectos colaterales) es un fenómeno planetario sin precedentes, acelerado por la nueva tecnología informática y por las migraciones masivas, miserables y opulentas, que recorren el globo, creando inestabilidad, temor, rencores, terrorismo, guerras. Si a todo ellos agregamos la cínica indiferencia y prepotencia del mercado, hoy día global, parecería que ya no hay espacio para ninguna otra instancia. Sin embargo, la búsqueda de lo sagrado (en los términos apenas expuestos) prosigue. La esperanza se asoma por doquier. Desde la misma navegación en la red, pasando por las drogas, los grandes rituales deportivos, las discotecas, las muchedumbres de jóvenes que aplauden por igual al Papa y a los cantantes pop, las marchas por la paz, las diferentes organizaciones humanitarias y ecológicas como Médicos sin Fronteras, el WWF, Greenpeace, Amnesty International, el voluntariado de millares de jóvenes europeos en los países pobres, la continua campaña mediática en ayuda de África, etc., etc. Con todos los defectos que se puedan encontrar en estas manifestaciones de solidaridad, es evidente que ésta existe y una parte de ella se concreta realmente. Otro motivo de esperanza es la irresistible difusión de la feminidad en varios niveles de la existencia, real y civil. Quizás la tan anunciada decadencia de Occidente sea sólo la decadencia del poder masculino. Yo, que me considero un ex combatiente del Mayo del 68 parisino (con algunos amigos, entre los cuales Roberto Matta, escribimos varios de los slogans más difundidos de entonces, pegamos carteles, distribuimos volantes y, por supuesto, ayudamos a los muchachos en las barricadas) creo saber lo que estoy diciendo: bajo una apariencia burguesa y discreta, la mujer, prácticamente, seguía sometida al viejo modelo patriarcal, fuera del cual no había sino prostitutas. Si Mayo del 68 falló en su tentativa política (cosa que en realidad no intentó), en cambio revolucionó las costumbres. No fue una mera utopía. No cambió el mundo, es cierto, pero lo transformó. Y dentro de esa transformación, el universo femenino comenzó su larga marcha, pasando, durante los años 70, por varias formas extremas, como sucede en todas las revoluciones, hasta llegar a la mujer de hoy, más madura, más libre, más dueña de sí misma. Su influjo es tan amplio y persuasivo que hasta los mismos varones se feminizan, muestran su lado débil, su sensibilidad, su necesidad de amor, de paz, de amistad. Las fronteras entre ambos sexos se adelgazan y hasta el cuerpo físico de ambos parece casi intercambiable. Es cierto que también en esto se exagera y se produce una gran confusión. Pero, ¿por qué observar sólo el lado negativo de las cosas? Cuando reina el equilibrio, en cambio, cuando la armonía de los contrarios encuentra su eje, su justo equilibrio, su propia regla de oro, entonces comprendemos por qué el modelo arcaico-occidental y oriental, ya que el primero procede del segundo (a oscuras de la tragedia cristiana) haya triunfado durante siglos en civilizaciones muy alejadas las unas de las otras, si bien estrechamente unidas a los ritmos naturales y al eterno ciclo cósmico, como lo fueron el ying y el yang taoísta, la danza de Shiva hindú, las festividades dionisiacas, los gimnasios y los convivios griegos, las sublimes orgías del templo de Angkor, sin contar las diferentes tradiciones carnavalescas que, de alguna manera, han llegado hasta nosotros. Todo lo cual testimonia una antigua necesidad humana de celebrar el misterio y el goce de la existencia, cosa muy diferente al culto de la fertilidad (igualmente existente) como lo definen apresuradamente los antropólogos, casi todos cristianos, por cierto. En fin, es posible que el Tercer Milenio asista al triunfo de lo femenino y ellos sin duda es motivo de gran esperanza."

Jorge Eduardo Eielson




Doble diamante

¿Conoces tu cuerpo          esfera de la noche
esfera de la noche
Huracán solar        conoces tu cuerpo
Conoces tu cuerpo      conoces
Tu admirable cabeza tus piernas moviendo
El centro miserable
De mis ojos de oro
Mis ojos de oro de mirarte
De oro de soñarte
De llorarte?

¿Conoces tu cuerpo
Fuerza de los años
Calor de los planetas?

¡Ah criatura! Tu desnudez me ahoga
Tus zapatos me queman
Días imantados son mis noches
Vacío       colmo encontrado     asilo frío. Contigo
Los astros me aburren
Las especies lloran
Muero     me levanto     clamo     vuelvo a morir
Clamando grito    entre ramas orino y fumo     caigo
Como un rayo fácilmente en tu garganta. Contigo
Sólo silencio     placa de horrores    sedimentos
Cascada inmóvil    piedra cerrada
Abismos de oro nos persiguen
Rabiosos amigos

A través de rayos    cantos    blasfemias
Soles y serpientes mundos de vidrio
Pomos perdidos
Amaneceres con lluvia       lluvia de sangre
Temperatura y tristeza.

¡Ah misteriosa! Odio tu cabeza pura
Imbécil terciopelo tigre de las alturas
Odio el círculo salado
En que te pienso oculta
Odio el peso de los días
Los pulpos que me beben gota a gota
Bebiéndote a la vez ¡somos rocío!
Los pulpos luminosos que gobiernas
Los cedros empapados por tu aliento
Los siglos de hermosura en que agonizo
La luna y mis deseos de matar
La imagen de tus labios frescos     los ríos y los montes
Los pasos encantados de mi mano
En tu garganta.
¡Ah mis 30 000 flores vivas
Suave ejército vespertino batallón perfumado!

Rotación de mi cuerpo
Hazme volver a mi cuerpo
Destrúyeme los ojos en el acto
Las uñas y los dientes sobre el fruto
Conviérteme en silencio.

Deja rodar mis lágrimas en cambio
Sobre el espejo que adoro
Sobre la viva  atroz  remota  clara
Desnudez que me disuelve
Sobre el diamante igual que me aniquila
sobre tantísimo cielo y tanta perfección enemiga
Sobre tanta inútil hermosura
Tanto fuego planetario
Tanto deseo mío.

Jorge Eduardo Eielson


En la poesía como en la vida
Lo principal (hay que ser inteligente)
No es lo que se queda
Sino lo que se va
Como amablemente enseña el oriental
Y como felizmente he llegado al final.

Jorge Eduardo Eielson


He aquí el amor

He aquí el amor.
Repito:
He aquí el amor.

Pero mejor hablaremos de esta puerta.
Una puerta es una puerta
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche.
Y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
el aire es el aire de todos los dias,
las plantas son verdes como siempre,
y el mismo cielo esférico me envuelve
lunes, martes, miércoles,jueves, viernes, sábado y domingo.
¿Pero, qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
En cambio, esta puerta es indudable;
por ella entro y salgo día y noche
hacia los verdes campos que me esperan,
hacia el mismo cielo esférico y perenne.

¿Pero qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿qué puedo yo decir del amor?
Mejor sigo hablando de esta puerta.

Jorge Eduardo Eielson


Impromptu

éste es tu cuerpo o nada
una nube o una rueda
un caballo o cinco dedos
qué alegría estoy vivo
o la lluvia
un ruido de tijeras
cuatro pasos un silbido
un grito    una habitación
otro grito
un cometa en el cielo
un cuchillo en la boca
dos ojos abiertos una esfera
dos ojos más
siete brazos    una mano
tres o cuatro tigres
una cabeza rubia
un beso de mamá
cuarenta espejos rotos
cuarenta tíos carlos
un teléfono sonando
un cadáver en el suelo
un señor aburrido
una historia cualquiera
un teléfono sonando
tres o cuatro tigres
qué tarde me acuesto
estoy solo
una palabra u otra
no importa qué cosa
un teléfono sonando
un cadáver en el suelo
una raza de perro
un perfume de francia
etcétera    etcétera

Jorge Eduardo Eielson



"Para mí, arte y poesía son los dos aspectos de la misma medalla sobre la cual se sostiene todo el fenómeno artístico-creativo. Y no vamos a detenernos, como ya lo observé antes, en cuestiones específicamente ligadas al lenguaje verbal occidental. No sólo no tengo la competencia sino que sería demasiado aburrido. Sencillamente, yo creo en la belleza, así como otros creen en Dios, en la realidad socio-económica o en el demonio. Y cuando digo belleza no me refiero sólo a la belleza formal, artística o natural, sino también a la del puro pensamiento, a la suprema elegancia de algunas teorías físicas y filosóficas y, sobre todo, a la belleza de un corazón puro, generoso, altruista, lleno de amor y compasión por todas las criaturas de este mundo. Desde este punto de vista me considero un privilegiado. Hace ya varias décadas tuve un gran maestro de budismo japonés, de la escuela zen soto, Taisen Deshimaru, que me descubrió lo que realmente era, y además me reveló (esto es lo extraordinario) que ya tenía un verdadero maestro a mi lado, es decir un guía, aunque al mismo tiempo era mi mejor amigo y mi hermano, el pintor Michelle Mulas, como lo fue también el poeta Javier Sologuren, a quien debo mi existencia literaria, pues fue él quien generosamente quiso publicar mis primeros poemas, apenas los leyó. Ninguno de estos seres maravillosos está ya en este mundo, pero yo trato de seguir la senda que ellos me trazaron, y la seguiré hasta el fin de mis días."

Jorge Eduardo Eielson



Perdido a tus pies

Maldita noche, el fuego de la luna,
El tiempo que se esconde entre las hojas,
Los pájaros, el sol que sucede
A tu garganta oscura. ¿Es también
Tu mano temblorosa la que cruza
Sobre esta página estrellada?
¿Es tu cuerpo mortal en la floresta
El que reposa humeando, fatigado,
Como un arma que dispara terciopelo?
Enamorado, inerte, como una pluma
Pronta a caer en el vacío, escucho
Los silenciosos pasos de la luna
Entre el boscaje, lejanas y altas
Velocidades, ruidos que adivino,
Diamantes en marcha y lineales
Vientos en perpetua rotación.

Jorge Eduardo Eielson



Todo dispuesto en círculos inútiles
De misteriosa materia
Que resplandece y que muere

Tal cual como nosotros
Que jamás sabremos
A quién debemos la noche
La indescriptible belleza
De cada instante y cada cosa
En qué supremo minuto
Apareció nuestro corazón sobre la tierra
Más fulgurante y antiguo
Que el universo entero

Jorge Eduardo Eielson





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