Diez estrofas de homenaje al año del cincuentenario de la muerte de César Vallejo (1988) y al año del centenario de su nacimiento (1992)

Eslavo en relación a la palmera
César Vallejo


¿Era el propósito decir algo que no pudiera dejar de hablar
sobre algo
que no se puede dejar de decir? La fama llegada de España
con el frente popular
confunde al que no entiende, obligándolo a ir y venir
con el dedo pegado al palíndroma
de sus cinco sentidos.

Cesa tu corazón agitador, cesa tu inteligencia agotadora,
suspende tu desconcertante lucidez, y deja descansar; por lo
menos
aquí en el recital. Desamortaja la sábana de tu nacimiento,
y que la vaca ya no recaiga sobre el burrito, ni sobre el río
que cruza su Belén
de un par de brincos; como cuando eras unípedo, sublime.

Desamortaja, amortigua, modérate. Tus lectores y amigos
decimos basta ya
de colocar más de lo que hay, allí donde nada puede haber;
abre la mano que ensaya 'Las iluminaciones';
mano libre a mis limitaciones.
Mis huesos me impiden inclinarme más ante la catedral de tu
talante
de tu genio que sólo la química podría combatir.

Y en consecuencia sospechoso, siempre sospechoso de algo
más de lo que hay,
de una timba en la que se intuye la mala tecnología,
el estar viviendo siempre la vida número dos.
Expulga esos ácaros que nadie sobreentiende
y déjame girar sobre la divina suavidad de dos continentes:
en la fábrica de automóviles Tatra acababan de cortar en dos
el aire,
y de crear el complejo manubrio-curiosidad-espina de
pescado,

para enfrentar la gravedad de la era contemporánea
que va encontrando cada vez mejor la vuelta de la esquina de
un verso cifrado,
allí donde pusiste allí donde lo pusiste, impidiéndote rematar.
Me lo digo al administrar mi propio pedacito de tristeza
que espera al que es incauto con su humanidad, y por ello
querido a patadas;
suelta tu mano-vate y que el ojo interrumpa la lectura,
y que partan los autos con el motor detrás.

Tatraplanos: acordeones en bohemia. Oh descansa de la
blanca sombra de la Gurrionero: platillo a tu bombo, bombo
a tu platillo,
con cerrazón de piloto a copiloto / tus dedos juegan con la
punta de cada ala,
hasta que ya no sé lo que leo en páginas que transparentan
su revés;
la tinta de tu pluma en mi boca, efervescente, negra y verde:
tóxica
como sólo el bien puede regar esa toxicidad.
Quién te perdonará, me temo que nadie, como tú lo has
querido,
con amor de sermón interminable: el tedio de las seis
al mediodía y moscas en la divina claridad, como punzadas
de artritis en la hombría,
vamos, majo, por qué morir allí si Holanda te esperaba, por
ejemplo,
o los propios montes Tatra en el sur de la sierra de La
Libertad.
Oh la inmovilidad tiene tantos paraderos
y es enojosa, tiene ventanillas con vilo de paisaje: el tuyo
será por siempre la asamblea general, la legalidad frondosa
del
dolor, cuatro en el piso y por el suelo el forro de 600 carteras

de señora, toda esa suavidad evaporada
bajo el rostro sobornable de una madre,
que toma tu codo tieso y te lo hipotenusa
con cuyes de Yanahuara y salchichas de Bratislava.

Este año del aniversario los investigadores encontraron tu
tesauro;
una bolsa de vísceras envuelta en la última vez que
golpeamos
después de que ya nos habían dicho que no golpeáramos, que
la próxima vez.

Te interrumpe siempre la dentadura aserrada de los montes.
Suplican que no te estés bizqueando hacia los tártaros
buscando respuestas en los labios
rugosos como siempre, lisos cual jamás:
'César Vallejo ha muerto. ¿Ah sí? ¡Qué vaina!'
Ya no jueves, sino domingo refractado a través de una
esquirla
que es el dedo de un niño en el agua
en la que ha jurado no mojarse ya más.

Mirko Lauer


Escribir como tú

Escribir como tú, sentir como tú,
¿Quién no lo quisiera? Cómo hubiera yo,
En una tarde soleada del sur,
Heredado tu claridad, tus exactos niveles.
Quién pudiera vivir la clara forma
En que el lenguaje ceñido embelleció
Tu atareado corazón, tejiendo cestas
Donde, como en cunas, ibas poniendo
A descansar tus contados días
Por los que desfilaban sin suspiro
Las más terribles realidades.
Con ejemplar limpieza informaste
Acerca de todos tus exilios,
El del cuerpo, el de la patria, el de la geografía,
Juntándolos a todos en el límpido sonido
De la serenidad cuando ella se conmueve.

Mirko Lauer


Liderazgo

Para Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, el principal problema hoy no es el virus mismo, sino “la falta de liderazgo y solidaridad en los niveles global y nacional”. Es su manera, algo genérica, de explicar por qué el virus sigue acelerándose en el mundo. Algo así como demasiadas malas decisiones que van una al encuentro de otra.

Hasta aquí la idea siempre ha sido que los países y su política funcionaban en base a cuotas suficientes de liderazgo. El coronavirus, según la OMS, ha terminado con eso, y producido un déficit de liderazgo, que sería posible medir por la duración e intensidad de la pandemia, y el poco control sobre ella.

La OMS no entra a calificar las intenciones de algunos políticos que hoy gobiernan de forma errática situaciones epidemiológicas desbocadas, entre los cuales destacan Donald Trump y Jair Bolsonaro. Debemos entender que el problema de afirmar un liderazgo en una pandemia que lo corroe se está dando casi en todas partes.

Quizás es una mirada injusta. Hay países donde la realidad social ha vuelto ingobernables a algunos de los factores epidemiológicos. En esto hay liderazgos que se han estrellado contra las limitaciones prácticas, que por cierto incluyen inveteradas ineficacias del Estado y de los aparatos de gobierno, que un mal gobernante potencia.

Es obvio que Ghebreyesus está hablando desde la frustración. El principal gobierno del mundo descalifica a la OMS, sin dar alternativas viables para su población, ni para el resto del mundo. La última vez que este funcionario se pronunció fue para advertir que la pandemia se está acelerando en el planeta.

Luego está la mención de la solidaridad. La principal señal de un liderazgo estaría hoy en la disposición y la capacidad de los políticos para establecer un comando mundial para coordinar los cientos de batallas nacionales en sus diversos planos. Algo que no solo sería solidario, sino un avance hacia las eficacias que están faltando.

A pesar de ser un brazo de la ONU, la OMS no puede ser ese organismo, pues no está diseñado para la negociación política. En el mejor de los casos es un ministerio de Salud mundial, de ninguna manera un puesto de comando geopolítico. La ONU debe empezar a pensar en otro tipo de convocatoria.

Miroslav Lauer Holoubek conocido como Mirko Lauer




"Nos repartieron máscaras y pudimos ser reconocidos."

Mirko Lauer




Quince incas: doce estrofas de comentario a la inexistencia, a partir del Kamel-Trot Inkaico

Quince incas frappé bailan en puntas sobre una loza de
bakelita: 1929-1989;
giran a velocidad de mapamundi,
glissando sobre irregulares trombosis y aneurismas.
Sus hidráulicos párpados de violonceleta
envuelven chulpas rodantes sacrificadas a la diosa
Germania,
como collas con frankensteines en los talles y ese torpe
kikirikí de las valkirias.

Camafeos brillantes soles en un bosque hiperbóreo,
románticos cripto-alemanes,
padres míos enterrados en el país de la imaginación,
bajo un monte de tibias derruidas
con los dedos artríticos entre anillos de coloratura,
que avanzan hacia el abismo eviscerando grandes
maletines.

Al centro de cada frente una piedra pulida por la
benedicencia,
quince incas de cuarzo bajo marcas de trineos en la nieve,
arropados con la doblada bandera de lo inexistente,
famélicos o hartos, según la inclinación del miocardio,
tensos de siglo en siglo como un cable helicoidal
a través de abismos góticos que estrangulan la luz del
Apurimac.

Sobre ese vacío a cuatro colores quince incas un romance
con la soledad,
la ópera que fue escrita sin libretto,
para que todos cantemos a capella,
socios en el secreto perturbable de la marginación: sueño en
una noche,
en medio del verano. Hombres y mujeres lampiños con
deslumbrantes brazaletes
corren del norte al sur como gacelas.

Quince incas han extraviado el anillo de plomo de los
nibelungos, digamos.
Las raíces de mi perplejidad flotan allí: sueño que sueño
en una noche en medio del verano, que me columpio en un
verdor sobresaltado,
burro cansado de la espera que es la experiencia,
con las ideas filosóficas que mi corazón todavía no contiene
pero elabora ya entre las afiladas plumas de rojos edredones.

Así comprendo el peso del desempleo en sus coturnos, sus
collares de vándalos
son relámpagos líricos en un slalom de seda, construidos
como padres
desde lo que ignoramos acerca de ellos, en el baile
enmascarado
de la historia
sobre la pradera de agua donde cada 24 horas en un
vómito
de oro
el sol y la luna son canjeados bajo su río de leche,
aumentan cada minuto el peso de los Keros sobre la
galaxia.
Incas imperdonados que bajan en trineo a la tristeza de las
lejanas pascuas,
de pieles suaves por la grasa de ganso,
o por la voz de un italiano opalescente, como un viento
temblolero,
mágico y ambiguo como la medianoche,
rodeado de gnomas chinescas de pies aletargados,
y de un burro que rumia entre las estrellas, cargado de
alfalfa
para centauros.

A través de las estepas que angostan sus pesas y medidas
o de todo aquello contra lo que se rebela el forro tejido
de mi corazón,
pasan patinando retazos de ñusta sanguinolenta, altas
astas
de pathos rilkeano,
como el insólito Inca prefiriendo morir
al grito de 'Ho jo to ho, heiaha heiaha'; inexistencia y
experiencia
hacen brotar de la huaca una pasta rosa, como espuma del
Índico en la madrugada.
Rodean sus corazones sondas y venas que nadie puede
diferenciar,
racimos de pedrones exactos como caballos blancos de
Viena,
confundidos con la turba de revoluciones cada vez más
alejadas:
Incas derribados por el verano perpendicular al trópico
sobre los sofás de mi cansancio eslavo soberano
en la mañana llena de nombres griegos que rematan en
poulos.
De todos me interesan los Incas que no fueron,
rascan mi palma con mensajes confusos que no dejan
duda,
y colocan frutadas mitades ante los espejos,
mientras la rueda de fuego que ilumina la kermesse del
futuro
los acerca y los aleja de la noche cuyo río de tinta
colma las tazas iridiscentes de la media mañana.

Veo a quince incas trans-celosías. La paraca
no logra limpiar de sus ceños una sequedad de trueno
molido.
En el equivalente mental de una ilusión óptica en la redondez
del tiempo,
supongo que me protegen de serpientes y estallidos.
Tallo morosos cristalinos que me asombran. A través del
vidrio pongo la mano al fuego,
y sufro por ellos las torturas laicas de un pensador pagano:
los comprendo.
Y ahora el fin de la canción. Natural:
shimmi shimmi sacha sacha shimmi shimmi sacha sacha.
Artificial:
shimi sacha sacha shimmi sacha shimmi sacha sacha sacha
shimmi.
Natural: sacha sacha shimmi shimmi sacha sacha.
Artificial:
sacha, shimi
sacha.

Mirko Lauer



Será deshecho este antiguo reino

Y tengo que saber,
¿Han ladrado en la noche cien perros buscándose la muerte?
¿Se acerca la violencia o la violencia ha sido?
Tengo que saber,
para mandar las cenizas de Enero volando hacia las puertas del infierno y pedir mis disculpas,
o tímidamente acercarme a los míos y decirles al oído:
los perros han ladrado, la realidad y el sueño están por empezar.

Mirko Lauer




Sobrevivir ocho estrofas de comentario a las palabras del Buda

La realidad entera está en llamas, y no puedes mejorarla como frase. En los límites de la pérdida la realidad completa se aglomera en un hacinamiento volátil. Lo tuyo y lo de otro se consumen reclinadas contra la retina, puesto sobre la lisa palma de tu mano. Sólo el amor es la cosa grave, la gravedad la gravitación universal
del mundo,
en que con peso igual se queman Isaac Newton y una manzana. Nadie se baña dos veces en el mismo río, y tampoco puedes
mejorarlo como frase.
El mundo carece de sombra propia, la realidad es aceite en el que
flota tu corazón.
Hay puertas que se abren en el agua hirviendo: sales de un río
y entras a un río;
tus huesos tiritan de ignorancia bajo todos los umbrales, mientras
tu alma incauta
navega sustentada por desconocimientos y por plumas.
El silencio reúne elocuencia y peligrosidades del primer grado, con posibilidades de palabras que son florecimientos de la epidermis, llagas y colores varios apilados formando una torre negra. Tus
hermanos
los cadáveres se calcinan en ese silencio, y las estalagmitas
atraen relámpagos babeantes que nadie osa empuñar para el
sacrificio
de la realidad que se precipita sobre sí misma, con sus crepitaciones
y sus llamas.
Una playa de toallas secas a la orilla de la ducha rememora
crujiente
el paso de agua en que la realidad entera se comprime y entrega al enmugrecido inmóvil la ablusión de existir en dos instantes: en alabastro y en ónix, en la onomatopeya y en el miráculo, en la vida metafórica y en la muerte literal, en la cuna y en la cuja, llenas sus orejas del encajado frufrú de esas combinaciones. Las aves vuelan con las plumas encendidas, perforadoras del aire
combustible,
por cuyo sesgo cruzan sus demorados cuerpos hexagonales.
En los desiertos del sur la luz horada el polvo y levanta columnas
frágiles
que el viento se lleva en llamaradas. Y aun lo irreal apoya la cabeza contra la de un fósforo que estalla ante la fisión de la mirada,
presa también ella en un fuego inextinguible.
Perdonado por lo imperdonable, blasonado tu pecho con las
húmedas flores,
clorofilas y cadmios de tu ramo: agua que eres y que empuñas, fluir en que te miras y eres, impecablemente a la deriva,
conculcado.
Y sales absorto de la bacanal, con las manos lavadas y un velero rotando contra el viento de tu sueño. Esponjas que son dardos
buscan tu pecho,
y encuentran tu pecho, y cruzan tu pecho, y olvidan tu pecho en
sus huidas.
Nadie se ríe dos veces en el mismo baño, ni frota un cuerpo con
otro
sin multiplicarlo. La conclusión banal y trágica es que la soledad es imposible sin la ayuda de un espejo. Y sales perplejo de la
ermita, con las sienes heladas:
y sales del escritorio anonadado, con los fémures calados;
y sales del río y entras al río y sales del río,
por un abismo de expiación compuesto de trampolines y de pórticos.
Hay una hoguera en las doradas vísceras del cuy, la realidad
entera sufre
la mancha caliente de esa inacariciable mansedumbre. Tu casa
arde mientras duermes,
el mundo grita mientras reflexionas, los hornos gimen con las
bocas abiertas
agobiados por una ceniza que lacera tu frente perpleja, y flota
hacia el suelo verde
donde un millón de briznas se consumen para hacer una pradera.

Mirko Lauer













No hay comentarios: