La resurrección de la madre

Ponte el abrigo. Ponte la bufanda.
Te puedes resfriar. Cierra el armario.
A qué hora vuelves. A qué hora vuelves.
Pronosticaron la lluvia. La lluvia.

De regreso, compra
el pan. El pan. Levántate. Ya es hora.
Traje algo sabroso.
Sobreviviremos.

Es para la fiesta. Por qué lo abriste.
Dios mío, qué hiciste ahora.
Vete. Vete.
Tu papi y yo no hemos dormido en toda la noche.

Cómo pasan los días. Los días. Abrocha
el botón de arriba. Ellos
te empujan al camino equivocado.
El pelo hay que cortarlo. El pecho
todo descubierto. Es una locura.
Qué, ¿somos ricos?
Sé hombre.
No te jorobes.

Hay que ir a ese lugar.
Cuélgalo en el ganchito.
No me gusta cómo toses.
Acuéstate. Acuéstate. Acuéstate.
No hables en su presencia.
Sólo faltan cinco minutos. Levántate. Levántate.
Valió la pena comprar el piano. El piano.
Hazte fuerte.

Él me llevará a la tumba. La tumba.
A ver, tocaré tu frente. La frente.
No fumes. No destruyas
tus pulmones. No seas grosero.

No te vayas a resfriar. Esta noche cayó
la nieve. Veo que estás tomado.
Veo que estás tomado. Confiésalo. Te
quedas solo. Riega las plantas.

Vladímir Gandelsman


Mientras tanto, esta vida inventada...

Mientras tanto, esta vida inventada
no es peor que la tuya, que la mía,
con los días que se amontonan y se agolpan como un rebaño
(a semejanza de las minorías étnicas),

con el suelo recién pintado, en la casa,
donde el contable - un cráneo pelado con gafas - andaba, escondía las llaves,
vivió mucho tiempo, con la mujer y dos hijas,
allí el sol no alumbraba menos

que aquí, y también pacía la cabra,
y al novio recién llegado se le alimentaba copiosamente...
(¿Te acuerdas? - pregunto a mi hermana - me acuerdo -había mucho polvo).
Ay, tal vez la vejez es precisamente para esto,

para ver su felicidad como fragor y furia,
pero en sentido de la salvación, en sentido de la salvación, y no de otro modo.
(Nosotros también vivimos en aquella dacha.)
Allí iban los cuatro con palanganas

a la sauna y volvían, el olor húmedo
del parterre con la neblina del tabaco
penetraba en sus fosas nasales con sus puntitos negros,

apenas empolvada con el polen amarillo,
la amapola sedosa exhalaba su luz...
¿Recuerdas? Recuerdo - caminan entre la madre y el padre
y ríen, sin saber que no fueron ni son.

Vladímir Gansdelman
Incluido en La hora de Rusia. Poesía contemporánea (Visor Libros, Madrid, 2011, trad. de Eva Crego)

























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