Ahora regreso hacia el hombre...

Ahora regreso hacia el hombre
Hacia sus esperanzas y quehaceres.
El alma no se romperá en dos,
Yo regresaré todo completo hacia el hombre.
Como aquel que ha lanzado su cuerpo al río
Y entrega su alma a las olas,
Así regreso hacia el hombre
Hacia sus esperanzas y quehaceres.

Fiódor Sologub


Al corazón enfermo le gusta…

Al corazón enfermo le gusta
censurar el orden de la vida.
Todo mi cuerpo desea burdamente
ser atravesado por el sol,

la luna desdeña indiferente
la vela del altar,
y todo está planeado para siempre
de una forma que yo nunca he querido.

¿Quién me dio la tierra, el agua,
el fuego, el firmamento,
pero olvidó darme libertad
y me privó de los milagros?

En las heladas cenizas
del ser abandonado
con cuerpo y alma
me abrumo sin sentido.

Fiódor Sologub


Ámame en mi locura...

Ámame en mi locura.
Nuestro camino es el mismo, igual que nuestra vida.
Mi locura está poblada de maná paradisíaco.
Ámame así en mi ardor.
Sólo sé siempre sencilla
Como las palabras de mis versos.
Quiero ver al amanecer
Tu cuerpo salpicado por gotas de rocío.
Ámame en mi voluptuosidad:
En mi flaqueza, e incluso en la demencia,
El amor siempre nos mostrará el camino cierto
Llenando nuestro paraíso de un calor sin límite.
Ámame a pesar de los rechazos.
Nuestro camino es el mismo, al igual que nuestra vida.
Yo abriré todos los palacios,
Y a tus pies arrojaré
Todos los cetros y coronas
La carga agotadora
Todo lo que los creadores pueden dar.

Fiódor Sologub



Cuando me es difícil vivir, doloroso respirar...

Cuando me es difícil vivir, doloroso respirar,
Me voy al desierto para soñar contigo,
Para contarle de ti al viento fugaz
Y adivinarte en las músicas del bosque.

Yo te llamaría -pero no sé llamar;
Yo enviaría por ti -pero no me atrevo;
Yo iría por ti -pero no sé el camino;
Y aun si la supiera temería, de todas formas, ir.

Voy solo por el frío sendero,
Ya olvidé lo terreno, sólo espero lo oculto,
La muerte me besa silenciosa
Y me lleva hacia ti, junto al otoño

Fiódor Sologub


El camino ha sido largo y difícil

El camino ha sido largo y difícil.
Voy solo por un país desierto,
Pero aún así no me han faltado los placeres:
Sonrío, me entretengo,
Yo mismo me doy ánimos
Para no aburrirme en este viaje.

Son vastas mis comarcas
Mis brumas son espléndidas
La luna es luminosa
Y el viento libertino me canta
Sin palabras, en su lengua exuberante,
Acerca de las dichas de la vida

Fiódor Sologub



Entra en mí, no te alejes...

Entra en mí, no te alejes,
Acompáñame al menos un instante
Juntos soñaremos en silencio
Mirando el dulce azul del Volga.

La delgada hoz de la luna
Rebana las nubecillas plateadas
Y el fulgor de las olas brillantes
Acaricia las doradas arenas.

Estoy sereno cuando estás conmigo
Si te vas me aflijo, me entristezco,
Me extravío sin fuerzas, me disperso,
Como el polvo lluvioso del camino

Y si el alma aún conserva sueños
Que florecen, a veces, en los versos
Es porque tú me los susurras
Con tus labios delgados y ligeros.

Fiódor Sologub



La hierba de la orilla

Sentado en la hierba de la orilla
Escucho el chapoteo nocturno de las aguas.
He caminado campos y pastizales
Y ahora me siento en la hierba de la orilla.
En el prado nublado
Centellean verdes resplandores.
Sentado en la hierba de la orilla
Escucho el chapoteo nocturno de las aguas. 

Fiódor Sologub





"Los novios habían preparado un lunch, compuesto de fiambres, vodka y licores. Se sentaron todos a la mesa y dieron principio a la ingestión de líquidos y sólidos. Peredonov comía muy poco y parecía presa de una gran angustia; el motivo de su inquietud era Volodin, de cuyos proyectos criminales estaba más convencido a cada instante.
—¡Por Dios! ¿Qué te pasa? —le preguntó Varvara.
—Después de la boda se calmará —dijo la señora Prepolovenskaya—. Sobre todo cuando consiga la plaza de inspector.
Gruchina lanzó una carcajada. Todo aquello la divertía. Preveía un escándalo. Y no sólo lo preveía, sino que había puesto de su parte cuanto le había sido dable para provocarlo. Por lo pronto les había dicho en secreto a todos sus conocidos la fecha verdadera de la ceremonia, a fin de inspirarles la idea de ir al pueblecillo en calidad de espectadores; luego les había dado algunos copecs a dos chiquillos, hijos del cerrajero del barrio, encargándoles de una misión especial.
—Cuando los novios vuelvan a la ciudad —les había dicho—, tiradles al coche piedras, tronchos de berza, cortezas… ¡Pero no le digáis a nadie que os lo he mandado yo! Juradme que no se lo diréis a nadie.
Los dos chiquillos se lo juraron del modo más solemne; pero ella, para mayor seguridad, les obligó a tragar un poco de tierra.
—Ahora, si faltáis a vuestra palabra, se os llevarán los demonios.
Todo ya a punto, los novios y los invitados se dispusieron a tomar el camino del pueblecillo.
Tres coches se aproximaron a la puerta. Había que ponerse en marcha lo más pronto posible, antes que los carruajes llamasen la atención de la gente. En el primero se instalaron Peredonov y Varvara, en el segundo el matrimonio Prepolovenskaya y Rutilov, en el tercero, Gruchina, Volodin y Falastov.
Al atravesar la comitiva la Plaza Mayor, Peredonov tuvo una extraña visión. Envueltos en el polvo que levantaban los carruajes, creyó ver unos carpinteros con camisas rojas y aspecto de verdugos trabajando en la construcción de una especie de patíbulo. La visión sólo duró un instante. Cuando Peredonov, atravesada ya la plaza por los coches, volvía la cabeza aterrorizado, los terribles obreros y el patíbulo, o lo que fuese, habían desaparecido.
Durante todo el trayecto el profesor siguió sombrío, taciturno. Una enorme tristeza oprimía su corazón. Todo en torno se le antojaba hostil, malévolo, amenazador. El viento se le figuraba invisible y furioso enemigo que silbaba en su oído, al atacarle, maldiciones e injurias. El polvo que dejaba atrás el carruaje tomaba a sus ojos una vaga forma de serpiente. Le parecía que los árboles se inclinaban sobre él en inquietante actitud; que el sol se ocultaba tras las nubes para espiarle mejor; que al conjuro de un ser arcano, poderoso y adverso, surgían de súbito a ambos lados del camino arbustos, bosquecillos, colinas y arroyos de magia. Un pájaro pasó volando por cerca del coche."

Fiódor Sologub
El trasgo



No ser alguien, ser nada...

No ser alguien, ser nada,
Ir hacia el gentío, soñar, mirar,
Con nadie compartir los sueños
y nada pretender.

Fiódor Sologub



Vida fugitiva

Pasarán nuestros días, nuestra vida fugitiva,
Como una ilusión breve, como una cadena de sueños efímeros
Quedarán, apenas, algunas palabras sabias
Y sólo por ellas nuestra vida estará justificada.
La copa colmada con los venenos de la tierra
De algún modo se desbordará en radiantes pedazos.
Se queman nuestros días, nuestra vida fugitiva
Como el incienso, como el humo de los sueños fugaces. 

Fiódor Sologub























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