Bendición

Benditas sean las muchachas
que usan rouge y rimmel
beben vino con altos oficiales
y por las noches
–espejos y medialuz–
abren las piernas con decencia,
como cuando duele.

Benditas ellas, que al amanecer,
dejan su cerebro sobre el velador,
cogen el bolso.

Benditas todas, hermosas ciegas,
princesitas que arrechan.

Mariela Dreyfus


Cuadro

Así, como en los desnudos de almanaque
la misma posición apasionada
soy un remedo de película moderna, hasta podría
hasta podría desnudarme en un teatro
–que salga ya, lo que llevo aquí dentro–.

Entre la luz mortecina, las persianas
algo debo buscar si accedo a contonearme
parada ante el espejo de perfil y despeinada:
“espérate flaquito, o mejor, no te demores”
¿es ese diálogo un diálogo de amor?
¿es esta escena algo que después recordaremos?

La ropa íntima en el piso es desorden
yo todavía cuido la limpieza de los genitales
nuestro olor, algo que nos defienda
cuando es hora de apurarse en esta complacencia
la habitación no es mía, ¿entiendes?
eso cambia las cosas
al vestirnos otra vez ante el espejo
para que tú te sientes a fumar un cigarro.

Mariela Dreyfus




ENTRE LAS CUATRO PAREDES de mi cuarto,
/el mundo se suaviza.
Esta tarde, poseída a plenitud, meteórica, pinté un poema
sobre una maderita que ahora luce junto al niño Jesús.
Los libros que se amontonan, obstruyen el camino y la limpieza:
de no haberte cruzado por mi vida, yo no sabría leer.

A las 5 p.m. la enfermedad es una buena disculpa
para esperarte solitaria en la ventana, cuando
tengo el pecho apretado y este aire me asfixia.
Pobre hígado, es como haber probado éter
y estar bajo el dominio de la presión o la temperatura.
El tiempo transcurre en el poema, mi frente hierve
tú, entre nervioso y displicente, te apuras en mover
un poco de azúcar en el café pasado.
Es hora de apurarse, de dejar que cada poro de mi cuerpo
diga lo que tiene que decir.
(En estas circunstancias, no es difícil pensar en el adiós
y toda confesión se vuelve perentoria.)
Cada una de las edades que conforman mi edad
pasarán turbulentas y yo volveré a ser
la jovencita que a los quince estuvo a punto de sucumbir
pero que aún respira.

Mariela Dreyfus
De Placer fantasma (1993)


Invierno

Tenso es el instante en que una fría desesperación precede a la muerte.
Tenso el instante en que abismo y alivio nos llaman con una misma voz.
Era brillante, bella y arriesgada: de niña
la mística la hirió con ardor silencioso y su padre el ausente
asumió la apariencia de un gigante maravilloso y vil.

Después la sedujo la poesía
-esa diosa evasiva que puede ser cruel-
y empezó el febril recorrido:
la escritura febril, el febril matrimonio y los partos febriles
-una pareja de bebés a los que alimentó
pesada cual vaca y envuelta en su bata floreada-
enredando el amor, persiguiendo una inútil metáfora.

Meses de locura, de alegría, de insomnio.
Hastío más humo más viento más desolación.
Y el invierno más crudo adherido a los huesos.
Era el minuto exacto para el discernimiento.
Los copos de nieve lanzaban su espesor contra lo amado.
Ella dio una mirada de reojo:
Un insistente llanto resbalaba en su pecho sin transmitir calor.

Dos décadas y dos intentos: ¡basta!
A veces, toda una vida errante se cifra en una sola pregunta
sin respuesta: “¿Es por esto que hemos existido?”

Hora de descansar: el silencio se clava en el ojo del tiempo.
Ella pasea por última vez su terca y pesada soledad en los pasillos.
Su soledad, caracol que se enrosca sobre el pasto de los indiferentes.

Alguien vendrá –o no vendrá- a sofocar este aire que aturde.
Y luego es Sylvia la que pulsa extasiada el botón de su última puerta
y en la entrada de un horno deposita las penas de su memoria ardiente.
La que acaso descansa y nos lega un secreto que nos cubre de culpa.

Mariela Dreyfus



Memoria de Electra

Soy un hombre
He construido un templo
donde mi virilidad no tiene límites.
Cinco vírgenes me rodean
de día las desnudo al contemplarlas
de noche cubro sus cuerpos
con mi semen angustioso y renovado.
Esta necesidad
me viene de muy niño;
cuando intentaba soñar
me despertaban los gemidos
de mi madre y de su amante.
Pero soy un hombre.
Que nadie se atreva
a profanar mis reinos.

Mariela Dreyfus


Poética

No que el poema
sea un artificio
para inundar la ciudad
frágil y palpitante
como un sexo enamorado.
Ni que estas líneas
te envuelvan
pálido monstruo aparecido
al final de las edades.
Sólo nuestros cuerpos voraces
y al centro mi memoria
compitiendo con una máquina de pinbol
súbitamente enloquecida.

Hemos cogido el instante
y yacemos desnudos
burdos semidioses.

Mariela Dreyfus



POST COITUM

Descender las escaleras del hotel
y que las cosas vuelvan a su antiguo espesor.
Este placer ya ha sido pagado:
todo es dinero   todo se vuelve papel moneda
el goce es dejado sobre sábanas prestadas.

Frente al espejo de la entrada
aliso mis cabellos / acomodo mis senos
al lado de mi muchacho
tímido como siempre en el primer abrazo.

El regreso a casa es solitario
y debo esconder mis pasos,
el olor que sorprenda a mi madre
mil veces violada y todavía virgen.

Mariela Dreyfus












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