El bosque blanco

Un alma empañada de júbilo
Un alba de cenizas llorando
sobre sus pechos desnudos
El afán de las desdichas
La esperanza, algo, brillando en el aire
El olor del campo
Poleas y cuerdas en el bosque de los campanarios
El canto de maderas, el fuego, las flores
Las hojas cubriendo los senderos
El agua de acequias como espejos
La fraternidad
La vigilia
El esplendor de las lámparas
Las fugaces sombras
El bosque blanco de los días
Las guirnaldas…

Todo es incienso

Santiago Mutis Durán


El circo

El payaso asombra la infancia lanzando fuego por la boca
rojas esferas que ruedan vivas por el aire
lo incendian
como rosas inmensas que se abren
ascienden se hacen humo nada
se apagan ante los niños con la mirada
en las estrellas rotas de la carpa

y el payaso se desvanece
en una mancha sola
de cenizas y una rosa
de fuego de infancia de risa congelada

(El payaso asombra la infancia
lanzando rosas de fuego por la boca)

Santiago Mutis Durán


El inquilino

Algunas veces nos basta con ver
para ser libres

así sea sólo unos instantes

los suficientes para sentir
el aleteo
de ese más allá
que nos habita

Santiago Mutis Durán


Las ceremonias de la sangre

Una lacerante rabia ilumina
como fiebre mis días primeros
Una recua imbécil de maestros
despedazó mi infancia
Su negligencia quemando la terrible pureza
a su alrededor, devastando la plegaria
Días inocentes, como calles
sembradas de escuelas antros carnicerías
Vidas desfiguradas
a las puertas del Paraíso
de cada día
Si Dios supiera lo que han hecho
y lo que han dejado de hacer
Si Dios supiera cómo callan
No los alumbra el miedo
ni les canta
la luz
    brotando
de los pechos
        de sus madres
Ay, la vida pasa como la esbelta sombra de un navío
sobre un sagrado espejo de sangre

Lunas, mil lunas de nieve
sobre el fuego santo
y en el cielo brillan
los aullidos de fogosos mataderos

La voz de Dios como un manto fúnebre
deja su escarcha
en las aldeas del invierno
y congela la leche en los establos
La lluvia brilla como un país sin luna
– alma pura –
donde se extravían caravanas y veleros
como dulces campanarios
como una sola misa
una comunión única en todas las catedrales

Alguien susurra – tal vez mi madre –
en mi oído los nombres
de las plantas, las semillas, los brotes
los nombres rojos de los pájaros
sin fastidio
entre lágrimas

Santiago Mutis Durán



Para vos

Y tú
tan dulce y tierna
… 
y tan olvidadiza de mí.
Se incendian corales — mis ojos—
¡y la indolente mano de Dios…!

A mis espaldas — el vacío— 
la noche cuenta estrellas
que otros no ven
y las gentes envejecen en el sueño
en donde la vida continúa 
y nos vamos perdiendo uno a otros.
¡Calla!,
oye a los perros ladrarle a las sombras.

Me había acostumbrado a ti.
En tu forma de reírte de mí 
o de estar a mi lado
había aprendido a reconocerme

Ahora sólo me queda
mi interminable conversación
con mis errores.

El sueño ya no es el terreno del vidente
se parece tan sólo a la inútil labor
— precaria, por supuesto —
de quien cambia de lugar un objeto de su habitación.

Leo incansablemente
en las hojas del aíre
y en quien conversa algo superfluo.
Leo porque tú no estás 
y porque sé que encontraré a alguien
que haya escrito — capaz de mentir —
la misma historia.

Qué voy a hacer si aún continúas entrando en mí,
si llegas y reconoces cada objeto
si sabes cuándo el ritmo de la nieve
adormece el corazón.

Te vas, y por fin quedo en libertad 
de soñarte.

Pero cuántos gestos míos quedarán en el vacío.
Cuántas señas haré en el aíre 
como alguien que se pierde en una calle
hablando solo.

La circunferencia hoy ha cumplido un ciclo más.
De aquí en adelante no contará conmigo.

Santiago Mutis Durán



Quién vive

Nombres feroces tienen algunas cosas
entre los hombres

El domingo el azul las playas
¿No hay nadie que responda?

Monedas, sólo monedas
de oro

Sombras estrellas jardines
No hay nada que amanse estas voces
que queman muy hondo, más allá
donde no hay aire ni luminosas sombras

Santiago Mutis Durán


Un caballero

Tras su escudo un caballero
vestido de hierro, defiende lo invisible

Santiago Mutis Durán




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