En casa
Buscadores de almejas
en los límites de la mañana, los cuerpos
apenas dados vuelta: sudor
deslizándose a cada grano de arena.
Ese mar
que ocupa y contrae, atrapando
en su pulso su reflejo. Ahora
cazadores de almejas
voraces
excavan y acaban
las fronteras del agua: yo
intentando atrapar -de tu pupila-
cada mínimo traslado.
Andi Nachon
En la música vamos
Tenga muelle y galería, resuenen pisadas peludas en escolta
lealmente canina. Haya espacio
distancia que permita vueltas y el camino de sirga traiga
un avance de esa que fui: zeppelin rojo
portadora que te llevaba por las islas, sus arroyos
rielar calmo y siestas en flotación panza arriba. Nada
que diga repone eso, nada es capaz ni atestigua cómo
la que fui yo dejó atrás el miedo, anduvo entre escolleras ocupas
oronda de vos, en vos que eras y reinabas la gracia
un don callado se impone: casi aquel túnel de bambúes
cada atardecer su ruta de luces, en señal de esto que
merodeo y escapa. Tenga sombra, llegadas del colibrí
su arrebato, lugar al silencio haya: croares, zumbido y chapoteos
bagres den movimiento a las aguas
opacas del anochecer. Prodigio sea y cobije estos lares
minucias que tengo para ofrecerte yo
fui tu zeppelin rojo y en las corrientes rosadas
nadamos el Capitán en sudestada como quien se afirma frágil
por las mareas del tiempo como quien, por un rato
alguna vez dijo “voy, estoy adentro”.
Andi Nachon
Fragmento
"La poesía dispara una experiencia muy íntima con el lector y no todo el tiempo se quiere eso, ni todo el mundo busca eso. El poema es un mecanismo que se te acerca muy sutilmente, no te lleva de la nariz a una historia."
Andi Nachon
Te gustaba cuidar las plantas.
JOHN BERGER
Largos permanecen los tallos en sus manos, delicada los acomoda uno a uno
en el gesto forma cierta caricia, esa entrega entre sus dedos
cada ramo es estallido en perfume en sorpresa plena ella
hace suceder las fresias. John querido: tu mirada ahí se habría detenido
unas manos marcadas por trabajos, ya sé, jornadas sin fin del invierno al descampado
el don de cobijar contra viento y marea, eso
dicen estas manos cuando vuelven a mí en el corazón del traslado
estoy segura, vos también las habrías amado, querido John, entre extraños te convoco, surfeo
el malentendido del espacio tiempo que miente distancias si te encuentro
acá, cuando digo esas manos, su refugio, casi un nido para mi niña que ayer
cayó rendida apapachada en mis brazos. Una mirada capaz
conecta rastros, estos que vuelven a cada persona del vagón
persona como yo, como Mora o la señora de las flores, trazan un puente invisible, ese que
vos buscabas, John, ahí donde pusiste algo más
que tu confianza. Dentro de la música voy
sin darme cuenta mis manos bailan la puerta, en equilibrio precario una joven
duerme parada las estaciones que se suceden y pasan. ¿Cuántas veces yo
recosté la cabeza en una espalda sin nombre cuántas mañanas
anhelé un subte fuera esas pistas donde una puede
descansar cuerpo y alma en la legión extranjera de otros cuerpos otras
almas? Se detiene la línea H: entra el tumulto de Once, gente sin cara que avanza, tambalea
la chica dormida a mi lado y yo la atajo. John, laten aquí también
aquellas manos de la vendedora y tu búsqueda, eso
presente entre cada cuerpo a veces
si abro los ojos, de soslayo, lo siento. Una a uno somos tallos, ramo
interminable de fresias hilado por cada mano, también acá cuando ella
despierta y dice gracias en sobresalto. Con el arranque veloz
su cara es la cara de Mora cada día al regreso
indómito que la trae del sueño a la vigilia como yo
convoco tu voz entre nos, John, confabulemos la arcadia, desdigamos
tanto horror para estos días donde el imperio contraataca. ¿Cómo
se sostiene cierta esperanza ante el miedo se hace firme
una mirada? John, equivoco la pregunta si olvido qué manera
permite frente a tanto ruido
reconomiento que iguale cada cuerpo, la medida vasta de su tiempo apenas
unos días. En la música voy, me repito y digo la historia de otra forma
esta noche apapachada se la contaré a Mora: hay un joven John, una vendedora
esta chica dormida como yo cuando servía mesas y temía
cada mañana por llegar. Hay también latido y tiempo
ese que somos y nos pertenece: uno a una tallos, flores hiladas sin miedo
por cada mano ante el terror de estos días que somos y no
no son la arcadia, John, vos los sabías, confiaste
de soslayo la historia y esta noche yo
se la contaré a Mora. Así en el corazón del traslado se desdice
el malentendido del espacio tiempo y vamos: una a uno en la música
interminable de estas manos.
Andi Nachon
W.A.R.Z.S.A.W.A.
Campo anegado se disuelve fotograma a fotograma
fragmento de imagen, donde agua y tierra
forman un reflejo.
Llueve
cuento un tren cruza planicies mojadas y vos
no estás a mi lado ni detrás
de estos ojos para ver
en cámara lenta. Este tren se
desliza tiemblan
piedras dedos aferrados a un cigarro
warzsawa
dijimos hablando de estepas y viejas polacas
deglutiendo papas
yo a esda gorda
de mejillas coloradas quemándose las manos
quemándose
ojos, que buscan esperan
una clave en esa imagen vos
no ves a través de esta cámara:
los postes se suceden y caen mientras mi tren avanza
mimbrerales de metal donde unas vacas
estáticas quedaron en el lodo, sus ojos
encerrados buscan
qué clave del paisaje.
Barro
se extiende hasta rieles vigas
contienen espacio tiempo
trayecto a cruzar. Afuera
una tormenta se abre a tu mirada
bruma
instalada en límites de álamos
aire que contiene
mi cuerpo y exhala ahora
no estás a mi lado no sé
qué verías desde este tren.
Temblor instalado en cada objeto
manchas de grasa se confunden
sobre vidrio contra niebla
espacio
una lluvia sólo abierta a tu mirada cómo
tye digo ahora
tarde rosada una soga
donde tu camiseta recién lavada se deshoja
viento invernal esa pick up
perdiéndose en un campo mojado.
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