A algunos (en concreto)

Podéis decir de nosotros
-si así os complace-
que somos unos renunciatarios.
Que no conseguimos seguir
el paso de la historia.

Las frases hechas -lo sabemos-
son vuestra gloria.

Nosotros, ni siquiera respondemos.

Vivir en desarmonía
con la época (ir
contra los tiempos a favor
del tempo) es nuestra manía.

Creemos en el anacronismo.
En el rayo. No en el futurismo.

Giorgio Caproni


A Giannino

… porque mi amor (mi amor)
lo he conocido tarde:
mi amor que estaba esperándome
solo en un banco.

Sobre las vías cubiertas de escarcha
pasaba con su frágil fragor
vacío de vidrios un tranvía: era el primer
recorrido del alba y nadie bajaba
donde, en los tímidos dientes un temblor,
estaba solo mi amor.

Abría una campana la mañana,
pero era ya tarde, tarde.
Y yo en la guerra sin cuidarme
(en la guerra y en error)
y largos disparos de fusil en mi corazón
entraban fríos; también mi amor
que ahora calentaba con el ligero vapor
de su aliento los dedos.

La noche había terminado,
pero era ya tarde, tarde.
Y yo en la guerra sin cuidarme,
en la guerra y arruinado.

El rostro en una nube de vapor
tibio, en el banco,
desde la frente desataba la escarcha
un rubor a mi amor.

Giorgio Caproni



Alba 

¡Amor mío, en los vapores de un café
al alba, amor mío qué invierno
tan largo y qué punzante espera! ¿Acá
donde el mármol en la sangre es hielo, y sabe
de frialdad también el ojo, en el lejano
rumor sobre la escarcha qué tranvía
escucho, que abre y cierra en perpetuo
sus desiertas puertas?… Amor, tengo enfermo
el pulso: y si el bazo previo al estallido
sutil tiene un temblor entre los dientes, es quizá
un eco de esas ruedas. Pero tú, amor,
no me digas, hora que a veces tuya el sol
derrama, no me digas que de aquellas puertas
aquí, con tu paso, ya diviso la muerte.

Giorgio Caproni


Aria del tenor

                          Andante, un poco convulso.

Listos a atacarse.
En la ruptura, ahora.

Cada uno detrás del tronco
de un acebo.

Se espiaban.

A pocos pasos.

Nunca
los embargó
una alegría tan ardiente.

Casi
se amaban.

Copulaban.

En el odio que los calcinaba, casi
hubiesen querido abrazarse
antes de disparar.

Puede darse
que haga este tipo de bromas
el amor, cuando es total.

En torno, ningún animal.
Ni una sombra.

Solos.

Empezó a nevar.

Liebres blancas.

Blancos
helechos, entre juníperos
de Árbol de Navidad.

Todo un blanco mental
de blanca infancia.

Un mar
blanco de alegría, entre los acebos
que se hacían negros
en la blancura de los pensamientos.

Se odiaban, enternecidos
hermanos.

Abel
y Caín.

En roles
reversibles.

Imágenes
de un mismo destino
o amor perfecto.

¡Solos!

Un hombre solo en dos.
Dos hombres en uno.
Dos yos enfrentados.

Un solo yo.

Gozaban.

¿Acaso ambos sabían
que el hombre se mata a sí mismo
–el hombre –matando al otro?

Orgasmo del suicidio.

En la lenta instilación
de la hora, iban sorbiendo
la propia muerte.

¡Solos!

Todavía nevaban
liebres de silencio y helechos.

Hacía un año que se acechaban,
en los lugares donde más vivo
era el tumulto.

En el puerto.

En la estación.

En los retorcidos
intestinos de la city.

En vano.

La culpa les había dado una mano.
Ofrecido una ocasión.

Ahora, saboreaban lentamente
el instante.

Llegada por fin
la hora del exterminio.

Listos para atacarse.
En la ruptura.

De pronto,
un sobresalto.

Ninguno
de los dos quería ser el primero
en disparar el arma.

Apretaron
a quemarropa el gatillo.

Los vi caer juntos
bajo la ráfaga.

El aullido
que lanzaron, golpeó mi pecho
como plomo.

Huí.

Me quema en la memoria,
aún, mi vil victoria.

Giorgio Caproni



Biblia

Ah mi familia, mi
familia dispersa como
la del Hebreo... En el nombre
del padre, del hijo (en mi
nombre), ah mi linaje
desgraciado, mi tienda
rota y llevada por el viento
con su fuego y su dios.

Giorgio Caproni



Hojas

    Cuántos se fueron…
                                    Cuántos.

    ¿Qué queda?

                          Ni siquiera
el soplo.

              Ni siquiera
el arañazo del rencor o la dentellada
de la presencia.

                         Todos
se fueron sin
dejar rastros.

                     Como
no deja rastro el viento
sobre el mármol por donde pasa.

                                                    Como
no deja huellas la sombra
sobre el andén.

                         Todos
desaparecidos en una polvareda
confusa de ojos.

                          Un murmullo
de voces áfonas, casi
como de hojas a contraviento
detrás de los vidrios.

                                  Hojas
que sólo el corazón ve
y en las que la mente no cree.

Giorgio Caproni



Interludio

Y en tanto he conocido el Erebo
-el invierno en una lechería.
He conocido a mi Proserpina
que en pálido vestido
lavaba al alba
los nebulosos vasos.

He conocido negras
mesas -almas apuradas
apoyar la bicicleta
en el estípite y entrar
a perderse entre vapores.
Y he conocido rubores
indecibles -manos
de hielo sobre rancio
aserrín, y sin figura
en el humo la muchacha
que espera con su taza
vacía mi pavura.

Giorgio Caproni


Interrrogativo

He amado tanto…
¡Felicidad!
¿He tocado
las cimas más altas del llanto?

Giorgio Caproni




Nota dejada antes de no irse

Si no volviera,
sabed que nunca
partí.

Mi viaje ha sido
quedarme donde estoy,
adonde nunca fui.

Giorgio Caproni


Propósito

Hace frío en la historia.
Me gustaría largarme. Adonde,
también yo, con mi fusil descargado,
pueda gritar: "¡Viktoria"!

Giorgio Caproni


Suspiro

Ah, poesía, poesía.
Tristísima copia
de palabras, y fuga
del alama mía.

Giorgio Caproni








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