Después de marzo
Olvidar ciudades, nombres, deseos
de hombre: solo quiero florecer, revivir, yo
no más yo, malvavisco, acacia,
cuenca abierta y vibrante de una anémona.
Tener pies y nudos de hierba, yo
no más yo, manos enguantadas
de yemas, cejas nuevas azules, de
corteza el pecho, resquebrajado y vivo.
Lo he olvidado todo, escribo
porque olvidar es un don: no deseo
más que árboles, árboles, proas
de viento, olas que van y vuelven, el eterno
renacer estéril y mudo de las
cosas
"Marzo fue triste y frío, pero luego
Abril, praderas, los portentos
de levísima púrpura, cerezas
y las primeras
rosas"
Giuseppe Conte
Los árboles, azules en las horas...
Los árboles, azules en las horas
de plena luz, que por las tardes
tienen cabellos de violeta
como las nubes, luego de ceniza,
y que la noche hunde en la sombra del parque,
borrándolos. En las mañanas dejan
sobre escaleras, entre cancelas,
sus flores breves, ajadas y aún espléndidas
de mar: yaciendo para el asombro y
la ofrenda.
Giuseppe Conte
¿No más el Occidente?
Pero es de Dios el Oriente.
Del Dios de las mezquitas, del Dios del fuego.
Todo es Dios más allá del Jordán.
Las alas, los toros, los leones
sobre el pedestal de Persépolis
los jardines, los bazares, las cúpulas
de la ciudad que perdonó Tamerlán
porque allí crecían las rosas más bellas
y allí estaba escribiendo su Diván
Hafiz*.
Giuseppe Conte
(De Canti d'Oriente e d'Occidente, 1997)
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