Piers Gaveston

El filo diestro que mi cuello aguarda
no es sino el inesperado aviso
de que esta noche he de temblar
no de miedo ni de amor,
sino de frío.
Convertí por él el mar
en un suspiro
y en versos cadenciosos
los dolores del exilio.
A esta tierra regresé
no por favores a los míos,
mas por virtud de él,
de su viril abrazo
y de su abrigo.

Torné con el alma verde mar,
remojada del mar mismo,
como minúsculo Leandro
hecho monumento, sin embargo,
en el recuerdo del licor ferviente
que mi lengua cazadora
ávida acechaba en la espesura
de su vientre y de sus junglas.

Si me atrevo y miro,
¿qué hay debajo?
En mi tumba se adivina
la negrura tibia
que en su cuerpo me acogía.
Recuerda, Pedro, que el sepulcro
no es su boca y que su boca
no es tu vida.
Serán en su futuro
un estertor sin nombre,
la caricia viciosa del maldito,
un sacrificio indigno del tablado
y el hierro blanco que le arranque
desde dentro
las entrañas y los gritos.

Serás, Gaveston, en la muerte,
la razón nocturna de su semen,
la humedad perenne de su reino,
la traición de todos sus amantes,
su silencio puro y su infinito. 

Mario Murgia
Piers Gaveston, traducido al inglés por Alfred Corn








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