Abraham Marcus Materim
Abraham Marcus Materim
cuenta que vio a los bolcheviques entrar a Varsovia
mucho antes de que la obesidad le destruyera la memoria.
Dice que en el traspatio de su casa se escuchaban los cañones,
que él hundió la cabeza en el Talmud
por si algún estallido atravesaba la ventana.
Muchos años más tarde se hizo autor de libros
que varios refugiados comentaron,
se hizo cajista, imprimió varias odas,
fieramente aduladas por la comunidad hebrea.
Salió en los periódicos, del brazo de sus colegas,
la camisa por fuera, las gafas empañadas,
la portañuela abierta con su erudición.
Abraham Marcus Materim
impresor de libros en hebreo,
cayó por su propio peso bajo las garras de su gordura,
agonizó unas horas escupiendo tetragramas por la boca.
José Kozer
Ánima
Mi hogar es este espacio que media entre la coronilla y los pies
(es) el hogar la mano (diestra) de
Guadalupe (abierta) ante mi atónita
mirada el brazo (siniestro) extendido
a todo lo largo de su efímera corpulencia
(vegetativa) (ganga) (veta) el cardenillo
cayendo de sus ojos (zarcos) de sus
axilas (resplandecientes, de rubio) pez
la voz de Guadalupe al llamarme a la
mesa (¿qué otro hogar?): ni nación ni
votos ni palcos ni corros ni pila bautismal
o pila municipal los pilares del mundo
real son sus muslos: lava son del centro
ígneo de los tiempos que corren piedra
caliza desmoronándose de sus cimientos
a la (visible) cúpula que el viento horada,
a punto de caer: estrépito del silencio el
hogar cuesta abajo disolviéndose
concéntrico de círculo en círculo en su
descenso mecánico (astral) al fundamento
de limo (hongos, verdinegros) musgo,
enjaezado: un almirez de teca donde
triturar todo aspaviento de conversación
más allá de nuestras implícitas presencias
visibles (¿presentidas, adónde?) a veces
de cuerpo entero en una pared recién
encalada a veces formas desfiguradas en
dirección contraria o entrecruzándose
en los ejes de una sombra que proyecta
la lámpara recién encendida (¿por cuál
mano qué brazo cuáles tentáculos qué
uñas desgarraron la luz?) del techo: zarpa.
Triturar unos dientes de ajo mezclar la sal
viva con la vivacidad del aceite de oliva
a punto de chisporrotear en una sartén de
cobre de Santa Clara envejecida (hogar este
cuerpo doble buscando el calor del abrazo
en la sombra de una cerámica inamovible
proyectada en el suelo del comedor) ardor,
el cardenillo (al caer): hormigas; comején;
polillas; carcoma; el cocuyo visible toda la
noche en el trigal: el cocuyo visible toda
la noche en un campo enardecido de altas
amapolas que ya alcanzaron la potestad
de Jerusalén: toda la noche la polilla
circunscribiendo el pezón izquierdo de
Guadalupe (yacente) a mi lado el cocuyo
jaraneando alrededor de su pezón derecho
vivos helechos mis dedos retozando (carcoma)
(cardenillo) (orín) entre sus pelambreras: y
reímos. A dos voces (simultáneas) reímos
(reencontrados) en el eje (circular) del
agua que desciende de un círculo a otro
por declives apenas perceptibles rumbo
al hogar (único) de esta copa (en alto)
vaciada (cuba, vacía): la volcamos (riendo)
de una patada (desternillándonos) se
desprenden los ejes (duelas) flejes vemos
(riendo) irrumpir en un bosque (torbellinos)
la huella.
José Kozer
"Apenas me doy cuenta que soy José Kozer, carne, hueso, biografía."
José Kozer
El filósofo Mo Tse
Para Juan Pedro Castañeda
El filósofo Mo Tse enseña: refutarme es como tirar huevos a una roca.
Se pueden agotar todos huevos pero la roca permanece incólume.
El filósofo Wo agota los huevos del mundo contra una roca
y la conquista.
Primero, al hacerla memorable.
Segundo, porque en lo adelante y dada su amarillez excesiva,
quienes acuden a la roca
confunden la luna y los caballos.
Y tercero, aun más importante: un veredicto actúa sobre otro veredicto,
anula la obsesión de sus palabras.
José Kozer
Harapos del espíritu santo harapos del espantapájaros...
Harapos del espíritu santo harapos del espantapájaros.
La virgen sobre el asno recorre las empedradas calles de hallandale su efigie en los
canales de agua su manto blanco fulgura en
las colinas de hallandale.
Hecho visible cúpulas reales alcázares en las aguas reflejados pencas de agua
lacerando el asno de la virgen.
Hace seis meses que veo la misma procesión de muertos de jerusalén a hallandale.
Pus yugular fibroma hez verdes melanomas descascarando el bronce de las
campanas aneurismas de cera las torres de hallandale.
Molinillo de horas de plegarias da vueltas quiero que maría vestida de mantillo
toque a la puerta.
Negro abalorio negro abalorio reglamenta la roturación del cuerpo a su
resurrección de su resurrección a un cántico de
caracoles policromados ciñendo los harapos
de maría la gualdrapa destrozada de la bestia
las aguas estancadas al pie de las colinas.
Manto de luz espíritu santo manto verde la estearina goteando en los pinares en
los espejos de hallandale salve la hoz salve la
siega salve la oscilación (amarilla) (haced
del polvo, trizas) de las escobas.
José Kozer
La ratificación
Salvo él, el único que se salvó de la quema, los
demás perecieron o
llevaron en el antebrazo,
los tobillos, las sienes,
debajo de los párpados
una señal: el distintivo
que habría que interpretar
durante décadas, después
y después, señal de
debilidad, incapacidad
de reaccionar a tiempo,
fácil es hablar: y tatuar.
Él, pura casualidad, y
me decía riendo que
fue para que yo naciera,
y yo gracias, y él de
nada, se largó a tiempo.
Señal visible ninguna.
En las duchas, en las
casetas del balneario
durante los veranos
yo lo inspeccionaba,
un cuerpo liso, hombros
redondos, brazos duros,
manos imperiosas
(impecables, antes
del ácido úrico) sexo
radiante: su trasero
contenido, piernas
contundentes, calvo
como bola de billar
a partir de los veinte
años, mirada cortante,
afilada nariz: uñas
amarillentas, voz
turbia, interior
escurridizo y compuesto
de vueltas y revueltas,
espirales, falsas tramoyas
y falsas conjugaciones,
entre general y concreto,
y aunque parezca un
juego de palabras, entre
General y soldado raso.
Ducho en silencios, en
negocios, a su manera
apuesto, siempre
reservado, oloroso a
polvos de talco y agua
de colonia, detestaba
los espejos: amaba
los caballos. Carecía
según él de fantasías,
nunca imaginaba, iba
y venía a sus asuntos
por la casa, la casa
temblaba: y por la
tienda, la playa, los
cuatro amigotes
hablando de marxismo,
las dos guerras, el
ateísmo: y lo que de
nuevo, estaban de
acuerdo, se les venía
encima, no había que
ser sabio para verlo
venir.
Toda acción tiene bien se sabe su reacción, a
cada causa un efecto,
y así, por ahí, en medio
del camino, nací: crecí,
creí, temiéndolo, hasta
que vi que era él quien
me tenía miedo, nunca
supe a ciencia cierta a
qué ni por qué: sería
en suma un miedo
ancestral, asunto
atávico de hebreos,
suelto rizoma compuesto
de entierros, huidas, de
Dios lo imprevisto y eso
cuando él en principio
no quería nada con
Aquél, ni sus
representantes. Ni lo
entiendo ni entenderé,
había que ver cómo
nos esquivábamos,
ambos simulacro de
sombras incrustándonos
en unas penumbras
donde, tras saludarnos,
nos deshacíamos. Él,
vestigio sin señal y yo
convencido que detrás
de su sombra había
un número visible de
señales donde se
escondía la respuesta
que buscaba: nada,
que era para echarse
a reír, como para
volverse loco, y como
para preguntar hasta
el final que quién era,
y por lo tanto, a ver,
quién soy. Nos une
sólo la casualidad
consanguínea, la
denostada ternura
de los judíos, un
aroma a vejez, y
en expansión una
dispersión, ida y
otra y otras idas
que surgen de una
milenaria y única
profecía, las calles
están sucias, otros
especulan.
José Kozer
Me acerqué a la ventana contemplé un canal de aguas
Me acerqué a la ventana contemplé un canal de aguas pensé en el salto del
delfín: una garza posándose en las marismas.
Estas aves se nutren de mariscos minúsculos.
Vuelan procrean nutriéndose de unos mariscos del tamaño
de la punta de mis dedos.
¿Eso es de Dios? ¿Eso, de Dios? Quemé (muy adentro) los números.
José Kozer
Me voy...
Me voy
a Beulah
a Beulah
me voy
a mirar
al viejo
rabí
bailar
alrededor
del castaño
alrededor
del pozo
del aprisco
del lecho
de Betsabé:
fuente
de luz
fuente
de piedad,
zarza
ardiente
su pelo,
zarza
ardiente
los ojos:
ya va a
girar.
Y miro
y miro
la rueca
la veleta,
tornasol
el agua
tornasol
las hojas.
A Beulah
llegó el
rabí:
nada
escapa a
su mirada
recta,
recta:
obra
primera
del Juicio
Final.
Y me llama
a Beulah
a Beulah
me llama:
a dar la
vuelta
alrededor
del ascua,
la ceniza,
aro del
último
fuego
carnal:
se detuvo.
A mis pies
reverbera
un caftán,
sombrero
de castor,
manto y
filacterias.
Me inclino.
Me sobrecojo.
Alzo
el viejo
espejismo
del lago,
arena
y ceniza
se deslizan
entre mis
dedos.
Beulah
Beulah
el viejo
rabí una
llamarada,
ascua en
la escala.
José Kozer
"No espero nunca nada de nada. Lo dejo ocurrir. Sí deseo, porque conozco y quiero mucho como persona y como poeta a Renato Sandoval, que su ingente esfuerzo y buena voluntad redunden en un memorable Festival. Es una época la nuestra en que sin este esfuerzo (sin estos encuentros de literatura) el mundo, ya de por sí muy disminuido por las fuerzas de la brutalidad fascista y neocapitalista, por el estruendoso fracaso de la política, del comunismo, de todo tipo de tiranía, se desmoronaría: el mundo actual necesita tal vez más que nunca de la presencia en vivo de los poetas, de los intelectuales, de quienes piensan y crean desde una interioridad sin la cual no puede haber civilización.
Estamos rodeados de porquería, de mentira, a todo nivel, y lo que hay que hacer es juntar fuerzas, y desde una buena voluntad, actuar, por el bien de la Creación, de la poesía, de la cultura, de los seres humanos en todas partes y en todas las culturas. La tecnología puede ayudar mucho, están ocurriendo cosas muy interesantes, que puedem cambiar, y para mejor, el mundo actual, tan desastrado. Los poetas tenemos el deber de contrarrestar a los ejecutivos y a los mercenarios de toda índole, y sólo lo vamos a conseguir reuniéndonos en encuentros como el que sucederá pronto en Lima, y donde todos debemos actuar, desde la divergencia, en convergencia que defienda la buena escritura, la divulgación masiva de esa buena escritura, poniendo de lado el ego, la propia necesidad de seducir y relucir. Reluzca la poesía y no el poeta. Llevemos a Lezama, con paciencia y capacidad pedagógica, al pueblo, dejémonos de despreciar al pueblo diciendo estúpidamente que Lezama es incomprensible, inasequible, para el pueblo; no lo es. Hace unos años en Buenos Aires tuve un careo con un señor muy mal intencionado que a la mesa, entre amigos, se dirigió a mí para decirme que yo siendo cubano conocería la obra de Lezama, y añadió que para él Lezama era chino. A lo que respondí, y creo le arruiné el almuerzo, que el chino era un idioma que se podía aprender. Cosa curiosa, más adelante, leyendo la biografía de John Richardson sobre Picasso, éste le dio la misma respuesta a un alfeñique mental que le dijo que sus cuadros le parecían chino."
José Kozer
Recomendaciones a mi hijo varón
que está por nacer
Primero, hijo, la camisa por dentro.
Hablar poco,
y si hablas de ti, decirlo todo escuetamente,
como cuando lo mejor que escribió tu padre.
Mucho respeto a tu madre,
y alzarle la voz lo menos posible.
Un beso a tu padre cuando llega del trabajo:
nada de apretón de manos.
No matar, no ir a la guerra,
tener siempre un par de pesos guardados en el banco,
y jamás, hijo mío, jamás,
hipotecar la casa.
Ten buró, pon tus cosas en la gaveta,
no renuncies al tabaco.
Si tienes hijos, ni adviertas ni impongas.
El día de la muerte abre por fin tu libro,
coloca la cabeza bajo el tajo,
no te quites.
José Kozer
"Soy cubano, no con exclusividad. Soy también japonés, indostano, menchevique, pacifista, belicoso, soy y soy en la contradicción y la paradoja, y dejaré de ser en su momento (inevitable) ni antes ni después. Anthony Kerrigan fue invitado con una beca de la Kellogg en la época dura de la Revolución a investigar lo que pensaba la intelectualidad cubana de la intelectualidad exiliada cubana (el resultado está publicado en un número de la revista Salmagundi): los intelectuales “revo” dijeron cosas muy feas de Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas y otros, insultaron, despotricaron y más que nada, juzgo, se pusieron en evidencia como oportunistas y lamedores de embarrotillados traseros. Supongo que todos padecerán ahora de gastritis. En mi caso al ser preguntados, no pudiendo aducir como en el caso de otros, a mi preferencia sexual, a la forma y tamaño de mi pudenda, dijeron que yo era un israelita (ése es un israelita, dijeron): al leerlo me dije, pero cómo, si nací en Cuba y no en Israel, me da la impresión de que soy cubano y no israelita. ¿Algo más?"
José Kozer
Un campo de achicoria
Un campo de achicoria.
La vaca pastando la vaca pastando.
El campo agostado un último ramillete de achicoria en el florero de casa.
Círculos en derredor de sí misma el aura tiñosa.
Secos los campos muerta la flor de achicoria en el florero.
La tiñosa cebándose la tiñosa cebándose de la víscera azul de la res.
José Kozer
Una escalera de caracol
A manera de símbolo me rapo la cabeza.
Una postura de loto intermedia (respiración) diez minutos.
Guadalupe me trae una taza de anís estrellado.
El ajuar de los reyes las arras de príncipes, potestad de las crines.
Subo al altillo, Aldebarán: bajo a desayunar, efigies
Siervo: y Dios, cáliz de las miríadas labor hilada de golpe {bordado) de las encrucijadas con nada coincide.
José Kozer
"Vivo leyendo y alternando lecturas. Releo poco, leo hacia delante. Leo mayormente en español y en inglés, hoy por hoy más en inglés que en español. Desde 1997, año en que me jubilé de la Universidad, leo entre cuatro y ocho horas diarias, según. Temo pocas cosas, pero si algo temo es perder la vista, porque vivir sin leer me resulta incomprensible. Puedo comprender vivir sin escribir, pero no sin leer. He leído de todo, mal y bien, y quiero seguir leyendo de todo. Leo a la vez a varios autores o tipos de libro, mayormente poesía, ficción, biografía y/o historia. Casi no leo teatro, no leo casi teoría. Leo mucho de lo que los jóvenes me envían, lo que me mandan los amigos, en ciertas épocas he dedicado a diario una hora a leer libros enviados. Y casi siempre le pongo unas palabras al autor que se dignó enviarme su libro. Lo agradezco.
Si de algún modo reflexiono sobre qué escritores llenan o han llenado más mi vida, los que más amo (y la ringla de autores en mi caso es enorme) en esa interminable hilera privilegiaría a Proust, Joyce, Beckett, Pound, una cierta Gertrude Stein, una cierta Virginia Woolf (incluyendo sus maravillosos diarios) a John Donne, a San Juan de la Cruz, al amado Arcipreste de Hita, Góngora, Quevedo (menos) Lope (bastante) López Velarde, los cuentos de Hawthorne, Melville, Thoreau (a quien adoro y sueño con reencarnarlo, y ser él) Musil, Thomas Bernhard, Kafka in toto (Kafka no tiene desperdicio) Leonardo Sciacia, Primo Levi, Paul Celan, Brecht, Broch, Böll, el maravilloso Robert Walser, madre mía a qué seguir. El libro, novela corta que hubiera deseado escribir, es el Lenz de Georg Büchner."
José Kozer
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