Amar
Es tener
un ruiseñor en la sangre
con las alas desplegadas
en melodía de luz.
Es oír una alondra
alzar vuelo desde un beso
y su voz de primavera
cuando perfuma la piel.
Es degustar una estrella
con sabor a nacimiento
en una nube de guacamayos
con sonrisa de mujer.
Amar es ver la tarde
derretirse en el espejo
reflejo de dos cuerpos
ungidos de placer.
Amar es la alegría
de un juguete encontrado
el aroma de un abrazo
al ver la noche lunecer.
Es el fulgor de la sangre
que se eleva al infinito,
albedrío de las ansias,
bajo el imperio de la sed.
Víctor José Díaz Goris
Caída
Caminabas
igual que un Ave Del Paraíso seducida por Adonis
sobre la noche muerta.
El desangrado cristal del crepúsculo
se agitaba sobre tu cabeza.
Tus pasos aleves
acuchillaban al viento.
Los alerces se estremecían
ante el cimbrear de tu mirada.
En tu aliento recién construido
se balanceaba un turpial de sonoras plumas.
El claro caudal de tu voz
era aprisionado
por el hilo de plata
de la tarde al caer.
Veías, con toda claridad
como por los pétalos del Deseo
fluían los rubíes del Mal:
La Muerte venía de prisa
a lomos de una espada de luz
y flores silvestres.
Serena la viste pasar.
Al verte,
tuve un desequilibrio
(consciente)
en mis pulsiones y sentidos.
Mi sombra, desecha,
corrió igual suerte.
Era violenta la quietud
en la que tu cuerpo, (no tú),
me sumergía.
Al final
sufrí otra derrota:
volví a entrar en tu piel.
Víctor José Díaz Goris
Creación
Tu boca bisiesta
me nombra y me crea
y vengo a ser porque así lo decidiste
demiurga de ocasos
plagiadora de amaneceres.
Del barro de la derrota
formaste mi piel
en la negra hierba de carne
que recoge el cadáver del mar.
Con espejos rotos
creaste mi carne
y pusiste a conciencia
una corona de espinas
a mi pensamiento.
Con los restos de un relámpago
construiste mis huesos
y los llenaste de ansiedad
vestida de palomas muertas.
En la inesperada rutina del trueno
inauguraste mi sangre
y con la esperada sorpresa del dolor
mi aliento.
Soy obra de tus labios
del aire y la tierra.
Por tal razón soy tú
en la insospechable finitud del tiempo.
Pero tú eres yo
en la sospechable infinitud
de Eros.
Víctor José Díaz Goris
La acústica de las ansias
La daga de tu mirada
sostiene en vilo a la noche
mientras una a una
mis palabras te desnudan.
El temblor de tu cuerpo
igual que un barco que se hunde
va extendiendo su aroma
desde el lecho hasta mi sed.
Tus senos elevan
la roja firmeza de sus puntas
hasta el ávido fulgor
que va poblando mis labios.
Tu piel, que oculta las palabras
de todos mis silencios
tiene la forma de una duda satisfecha
sabor a luna llena
la textura de un pensamiento.
Van cayendo sobre nosotros
hojas de sangre y fuego
en el ritual de dos cuerpos
bajo todas las formas del Deseo
mientras tu aliento desnudo
escribe tu nombre en mi piel.
Mi voz, puñal de ojos abiertos,
reclama el sabor de tus labios
en la ceniza del dolor.
Luego me baño de ti,
en los ríos gemelos de tus piernas
en los desquiciantes destellos de tu pubis
del que nace un sol alado cada noche
y donde se esconde
bajo el ardor de tus esencias
la sagrada cifra de las Ansias.
Cuando todo se consuma,
la noche nos acerca a la Muerte,
en la herida del orgasmo, en el cansancio del querer
y vas andando, aún desnuda, mariposa en la punta de un beso
mientras, a la luz de tu cuerpo,
el día sangra de amor.
Víctor José Díaz Goris
Tus ojos
Tus ojos de cascada hacia arriba
de meandro de río que se va a secar
son carne de luces
que se anudan al hastío
cayenas con labios en sus pétalos
diorama de emociones
en cópula con la noche.
Tus ojos de clavel bañado por la luna
son huracanes alegres
que destruyen mis ocasos
fresas colgantes en los cabellos de una nube
pífanos de un atardecer
suspendido en la memoria.
Tus ojos de guitarra afinada
igual que una garduña
que persigue a una sombra
son las arenas movedizas que me llevan
a la Eternidad.
Víctor José Díaz Goris
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