Calle Deseo
Es la vieja calle del arco iris doble,
desde el más puro e intenso carmesí al frío malva.
En ella puedes encontrar a la mujer que llora
o a su hermana gemela que ríe.
Desde sus esquinas,
puedes otear la grandeza del mar
y elegir en la intimidad su pobreza.
Leer en los rótulos luminosos:
la vida es muy corta y los anhelos muy tercos.
Esta es una calle
de ilusión crepuscular.
Los desesperados acuden para que los ilumine.
Han oído de sus milagros
cuando uno se despoja sin miedo de su congoja.
Consumido el apetito inicial,
el tiempo lo va desgastando,
-te hace signos que no entiendes-
pero este no muere nunca del todo.
Esta es una calle
hecha con la sustancia barata de la esperanza.
Sofocado el dolor de un fracaso,
la calle mantiene latente el germen
de un nuevo alumbramiento.
Antonio José Royuela García
Despedida
Una noche cualquiera,
de un día con cielos grises,
despertaré abrazado
a la ausencia de tu mundo,
que es el mío cuando tú no estás.
Entonces acariciaré tu pelo
convertido en una ciudad apagada.
Tu cuerpo semidesnudo,
será sombra en las esquinas de las calles
de esa misma ciudad sin luz,
donde el sueño de recordarte
juega a defenderse.
Una noche cualquiera,
fría como la nieve cuando tú me faltas,
sentiré miedo al oír el temblor
de tus muslos
cruzar la puerta sin mirar atrás.
Entonces estaré mirando
Una mirada de otros ojos
con rastro de amor.
Sintiendo como por dentro se derriba todo.
Una noche cualquiera,
cuando las verdades sin contar
apaguen las cenizas de los labios,
cuando los silencios han perdido su crédito
y tu piel sea una cicatriz de la mía.
Entonces el rumbo de tu sonrisa
me dirá la isla dónde naufrague.
Para ese momento,
los dos habremos maldecido
las cosas que no se pueden compartir,
la intransigencia de los ojos de ciego,
las paradas donde no llega el metro
y el taxi queda lejos.
Esa noche cualquiera, nosotros,
volveremos a ser tú y yo.
Antonio José Royuela García
Esperanza y utopía
Esperanza y utopía
algo tienen en común.
Origen en el deseo,
sustento para las metas
y su labor como jueces del destino,
en la fuerza del desánimo
elaborada por el paso del tiempo.
¿Quién de nosotros se atreve a juzgarlas?
Nada es lo que parece
y aquello que parece,
a veces no lo es.
Como en todos los cielos,
existe asimetría en el horizonte
de las miradas,
distinta profundidad
en el latir de sus corazones
y el desencuentro en los espacios comunes.
Pero, ¿quién conoce todas las lenguas de las venas?
Un beso no cambia de color
por tener patrias diferentes,
y aunque el origen no fuese convencional
es tan válido como los que se dan
bajo la misma luna.
El amor no va más allá de la idea que lo genera.
Dame tus manos, tu frente alta.
Sin urgencias,
acompáñame por los pormenores.
Seamos la nostalgia de nuestro futuro.
¿Esperanza o utopía?
Antonio José Royuela García
Los tiempos son círculos cerrados
No me resulta fácil expresar amor
en el poema
y al mismo tiempo, convencer
de que todos mis versos nacen de él.
Independientemente
del metal y brillo con el que estén hechos.
Ahora que no me olvido de ti
y he recuperado mi jardín de atrás
gracias a tu dictados
de cómo encontrar la respiración
aquellas veces que la olvido.
Ahora que he aprendido
a trabar la lluvia que esconden las nubes
de mis poemas,
porque camuflas mejor que nadie
el paraguas en mi maleta.
Ahora sé que el amor de este poema
no es un relámpago,
ni tiene nada que ver con la sed de la noche.
Ahora, cuando descubro
que mi juventud
ya no quiere seguir andando en todas direcciones,
y tú, a pesar del frío que da mi invierno,
mantienes el norte como una brújula
a la espera de ser avistada.
Ahora sé,
que un reloj de arena marca un tiempo,
y que los tiempos son círculos cerrados
que pertenecen a alguien,
como el amor de este poema te pertenece a ti.
Antonio José Royuela García
Te hallo y me pierdo
Te hallo
en los labios de la noche,
en la melaza de tus pezones,
en la querencia de tus oquedades
y en el buen hacer de tus manos
y me pierdo
en los besos ausentes
de una boca nómada,
en la sombra de unos turgentes
y distanciados senos,
o en el vaivén
de unas caderas infidentes.
Te hallo
en la batalla cuerpo a cuerpo
hecha cama y en tu gemir
cuando pides que azote tus nalgas
mientras la luz de tus ojos
solicitan continuidad en el movimiento
de nuestros torsos adheridos,
y me pierdo
en la orilla sin mar
que aleja tu espalda,
en la angustia de saberte acariciada
en el fuego de otro calendario
o en la imagen rota
de un despertar abrazado a tu ausencia.
En este círculo
de hallarte y perderme
es donde la necesidad de la certeza
es un cielo en aquelarre.
Antonio José Royuela García
Te ofrezco un trato
Te ofrezco un trato
que incluye algo de magia.
¡Escúchalo!
La noche escondida tras la noche
a tus dudas y a tus sombras.
Los besos sin billete de vuelta
aún desconociendo el destino.
Velar tu corazón
cuando el frío del invierno llegue y lo roce.
La entrega del que quiere ser vencido.
¡No respondas todavía!
El truco de hacerte invisible
sólo a mis manos,
el de esconder mis labios
tras tu espalda
mientras nuestras manos aparecen entrelazadas
como una enredadera a tu cintura.
Aún no, ¡no respondas todavía!
por favor.
Todo y más,
a cambio, sólo te pido:
el brillo de tus ojos en la mirada,
el vello de punta
que esconde el deseo tras tu sonrisa
y alguna palabra de aliento
cuando percibas mojada la pólvora de mi piel.
¿Qué contestas ahora?
Antonio José Royuela García
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