Casablanca

1

La infancia enjuta y soleada la adolescencia
vasta y solitaria como un desierto de cítricos
y Casablanca un espejismo la más cercana
lejanía desde que allí se perdió mi padre
por cosas de la guerra (otra femme otro
hijo en la ruleta de la vida).

2

Cartes postales y viajeros sículos
(en la diáspora transitando por el valle de Mazara)
contaban de cúpulas moriscas sobre el océano
de jardines colgantes —nueva Babilonia—
de noches pespunteadas de diamantes de mercaderes
locuaces y embozados en la casba cautelosa.

3

Y la blanca ciudad suspendida en una niebla
que el sol de África despejó en broma
A mi querido papá lejano / con mucho abecto
releyó mi madre y subrayó nerviosa la «b»
(tuvo una prolongación reparadora
en la foto de «Boscarino» con dedicatoria — me retrataba
con un libro de mitos la mirada perdida
en el vacío). En el vacío Casablanca un milagro.

4

Llegaron más tarde perfumes de oriente
huríes siempreverdes pecadoras (des)veladas
arenas rojizas de siroco. Nadie
me decepcionó más que Humphrey Bogart. Lorenzo
más sencillamente —ex prisionero en desbandada—
se había convertido en dueño de una épicerie fine
abarrotado almacén para ciudadanos franceses
«La Jardinière».

5

Al independizarse Marruecos debió abandonarlo todo
retirarse a Lyon donde murió de un tumor
en el cerebelo o en un accidente de camión nunca se supo
con precisión. Lyon fue —de Casablanca—
sucedáneo y fusión tuvo también ella minaretes
palmeras blancos palacios sabía a ultramar
hasta el pâté de foie.

Lucio Zinna





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