"En la larga carretera recta de Terhofstede a Retranchement, todavía se les escapaba alguna risilla, pero, en cuanto dejaron atrás las últimas casas, sus rostros empezaron a ponerse cada vez más serios. Lodewijk caminaba solo delante, detrás de él iban Michael y Ron, seguidos a poca distancia por Stella, Herman y Laura. David y Miriam caminaban un poco rezagados, cogidos por la cintura.
Al principio, Laura no había sabido qué pensar sobre la idea; le parecía típica de chico, por no decir típica de Herman; pero cuando subieron al dique y bajaron hacia el Zwin por el otro lado, tuvo que admitir que funcionaba, que ocurría algo, al menos a ella. Oía a lo lejos las olas que rompían en la playa, una gaviota se lanzó hacia abajo graznando, y también estaba el susurro del viento entre las matas y los cardos. Era como volver a oír después de haber tenido las orejas tapadas mucho rato, como si oyeras de verdad, cada ruido por separado. En algún lugar al otro lado del dique un campanario empezó a dar las horas, y Laura contó los tañidos: cuatro. Después del cuarto, el silencio fue reconquistado por las olas, invisibles desde donde ellos estaban ahora. Laura se sintió abrumada por... una sensación de felicidad, pensó primero, pero no era eso, era algo más visceral, algo que se encontraba en un punto más bajo de su vientre. Miró a su alrededor para ver si los demás lo sentían, o si al menos notaban algo comparable, pero en aquel momento no había nadie cerca, nadie que pudiese verla o que pudiese ver la expresión de felicidad —no, no era eso, era algo distinto— de su cara. Lodewijk acababa de desaparecer detrás de una duna, Michael y Ron estaban demasiado lejos, David y Miriam aún no habían bajado del dique; estaban besándose, vio Laura, y al instante apartó la mirada. Sólo Stella y Herman estaban lo suficientemente cerca, pero Stella miraba a lo lejos con los brazos cruzados y Herman, que había sacado la cámara, giraba muy despacio sobre sí mismo con el ojo izquierdo pegado al visor.
La noche anterior, Herman había pedido a los demás que esperaran un cuarto de hora en la buhardilla hasta que él los avisara de que podían bajar. Había colgado una sábana blanca de la pared con chinchetas y colocado todas las sillas disponibles en filas de dos, unas detrás de otras."

Herman Koch
Estimado Señor M.


"El meñique del maître había señalado en primer lugar mi filete de gallina de Guinea envuelto en una loncha de tocino alemán, y luego había pasado a la guarnición: un montocito de “discos de lasaña de berenjena con ricotta” ensartado en un palillo de cóctel, que más parecía un sándwich club en miniatura, y una mazorca de maíz ensartada en un resorte que, probablemente servía para coger la mazorca sin mancharse los dedos, pero tenía algo ridículo, o no, rídiculo no es la palabra, sino más bien algo que pretendía ser divertido, como un guiño del cocinero o algo por el estilo. El resorte era cromado y sobresalía un par de centímetros por ambos extremos de la mazorca, reluciente de mantequilla. Las mazorcas de maíz no me dicen nada, siempre me ha parecido repulsivo roerlas: es poco lo que comes y mucho lo que te queda entre los dientes, por no hablar de la mantequilla que gotea por la barbilla. Además nunca he conseguido desembarazarme de la idea de que el maíz es, fundamentalmente, comida para cerdos."

Herman Koch
La Cena


Energía en Suecia

Esos fueron los días
En que había tanta energía a mi alrededor y dentro de mí
Podía quitármela y volver a ponérmela, como ropas
Que uno ha comprado sólo para un viaje a esquiar
Pero que acaba usando todos los días
Porque todos los días son como un viaje a esquiar
Me parece que así era yo a los veintitrés.

Ver a esas seis chicas en el barco era un viaje a esquiar.
Dijeron Las seis somos de Minneapolis. Eso fue en Estocolmo.
La mezcla del estilo americano y sueco-americano de las chicas era un viaje a esquiar
Aunque por aquella época yo no tuviese ningún motivo en especial para usar toda mi energía en eso
Ahí estaba, era mía, igual que un gigante posee la hegemonía de sus nervios
En caso de ser necesario, o como un pescador con todas sus cañas y anzuelos y carnadas o un académico con todos sus libros
O como un calentador de agua dispone de su gas Sea usado o no, yo tenía toda esa energía.
¿De verdad? ¿Las seis sois de Minneapolis? dije, casi explotando por la presión.
Y sí, respondió una de ellas, la segunda más linda. Vinimos a pasar algunos días. 

He pensado en ese momento cada tanto
Durante ocho o diez años. Me pareció que debería haber hecho algo en ese momento,
Haber usado toda esa energía. Hacer el amor es un modo de usarla, escribir es otro.
Los dos pueden estar sobrevalorados, porque la relación es bastante clara.
Pero probablemente es el destino humano, y no voy a ir contra eso aquí.
A veces están las personas y falta la energía, a veces está la energía y las personas no.
Cuando los dioses conceden ambas cosas, un hombre no debería quejarse.

Kenneth Koch



Estabas vestida

Estabas vestida con tu blusa Edgar Allan Poe de algodón estampado.
En cada uno de los cuadros en que la blusa estaba dividida había un retrato de Edgar Allan Poe.
Tu cabello era rubio y eras graciosa. Me preguntaste: "¿Es que la mayoría de los muchachos creen que casi todas las chicas son malas?"
Sentí el olor de moho de tu cuarto de hotel de la playa en tu cabello sostenido por un sujetador John Greenleaf Whittier.
"No", dije, "son las chicas las que creen que los muchachos son malos".
Después leímos Snowbound juntos
Y dimos vueltas por el desván, tanto que un poco de charol se raspó de mis zapatos George Washington, Padre de su Patria.
La madre se paseaba por el cuarto de estar, con su peine Vals de Strauss en el cabello.
Esperamos un poco y luego nos unimos a ella, sólo para tomar el té en tazas pintadas con retratos de Herman Melville.
Y con ilustraciones de su libro Moby Dick y de su relato Benito Cereno.
El padre entró con su corbata Dick Tracy: "¿Qué tal un trago, todos?"
Yo dije: "Salgo afuera un rato". Entonces fuimos hasta el porche y nos sentamos en una mecedora Abraham Lincoln.
Tú te sentaste sobre los ojos, boca y parte de la barba, y yo sobre las rodillas.
En el patio del otro lado de la calle había un muñeco de nieve sosteniendo la tapa de un tacho de basura aplastado a semejanza del rey inglés loco, Jorge III.

Kenneth Koch



"La política es no la manera en que hombres y mujeres están ahí, la forma en que el océano Atlántico está ahí. A veces he escrito acerca de la política en concreto, me refiero a la política como se entiende en la televisión y en los periódicos."

Kenneth Koch


"No quería investigar, dedicarme a buscar pruebas. Así iban estas cosas normalmente en la vida real. Tanto en la vida real como en las películas. El cónyuge engañado investiga: intenta descubrir la contraseña del ordenador de su mujer (nombre de la hija, nombre de la mascota más dos últimas cifras de su fecha de nacimiento), aunque sus mensajes de correo electrónico no proporcionan pruebas. Quizá tenga una segunda cuenta, una cuenta secreta. O tal vez en algún momento de descuido, cuando ella deje el iPhone tirado por ahí como tantas otras veces, él podría repasar su historial de WhatsApp. Pero ¿encontrará algo? ¿Acaso ella no habrá tomado medidas de antemano, acaso no borra los correos y mensajes comprometedores en cuanto le llegan?
No pude evitar acordarme de la película en que un periodista introduce el último destino de un compañero asesinado en su navegador. Pero mi mujer no tenía carnet de conducir. Tampoco era lo que quería, entendí en ese momento, un par de semanas después de la cena con Bernhard y Christine. Me propuse estar bien atento. Seguiría espiando desde detrás del periódico. Durante nuestras comidas juntos, la familia al completo en casa o, como unos días antes, los tres en el Schiller, participaría de las conversaciones inocentes, y al mismo tiempo, como un sismógrafo que detecta las primeras vibraciones en la corteza terrestre, registraría las variaciones en la voz de mi mujer durante sus historias.
Las pruebas irrefutables dejan algo roto a su paso. Un correo electrónico incriminatorio o un mensaje inequívoco provocarían daños irreparables. Me pasaría el resto de la vida repitiéndome el texto palabra por palabra. En un momento de descuido, esas palabras pasarían a un primer plano y contaminarían para siempre nuestro futuro (nuestro futuro juntos, me permití pensar, nuestra felicidad reencontrada). Tres o cuatro años más tarde, observaría desde la playa cómo mi mujer se adentraba en el rompiente pasito a pasito y de pronto vería aparecer el texto: «¡Y más besos! Hasta el lunes, Maarten», en la parte inferior de la imagen. Mientras no hubiese pruebas, me decía, todo era posible.
Y mientras todo fuese posible, también podía acabarse en cualquier momento como si nada. Así que este era mi propósito a partir de ahora, lo que quería intentar con todas mis fuerzas. Si entre el presente y un punto no demasiado lejano del futuro la cosa se terminara de repente, nunca se lo reprocharía. No sabía si sería capaz, pero valía la pena intentarlo. No le complicaría la vida. Además, quizá nunca había ocurrido. Mientras yo no sacara el tema, nunca habría ocurrido.
Lo que más me costaba era el pasado. ¿En qué medida se corrompería nuestro pasado conjunto? Pensé en cosas que habíamos hecho juntos en los últimos meses, si todavía significaban lo mismo ahora que las cubría un velo de sospecha. La posibilidad de una doble vida. Mi mujer me sonreía, pero esa sonrisa solo tenía la intención de engañarme.
El otoño anterior habíamos ido al museo Kröller-Müller. Una escapada de cuatro días los dos solos. Normalmente, para salidas así íbamos a nuestra segunda residencia, o a Barcelona, París o Londres, pero esa vez nos habíamos aventurado a ir hacia el interior de los Países Bajos. A veces Sylvia se quejaba de que en realidad no conocía el país."

Herman Koch
Sospechas



Perros que ladran en la nieve

¡Perros que ladran en la nieve! ¡El buen tiempo se acerca!
El buen tiempo se acerca a los perros que ladran en la nieve.
Un hombre sólo cambia despacio. Y el invierno aún no ha pasado
Ladren, perros, y llenen los valles
De blanco con sus horribles lamentos.

Kenneth Koch


"Soy un escritor al que le gusta ser influenciado."

Kenneth Koch




"Un día los Nombres estaban apiñados en la calle. Un Adjetivo pasó a su lado con su oscura belleza. Los Nombres quedaron impresionados, conmovidos, transfigurados. Al día siguiente un Verbo llegó en coche y creó la Frase."

Kenneth Koch


Un tren puede ocultar otro

(Cartel en un cruce de vías en Kenia)
En un poema, un verso puede ocultar otro verso,
Como en un cruce, un tren puede ocultar otro tren.
Es decir, si estás esperando para cruzar
Las vías, esperá un segundo, al
Menos, después de que el primer tren haya pasado. Y también
cuando leés
Esperá hasta haber leído el verso siguiente-
Ahí, es seguro seguir leyendo.
En una familia una hermana puede ocultar a otra,
Por eso, cuando la cortejes, es mejor tener todas a la vista
Si no, conociendo a una, podrías enamorarte de la otra.
Un padre o un hermano pueden esconder al hombre,
Si sos una mujer, al que estabas esperando para amar.
Así que siempre delante de una cosa hay otra
Como las palabras delante de los objetos, sentimientos, ideas.
Un deseo puede ocultar otro. Y la reputación de una persona
La reputación de otra. Un perro puede ocultar otro
En el pasto, escapar del primero no quiere decir que estés a salvo;

Kenneth Koch




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