Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente,
enfrentar solo los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo
que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera
que no había vivido.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No me propongo componer una oda a la melancolía, sino
alardear con igual alegría que el gallo mañanero en su palo, aunque sólo sea
para despertar a mis vecinos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Pero el hombre trabaja bajo engaño, y pronto abona la tierra
con lo mejor de su persona. Por falaz destino, comúnmente llamado necesidad, se
ocupa en acumular tesoros, como dice un viejo libro, que la polilla y la
herrumbre echarán a perder y los ladrones saquearán. Que una vida así es de
necios, lo comprenderá llegado a su final, si no antes.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No es sino lo que piensa el hombre de sí mismo lo que fragua
su destino.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¡Cómo si se pudiera matar el tiempo sin dañar la eternidad!
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La mayoría de los hombres llevan una vida de queda
desesperación.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La Naturaleza se adapta igual de bien a nuestras debilidades
que a nuestra fuerza; de ahí que la incesante ansiedad de algunos tome forma de
incurable enfermedad. Exageramos la importancia de nuestro trabajo y, sin
embargo, ¡cuánto no dejamos de hacer! ¿Qué ocurriría si cayésemos enfermos?
¡Qué vigilantes somos!, constantemente determinados a no vivir por la fe, si
podemos evitarlo. Permanecemos alerta todo el día, para rezar nuestras
plegarias con desgana por la noche antes de rendirnos a lo incierto. Así de
estricta y sinceramente nos sentimos forzados a vivir, reverenciando nuestra
vida y negando toda posibilidad de cambio. No hay otro camino, decimos, cuando
en verdad hay tantos como radios cabe trazar desde un centro. Todo cambio se
nos antoja un milagro a la vista, y este prodigio se sucede ininterrumpidamente
a cada instante.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
En cualquier circunstancia, de noche o de día, siempre he
tenido ansias de mejorar el momento y de hacerlo plenamente mío; de detenerme
en la encrucijada de dos eternidades, el pasado y el futuro, que es
precisamente el presente, y vivirlo al máximo. Me perdonaréis algunas
oscuridades; pero es que mi oficio encierra más secretos que el de la mayoría
de los hombres, y aunque aquéllos no son guardados deliberadamente, son
inseparables por razón de su naturaleza. Gustoso diría cuanto sé de ella, y no
verme obligado, pues, a escribir en mi puerta «PROHIBIDA LA ENTRADA».
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¡Cuántos días de otoño y de invierno he pasado en las
afueras del pueblo tratando de recoger el mensaje del viento para transmitirlo
sin dilación!
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
… como es suerte frecuente entre escritores, sólo obtuve
dolores por mis esfuerzos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La vida que los hombres elogian y consideran lograda no es
sino una de las posibles.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Con él tiempo, nuestras prendas se parecen cada vez más a
nosotros y revelan el carácter de su usuario, hasta el punto de que vacilamos
en deshacernos de ellas, lo que al fin hacemos no sin resistencia y con la
misma solemnidad y aparato que acompañaría el renunciar a nuestro propio
cuerpo. Ningún hombre ha merecido merma alguna en mi estimación por llevar un
remiendo; y, sin embargo, estoy seguro de que por lo común es mayor la ansiedad
que causa el deseo de disponer de vestidos a la moda, o por lo menos limpios y
sin parches, que de tener una conciencia cabal. Pero, aun si el roto no es
zurcido, peor sea quizás el vicio de la imprevisión. Algunas veces he puesto a
prueba a algunos de mis conocidos con preguntas como ésta: «¿Quién de vosotros
podría llevar un remiendo sobre la rodilla o hasta un par de costuras de más?».
La mayoría han reaccionado como si en tal evento les fuera poco menos que el
destino. Les sería mucho más fácil renquear por la villa con una pierna
quebrada que con un pantalón roto. Y con frecuencia se da el caso de que si a
las piernas de un caballero les sobreviniere un percance, éste sea susceptible
de arreglo; pero si tal ocurriere con las perneras de su pantalón, no hay
remedio ¡pues el hombre acepta no lo que es verdaderamente respetable sino lo
respetado! Y así es como conocemos sólo unos pocos hombres, y una gran cantidad
de chaquetas y calzones.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No veneramos a las Gracias ni a las Parcas, pero sí a la
Moda. La mujer hila, teje y corta con autoridad plena. El jefe de los monos en
París se pone una gorra de viajero y todos los monos de América hacen lo mismo.
A veces dudo de que en este mundo se pueda obtener algo sencillo y honesto con
ayuda de los hombres. Éstos tendrían que ser pasados antes por una prensa
poderosa que eliminara de sus cabezas todo lo estereotipado, de manera que
tardaran un tiempo en volver a las andadas, y aun toparíamos con alguno que,
con todo, ocultaría aún una cresa, madurada de algún huevo allí depositado no
se sabe cuándo —pues ni siquiera el fuego destruye esas cosas— y toda nuestra
labor se habría perdido. Sin embargo, no olvidemos que algo de trigo egipcio
llegó a nuestras manos en una momia.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Las aves no cantan en las cuevas, ni las palomas cultivan su
inocencia en los palomares.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
A mi entender es perfectamente válida la objeción que
hiciera Momo a Minerva con respecto a la casa construida por ésta, «que no era
movible y que, por tanto, no sería posible evitar una mala vecindad»,
inconveniente que podemos denunciar aún hoy, pues nuestras casas suelen ser tan
complicadas que más que alojarnos parece que nos tienen presos, y puesto que la
mala vecindad que tenemos que evitar es la de nuestras ruines personas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
A mi entender es perfectamente válida la objeción que
hiciera Momo a Minerva con respecto a la casa construida por ésta, «que no era
movible y que, por tanto, no sería posible evitar una mala vecindad»,
inconveniente que podemos denunciar aún hoy, pues nuestras casas suelen ser tan
complicadas que más que alojarnos parece que nos tienen presos, y puesto que la
mala vecindad que tenemos que evitar es la de nuestras ruines personas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Son los pedantes y los disipados quienes marcan las modas
que arrastran rebaños.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Las mismas sencillez y sobriedad de la vida del hombre en la
Edad Primitiva abonan lo que digo o, por lo menos, denotan que aquél no era más
que un transeúnte en la Naturaleza, y que una vez reparadas las fuerzas con
alimento y descanso, ponía su vista nuevamente en el camino. Habitó este mundo
como si fuera una tienda de campaña, enhebrando valles, cruzando llanuras y
escalando montañas. Pero ¡ay! Los hombres se han convertido en herramientas de
sus herramientas. Aquel que con toda libertad tomaba el fruto del árbol para
calmar su hambre se ha vuelto agricultor; y el que se acogía al árbol en busca
de refugio cuenta hoy con una casa. Hemos dejado la acampada de pernocta para
fijarnos en la tierra olvidándonos del cielo. Hemos adoptado el cristianismo
meramente como si se tratara de una forma mejorada de agricultura. Así, hemos
edificado una mansión familiar para este mundo y una tumba acorde para el otro.
Las mejores obras de arte son la expresión de la lucha del hombre por liberarse
de su condición, pero nuestro arte no tiene otro efecto que hacer cómodo este
estado inferior y que nos olvidemos del otro. Realmente no hay cabida en este
pueblo para una obra de arte, si es que alguna ha llegado hasta nosotros,
porque ni nuestras vidas ni nuestras casas y calles le ofrecen un pedestal
adecuado. No hay clavo del que colgar un cuadro ni estante donde poner el busto
de un héroe o de un santo. Cuando pienso en cómo se construyen y pagan —o no se
pagan— nuestras casas, me maravillo de que el piso no ceda bajo los pies del
visitante mientras éste admira las chucherías que adornan la mesa del comedor,
y dé con él en el sótano, donde, por lo menos, irá a parar a una base de tierra
tan sólida como honesta. No puedo evitar el darme cuenta de que esta vida que
se dice refinada y rica no es sino algo a lo que se ha accedido de un salto; de
modo que, ocupada toda mi atención en rehuir las posibles consecuencias de
éste, me sea imposible gozar de las obras de arte que adornan aquélla. Y es
que, en ese sentido, recuerdo que el mayor salto jamás dado por acción sólo de
músculos humanos ha sido atribuido a unos árabes errantes a quienes parece
habérseles registrado una de hasta seis metros de altura. Pero, si no media un
apoyo artificial, seguro que el hombre ha de caer de nuevo a la tierra. De ahí,
que la primera pregunta que me siento tentado a formular al propietario de esa
impropiedad sea: «¿Quién te sostiene? ¿Eres tú uno de los que fracasan o de los
tres que alcanzan el éxito? Responde a estas preguntas, y puede que contemple
tus fruslerías y las encuentre decorativas». El carro delante del caballo no es
ni bonito ni útil. Antes de que podamos adornar nuestras casas con objetos
hermosos es necesario desnudar las paredes, tanto como nuestras vidas para
hacer nuevos fundamentos sólidos con una gestión doméstica y un vivir hermoso:
sin embargo, el gusto por lo bello se cultiva principalmente al aire libre,
donde no hay casa ni casero.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Decidme ¿para qué nos movemos, sino para librarnos de
nuestros muebles, de nuestros exuviae , y al final, para pasar de este mundo a
otro amueblado de nuevo y dejar que el primero sea quemado?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Hoy me imagino a Inglaterra como a un viejo caballero que
viaja con voluminosa impedimenta, baratijas que ha ido acumulando con celo
doméstico y que no ha tenido el valor de quemar: baúl grande, baúl pequeño,
caja de sombreros y portamantas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No hay peor olor que el que despide la bondad corrompida.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Jamás soñé enormidad mayor que lo que he cometido, ni he
conocido ni conoceré peor hombre que yo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
LAS PRETENSIONES DE
LA POBREZA
«Presumes demasiado, pobre y necesitado infeliz, al pedir
una estación en el firmamento, porque tu humilde cabaña, o tu batea, críe
alguna virtud perezosa o pedante al sol barato o en las fuentes sombrías, con
raíces y hortalizas; donde tu mano derecha, desgarrando de la mente esas
pasiones humanas, sobre cuyos troncos florecen bellas y lozanas virtudes
degradó la naturaleza y entorpeció el sentido, y, como Gorgona, cambió en piedras
a los hombres activos. No requerimos la aburrida sociedad de templanza para sus
necesitados ni de esa estupidez poco natural que no conoce pena ni alegría; ni
su violada pasiva fortaleza exaltada falsamente sobre la activa. Esta estirpe
baja y abyecta que fija sus asientos en la mediocridad conviene a nuestras
mentes serviles; sino que fomentamos sólo las virtudes que admiten excesos,
actos bravos y generosos, magnificencia real, prudencia previsora, magnanimidad
que no conoce límites, esa heroica virtud para la que la antigüedad no dejó
nombre alguno sino sólo modelos como Hércules, Aquiles y Teseo. Atrás, a tu
celda odiada; y cuando veas la nueva esfera ilustrada aprende a conocer
siquiera lo que esas dignidades fueron». T. Carew
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
El hombre es rico según el número de cosas de que puede
prescindir.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
«Solos seres que gozan libremente de un vasto horizonte son
felices», dijo Damodara
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Cada mañana me traía una nueva invitación a conferir a mi
vida igual sencillez, y me atrevo a decir inocencia, que la de la Naturaleza
misma; he sido un adorador de Aurora tan sincero como lo fueran los mismos
griegos. Me levantaba temprano e iba a darme un baño en la laguna; era un
verdadero ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Se dice,
por cierto, que en la bañera del rey Tching-thang se había grabado a tal
efecto: «Renuévate completamente cada día; una y otra vez y siempre». Lo
comprendo. La mañana nos trae de nuevo los tiempos heroicos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Solemos imaginar que existen otros lugares, más raros y
delectables, en algún remoto rincón de los cielos, más allá de Casiopea,
alejados de todo ruido y molestia. Yo descubrí que mi casa se hallaba ubicada
precisamente en una parte así del universo, retirada y siempre nueva y sin
mácula. Si valiera la pena el establecerse en unas regiones próximas a las Pléyades
o Hyades, a Aldebarán o a Altair, ahí es donde yo me encontraba, o por lo menos
a semejante distancia de la vida que había dejado atrás, reducido y
centelleando con rayos igual de finos a mi vecino más próximo, quien sólo
podría verme en noches sin luna.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Para aquel cuyos pensamientos elásticos y vigorosos siguen
la marcha del sol, el día es una perpetua mañana. No importa lo que indiquen
los relojes o las actitudes y trabajos de los hombres. Es mañana cuando estoy
despierto y resplandece en mí la alborada.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
El hombre que no cree que cada día contiene una hora más
temprana, más sagrada y más resplandeciente que la que ya ha profanado, ha
desesperado de la vida y rueda por una pendiente oscura. Luego del cese parcial
de su vida sensitiva, el alma del hombre, o más bien sus órganos, se
revigorizan diariamente, y su Genio intenta emprender de nuevo una vida noble.
Debiera decir que todos los eventos memorables tienen lugar por la mañana, en
una atmósfera matutina. Los Vedas dicen: «Todas las inteligencias despiertan
con la mañana». La poesía y el arte y las acciones más célebres de los hombres
datan de esas horas. Todos los poetas y héroes, al igual que Memnón, son hijos
de Aurora y emiten su música con el alba. Para aquel cuyos pensamientos
elásticos y vigorosos siguen la marcha del sol, el día es una perpetua mañana.
No importa lo que indiquen los relojes o las actitudes y trabajos de los
hombres. Es mañana cuando estoy despierto y resplandece en mí la alborada. La
reforma moral no es sino el esfuerzo por desterrar el sueño. ¿Por qué suelen
dar los hombres una cuenta tan pobre de su día si no porque han estado
dormitando? Al fin y al cabo, no son tan malos calculadores. Habrían conseguido
algo si no les hubiera invadido la modorra. Se cuentan por millones los que están
suficientemente despiertos para el trabajo físico; pero sólo uno de cada millón
lo está para el esfuerzo intelectual efectivo, y sólo uno en cien millones para
la vida poética o divina. Estar despierto es estar vivo. Y no he conocido aún a
hombre alguno que estuviera completamente desvelado. ¿Cómo habría podido
mirarle al rostro? Debemos aprender a despertarnos de nuevo y a mantenernos
vigiles, no con ayuda mecánica sino en la infinita espera que la Aurora no nos
abandone en nuestro sueño más profundo. No sé de hecho más estimulante que la
incuestionable capacidad del hombre para elevar su vida por medio del esfuerzo
consciente. Es algo, ciertamente, el poder pintar un cuadro particular, el
esculpir una estatua o, en fin, el hacer bellos algunos objetos; sin embargo,
es mucho más glorioso el esculpir o pintar la atmósfera misma, el medio a
través del que miramos, lo cual es factible moralmente. Influir en la calidad
del día, esa es la más elevada de las artes. Todo hombre tiene la tarea de
hacer su vida digna, hasta en sus detalles, de la contemplación de su hora más
elevada y crítica. Si rechazáramos, o más bien agotáramos una información tan
escasa como la que recibimos, los oráculos nos señalarían claramente cómo poder
hacerlo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para
hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de
aprender lo que aquélla tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegare
mi hora, que no había siquiera vivido. No deseaba vivir lo que no es vida, ¡es
tan caro el vivir!, ni practicar la resignación, a menos que fuera
absolutamente necesario. Quería vivir profundamente y extraer de ello toda la
médula; de modo tan duro y espartano que eliminara todo lo espurio, haciendo
limpieza drástica de lo marginal y reduciendo la vida a su mínima expresión; y
si ésta se revelare mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y dársela a
conocer al mundo; pero si fuere sublime, conocerla por propia experiencia y
ofrecer un verdadero recuento de ella en mi próxima manifestación. Pues la
mayoría de los hombres, creo yo, sufren de una extraña incertidumbre al
respecto de si la vida proviene de Dios o del diablo, y no sin cierto
apresuramiento han llegado a la conclusión de que el principal objeto del
hombre aquí es «el dar gloria a Dios y gozar de Él eternamente». Y, sin
embargo, vivimos mezquinamente, como las hormigas, aunque la fábula nos cuenta
que ha mucho que fuimos transformados en hombres; luchamos con grullas, como
pigmeos; no es sino error sobre error y remiendo sobre remiendo; y nuestra
mejor virtud revela, llegado el caso, una miseria superflua y evitable. Nuestra
vida se desperdicia en detalles. Un hombre honrado rara vez necesita contar sino
con los diez dedos de la mano o, en casos extremos, recurriendo adicionalmente
a los de los pies; el resto se compra a bulto. ¡Sencillez, sencillez,
sencillez! digo; que vuestros asuntos sean dos o tres en vez de un centenar o
un millar; en lugar de un millón contad hasta media docena, básteos la uña del
pulgar para llevar las cuentas. En medio de esta picada mar de la vida
civilizada, tales son las nubes, galernas, arenas movedizas y mil y una cosas
con que hay que contar, que, para no naufragar, irse a pique o perder puerto,
el hombre ha de vivir a la estima; y no son pocas las dotes de buen calculador
que exige una feliz arribada. ¡Simplificad, simplificad! En lugar de tres
comidas al día, si es preciso tomad sólo una; en vez de cien platos, cinco; y reducid
todo lo demás en igual proporción.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¿Por qué hemos de vivir con tanta prisa y malgastando la
vida?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Si los hombres contemplaran sólo realidades y se sustrajeran
al engaño, la vida, comparándola con lo que conocemos, sería como un cuento de
hadas, algo digno de Las Mil y Una Noches. Si respetáramos solamente lo que es
inevitable y tiene derecho a ser, la música y la poesía resonarían por las calles.
Cuando actuamos sin prisas y con prudencia, nos damos cuenta de que sólo lo
grande y valioso posee existencia permanente y absoluta y de que las cuitas y
placeres vanos no son sino sombra de la realidad. Ello resulta estimulante,
sublime. Cerrando los ojos y dormitando, en cambio, dejando que las apariencias
les engañen, los hombres establecen y confirman por doquier su vida diaria de
rutina y hábito sobre bases puramente ilusorias. Los niños, que juegan a la
vida, disciernen su verdadera ley y relaciones con más claridad que los
adultos, quienes no logran vivirla dignamente, pero se creen más sabios por su
experiencia, es decir, por sus fracasos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Porque ¿qué son los clásicos sino los pensamientos más nobles
jamás registrados en los hombres?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Existen las estrellas, y los que son capaces pueden leerlas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Quienes no han aprendido a leer a los clásicos antiguos en
la lengua en que fueron escritos tienen un conocimiento muy imperfecto de la
historia de la raza humana.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Mucho es lo publicado; poco lo que deja impronta.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Nada puede imponer una tristeza vulgar al hombre sencillo y
valeroso. Y mientras disfrute de la amistad de las estaciones, confío en que no
hay nada que pueda hacer de la vida una carga para mí. La suave lluvia que
riega mis judías y me retiene hoy en casa no es aburrida ni melancólica, sino
que hasta me hace bien. Aunque me impide escardarlas, su valor supera con mucho
el del trabajo. Y si persistiere tanto que pudriere la simiente en el terreno,
acarreando la destrucción de las patatas de las tierras bajas, no dejaría de
ser buena para la hierba de los pastos elevados, y siendo buena para ellos lo
sería para mí.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre del
prójimo y le hace sentirse solitario? Yo he llegado a la conclusión de que no
hay movimiento alguno de las piernas que pueda aproximar dos mentes separadas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Toda perspectiva de despertar o volver a la vida al hombre
muerto hace indiferente todo lugar y tiempo. Donde pueda ocurrir da igual y ha
de resultar siempre indescriptiblemente agradable a nuestros sentidos. Las más
de las veces dejamos que circunstancias pasajeras y marginales solamente
determinen nuestras ocasiones. De hecho, son la causa de nuestra distracción.
Lo más próximo a las cosas es ese poder que modula su ser. Junto a nosotros son
ejecutadas las leyes más grandes. Junto a nosotros no se encuentra el operario
que hemos contratado, ese con quien tanto gustamos conversar, sino aquel cuya
obra somos. «¡Cuán vasto y profundo es el influjo de los vastos y sutiles
poderes del cielo y de la tierra!» «Tratamos de percibirlos y no los vemos;
tratamos de oírlos y no podemos; identificados con la sustancia de las cosas,
no pueden ser separados de ellas.» «Hacen que, en todo el universo, los hombres
purifiquen y santifiquen sus corazones, y que vistan sus galas domingueras para
ofrecer sacrificios y oblaciones a sus antepasados. Es un océano de sutiles
inteligencias, que se encuentran en todas partes, por encima de nosotros, a
nuestra izquierda y a nuestra derecha; nos rodean por doquier». Somos sujetos
de un experimento que no guarda interés para-mí. ¿Acaso no podemos pasarnos sin
la sociedad de nuestros chismorreos por un corto lapso de tiempo, dadas las
circunstancias, teniendo nuestros propios pensamientos para que nos contenten?
Confiado dice en verdad: «La virtud no queda como huérfano abandonado;
necesariamente debe tener vecinos». Con el pensamiento podemos estar fuera de
nosotros, en sentido sano. Mediante un esfuerzo consciente de la mente podemos
permanecer al margen de los hechos y de sus consecuencias; y todas las cosas,
buenas y malas, discurren por nuestro lado como un torrente. No estamos
completamente integrados en la Naturaleza. Tanto me cabe ser madero arrastrado
por las aguas o Indra que lo observa desde los cielos. Puedo sentirme afectado
por una función de teatro; por otra parte, puedo no serlo por un suceso real,
que parece concernirme más. Sólo me conozco como ente humano; escena, por así
decir, de pensamientos y afectos, y reconozco en mí un cierto desdoblamiento,
en virtud del cual puedo resultar tan remoto de mí mismo como de cualquier otra
persona. Por muy intensa que sea mi experiencia, soy consciente de que existe
un algo crítico de mí que, cabría decir, no forma parte de mi ser, sino que es
espectador que no comparte mis experiencias, pero que toma buena nota de ellas;
y eso no forma parte de mi persona en mayor medida que el prójimo. Cuando la
comedia de la vida, acaso tragedia, da fin, el espectador sigue su camino. Por
lo que a él respecta, no era sino una especie de ficción, una obra de la
imaginación tan sólo. Este desdoblamiento puede hacer de nosotros amigos y
vecinos mediocres algunas veces.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Encuentro saludable el estar solo la mayor parte del tiempo.
La compañía, aun la mejor, cansa y relaja pronto. Me encanta estar solo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Jamás di con compañía más acompañadora que la soledad. Las
más de las veces solemos estar más solos entre los hombres que cuando nos
encerramos en nuestro cuarto. El hombre que piensa o trabaja está siempre solo,
doquiera se encuentre. La soledad no se mide por la distancia que media entre
una persona y otra.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
En mi casa tenía tres sillas: una para la soledad, otra para
la amistad y la tercera para la sociedad.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Vinieron también personas que no sabían cuándo había dado
fin su visita, aun cuando yo hubiera reanudado ya mis tareas y respondiera a su
decir desde distancia cada vez mayor.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Los viejos y enfermos y los tímidos independientemente de su
edad y sexo, pensaban principalmente en enfermedades, en un súbito accidente y
en la muerte; la vida se les antojaba llena de peligros —pero ¿qué peligro
existe si uno no piensa en ello? — y opinaban que todo hombre prudente elegiría
cuidadosamente el emplazamiento más seguro, donde el doctor B. se encontrara
fácilmente a mano en caso de apuro. Para ellos, la población era literalmente
una comunidad, una liga para la defensa mutua, y es de creer que jamás saldrían
en busca de gayubas desprovistos de botiquín. Al fin y al cabo, si un hombre
está vivo siempre existe el peligro de que pueda morir, aunque debe concederse
que en proporción es menor si, para empezar, se trata ya de un muerto en vida.
El hombre es asiento de tantos peligros como riesgos corre. Finalmente, hubo
también los sedicentes reformadores, los más aburridos de todos, quienes
pensaban que yo no paraba de cantar. Ésta es la casa que yo construí, y éste es
el hombre que vive en la casa que yo construí. pero, no sabían que el tercer
verso decía: Éstas son las gentes que molestan al hombre que vive en la casa
que yo construí. No me preocupaban, pues, los robagallinas, pues carecía de
ellas; sí, en cambio, quienes molestan a las personas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¡Qué apacibles, los fenómenos de la laguna! De nuevo
resplandece la obra del hombre, como en la primavera. ¡Sí, cada hoja, cada
tallo, las piedras y las telas de las arañas todas, brillan ahora, mediada la
tarde, como cuando las cubre el rocío de una mañana primaveral! El movimiento
de un remo o de un insecto se traducen en un destello de luz, y si cae aquél
¡cuán dulce es el eco! En un día como ese, de septiembre u octubre, Walden es
un espejo perfecto del bosque, engarzado con piedras tan preciosas a mis ojos
como si fueran escasas o de gran precio. Quizá no haya nada tan bello, tan
puro, y al mismo tiempo tan vasto como un lago, en toda la superficie de la
tierra. Agua del cielo. Que no necesita de cercado alguno. Las naciones vienen
y van sin viciarla. Es un espejo que ninguna piedra puede quebrar, cuyo azogue
no se gasta nunca y cuyo marco repara constantemente la Naturaleza; no hay
tempestad ni polvo que puedan empañar su superficie, siempre fresca; un espejo
en el que toda impureza presente se hunde en él barrida y expulsado por el
brumoso cepillo del sol —el paño o escobilla más leve—, que no retiene hálito
que se le eche, sino que envía su propio aliento para formar nubes que flotan
en lo alto y se reflejan de nuevo en su seno.
(…)
He pasado así muchas mañanas en secreto, prefiriendo
invertir de esta manera la parte más preciada del día, pues era rico, si no en
dinero, en horas de sol y días estivales que derrochaba a manos llenas; y no
lamento tampoco el no haber dedicado más de ellas al taller o a la cátedra de
maestro.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¿Cómo se puede esperar que canten las aves si les han talado
las frondas?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No es un sueño mío,
para adornar un verso;
jamás estaré tan cerca de Dios y del cielo
de lo que vivo a Walden.
Soy las piedras de su orilla
y la brisa en su rostro;
y en la palma de mi mano
están sus aguas y su arena,
y su más honda entraña
aflora casi en mi espíritu.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Los vagones jamás se detienen a contemplarlo; sin embargo,
pienso que los maquinistas, fogoneros y guardafrenos, y otros pasajeros que
poseen un abono de temporada y lo ven a menudo, son hombres mejores por ello.
El maquinista no olvida por la noche, o su naturaleza no lo hace, que ha
contemplado esta visión de serenidad y pureza al menos una vez durante el día.
Aunque sólo sea una, ésta ayuda a lavarse de State Street y del hollín de la
máquina. Propongo que se la llame la «Gota de Dios».
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
…alguien de dedos transformados en garras retorcidas y
coriáceas del inveterado hábito de asir cómo las arpías;
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Las aguas no movían su molino, y él no consideraba que fuera
privilegio alguno el poder contemplarla. No me merecen respeto sus trabajos ni
su granja, en la que todo tiene un precio; llevaría el paisaje, y a su Dios
incluso, al mercado, si pudiere obtener algo por ellos; que acude a la lonja
por su dios, que no es sino eso; en cuya alquería nada crece libremente; cuyos
campos no producen cosecha, ni flores los prados, ni frutos los árboles, sino
dólares; que no aprecia la belleza de lo que recolecta, lo cual no ha madurado
hasta que no ha sido transformado en dinero. Dadme la pobreza que goza de la
verdadera fortuna. Los granjeros son para mí respetables e interesantes en la
medida en que son pobres; ¡agricultores pobres! ¡Una granja modelo!, ¡donde la
casa se eleva como un hongo en un montón de fiemo, con dependencias para los
hombres, los caballos, los bueyes y los cerdos, limpias unas, llenas de mugre
otras, todas en sucesión! ¡Abastecidas de hombres! ¡Una gran mancha de grasa
que hiede a estiércol y a suero de manteca! ¡En magnífico estado de cultivo,
abonado con corazones y cerebros humanos! ¡Cómo si uno fuera a cultivar sus
patatas en el camposanto! Así es una granja modelo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¡Y habláis del cielo, vosotros que deshonráis la tierra!
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Cierta vez me ocurrió hallarme sentado en el extremo mismo
del arco iris, el cual llenaba la capa inferior de la atmósfera y daba color a
la hierba y a las hojas en torno, llenándome a su vez de maravilla, igual que
si estuviera mirando a través de un cristal coloreado. Era un lago irisado en
el que yo viví un rato como si fuera un delfín. De haber durado más tiempo la
experiencia, puede que mi trabajo, mi vida misma, hubieran cambiado de color.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Siguiendo mi ruta a lo largo de la vía del ferrocarril solía
maravillarme del halo luminoso que enmarcaba mi sombra, y me daba por pensar
con gusto que acaso fuera yo uno de los elegidos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
…constantemente armada de un estropajo, aunque no fuera posible
ver los efectos de éste por parte alguna.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
El hombre no necesita estudiar historia para saber qué
conviene mejor para atender a su propio cultivo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Levántate libre de preocupaciones antes de que amanezca y
corre en busca de aventuras. Que el mediodía te encuentre a la orilla de otros
lagos, y que cuando te sorprenda la noche halles por doquier tu hogar. No hay
campos más vastos que éstos ni diversiones más nobles que las que aquí
practicarse. Crece salvaje de acuerdo con tu propia naturaleza, como las
juncias y los helechos, que jamás se convertirán en heno inglés. Que retumbe el
trueno. ¿Y qué si amenaza arruinar las cosechas del labriego? Sus acciones no
te conciernen. Busca cobijo bajo la nube, mientras ellos corren hacia sus
carromatos y cobertizos. Que el ganarte la vida no sea tu ocupación sino tu
deporte. Goza de la tierra, pero no la adquieras. Los hombres son como son por
falta de fe y de espíritu emprendedor, por vender y comprar, por desperdiciar
su vida, cual siervos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
En ocasiones me gusta tomar la vida en toda su rudeza, y
vivirla como lo hacen los animales. Quizá se deba al carácter de mis
ocupaciones o a la caza de joven practicada, esa comunión tan estrecha con la
Naturaleza, pues unas y otras le introducen a uno ya temprano en la escena
natural, en la que repara y de la que adquiere un conocimiento que, a esa edad,
de otro modo no alcanzaría. Los pescadores, cazadores, leñadores y otros que
pasan su vida en campos y bosques, y que de manera muy peculiar forman parte de
la Naturaleza misma, se encuentran a menudo en disposición tanto más adecuada
para observarla de cerca, en los intervalos que jalonan su quehacer, que los poetas
y filósofos, que la abordan expectantes. Y aquélla no es remisa en
revelárseles. El viajero en la pradera es por naturaleza un cazador; en las
fuentes del Missouri y Columbia, un trampero; y en las cascadas de St. Mary, un
pescador. Quien sólo es viajero aprende de segunda mano y a medias, y jamás
adquirirá hondura. Y es que nos interesa sobre todo lo que la ciencia enseña de
lo que esos hombres conocen ya práctica e instintivamente, pues sólo ahí reside
la auténtica humanidad, o fe de humana experiencia.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Como muchos de mis contemporáneos, durante muchos años me
había abstenido casi por completo de alimento animal, té, café, etc., no tanto
por algún efecto adverso que pudiera haberles descubierto como porque
resultaban poco acordes con mi imaginación. La repugnancia por el aumento
animal no es efecto de la experiencia, sino instinto. Parecía más hermoso el
vivir humildemente, y aún el pasarlo mal en muchos aspectos; y aunque jamás me
cupo tal, llegué lo suficiente lejos como para complacer a mi imaginación. Y
creo que todo hombre inquieto por preservar sus facultades superiores o
poéticas en condición óptima se ha sentido particularmente inclinado a
abstenerse de comida animal o de la que sea en cantidad excesiva.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
…no me cabe la menor duda de que es parte del destino de la
raza humana, en su progreso, gradual, el dejar de consumir animales, de igual
modo que las tribus salvajes dejaron de comerse entre sí cuando entraron en
contacto con otras más civilizadas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Si uno atiende a las más leves pero constantes sugerencias
de su propio espíritu, ciertamente genuinas, no aprecia a qué extremos, e
incluso locura, ello puede conducirle; y, sin embargo, así se fragua su camino,
a medida que se hace más resuelto y fiel. La más tímida objeción que pueda
sentir el hombre sano prevalecerá a la larga sobre los argumentos y costumbres
de la humanidad. Ningún hombre ha seguido su genio hasta el extremo de que éste
le haya descarriado. Aunque el resultado fuere una debilidad corporal, quizá
nadie pueda decir que las consecuencias habrían de ser deplorables, ya que no
serían otras que una vida de acuerdo con unos principios más elevados. Si el
día y la noche son tales que uno los saluda con alegría, y la vida emite una
fragancia como de flores y hierbas aromáticas, y es más dúctil, más rutilante,
más inmortal, he ahí el éxito. La Naturaleza toda os presenta su pláceme, y uno
tiene razón temporal para bendecirse. Los valores y beneficios máximos distan mucho
de ser reconocidos, y fácilmente llegamos a dudar de su existencia. Pronto caen
en el olvido. Pero no hay mayor realidad. Puede que los hechos más asombrosos y
reales jamás sean comunicados entre los hombres. La verdadera cosecha de mi
vida cotidiana puede que sea algo tan intangible e indescriptible como los
matices del crepúsculo. Es un poco de polvo estelar, un fragmento del arco iris
lo que yo he tomado al paso. Por mi parte, yo nunca me anduve con demasiados
remilgos; en caso de necesidad, podía comerme una rata frita con verdadero
gusto. Me satisface el haber bebido agua tanto tiempo, por la misma razón que
prefiero el cielo natural al del mascador de opio. Gustosamente guardaría mi
sobriedad toda la vida; y es que son infinitos los grados de la ebriedad.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
… he de confesarlo por mucho que lo deplore, con los años me
he vuelto más zafio e indiferente.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La bondad es la única inversión que no fracasa.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Mi morada era pequeña, y apenas si podía alojar siquiera un
eco; pero parecía mayor por tratarse de un solo compartimiento y quedar
distanciada de todo vecino.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Humo de ligeras alas, ave de Ícaro,
que fundes tus alones en vuelo,
alondra sin trinos, mensajero del alba,
que te ciernes sobre la aldea como si fuera nido;
o sueño fugitivo y forma vaga
visión de media noche, que te recoges en tu propia túnica;
velando de noche las estrellas,
y de día oscureciendo al sol;
sube, incienso mío, desde este hogar
y pide a los dioses perdón por esa viva llama
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Un labrador, un cazador, un soldado, un periodista e incluso
un filósofo podían ceder al temor; pero nada intimida al poeta, pues es el amor
lo que le mueve.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Creo que es el hombre de más fe que he conocido. Sus
palabras y actitud reflejan siempre un estado de las cosas mejor que el que les
es dado conocer a otros hombres; y será sin duda el último en sentirse
defraudado por la evolución de los tiempos. Sus proyectos no tienen nada que
ver con el presente. Pero, aunque no se le aprecie apenas ahora, llegará el día
en que la mayoría de las leyes que hoy la gente ignora se revelaran vigentes, y
cabezas de familia y gobernantes acudirán a él en busca de consejo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Su inteligencia vasta y generosa se abre a todos: niños,
pordioseros, dementes, eruditos, a cuya evocación da siempre cabida,
añadiéndole por lo general más amplitud y elegancia. Se me ocurre que debiera
instalar una posada en plena ruta del mundo, en la que pudieran albergarse los
filósofos de todas las naciones, y que llevara como blasón: «Se atiende al
hombre, no a la bestia. Entrad quienes poseéis ocio y una mente serena y
buscáis honradamente el camino recto». De todas las personas que me ha sido
dado conocer, quizá sea él la más sana, la menos caprichosa, siempre igual,
ayer como mañana. Antaño habíamos vagado y conversado, dejando realmente al
mundo atrás, pues él había nacido libre, no debía pleitesía a ninguna de las
instituciones de aquél y era, en verdad, ingenuus. Miráramos donde miráramos,
parecía que cielo y tierra se unían, pues él hacía más hermosa la belleza del
paisaje. Un hombre vestido de azul, cuyo techo más apropiado es la bóveda misma
del cielo, que refleja su serenidad. No se me ocurre que pueda morir jamás; la
Naturaleza no podría pasarse sin él.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Y también allá, como en todas partes, aguardaba yo al
visitante que nunca llega.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¿Quién sabe hasta qué punto crecería, se desarrollaría el
cuerpo humano bajo un cielo más propicio?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La tierra no es sólo un simple fragmento de historia muerta,
estrato sobre estrato, como páginas de un libro hecho para que geólogos y
anticuarios las estudien, sino que es poesía viva, al igual que las hojas de un
árbol que preceden a las flores y frutos; no es tierra fósil, sino tierra viva,
de tal modo, que la vida animal y vegetal es simplemente parasitaria si la
comparamos con su intensa vida interior. Sus convulsiones levantarán algún día
nuestros restos de sus tumbas.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Como en su momento, cada estación nos parece la mejor; así,
la llegada de la primavera se nos antoja la creación del Cosmos a partir del
Caos y la Edad de Oro hecha realidad.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Un solo y suave aguacero basta para dar a la hierba un verde
con mucho más vivo. Igual se aclaran nuestros deseos bajo la influencia de
mejores pensamientos. Afortunados seríamos si pudiéramos vivir siempre en el
presente, aprovechando cada uno de los sucesos que nos ocurren, como la hierba
que cambia al influjo del más ligero rocío; y quizás así nos pasaríamos el
tiempo tratando de disimular la ligereza que nos hizo perder oportunidades
pasadas, a lo cual llamamos «cumplir con nuestro deber». Nos descuidamos en
invierno, cuando ya está aquí la primavera. En una bella mañana de primavera
quedan perdonados todos los pecados de los hombres.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
El universo es más ancho de lo que creemos. Pero, debiéramos
mirar con más frecuencia por encima de la popa de nuestro navio, como pasajeros
curiosos, en lugar de limitarnos a hacer el viaje como zafios marineros
enfrascados en hilar estopa.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Dejé los bosques por una razón tan buena como la que me
llevó a ellos. Quizá porque me parecía que tenía varias vidas más que vivir y
que no podía seguir prodigando mi tiempo en aquella. Choca y sorprende con qué
facilidad e inconsciencia proseguimos una particular ruta, haciéndonos de ella
un camino trillado. No habría vivido allá una semana cuando mis pies habían
hecho ya un camino desde mi puerta a la ribera; y aunque hace ya cinco o seis
años desde que lo recorriera, me resulta aun claramente familiar. Es verdad que
temo que otros hayan pasado por él, así, que hayan contribuido a mantenerlo
abierto. La superficie de la tierra es blanda y fácilmente maleable por los
pies de los hombres; igual ocurre con las veredas seguidas por la mente. ¡Qué
gastados y polvorientos pueden ser, pues, los caminos del mundo! ¡Qué profundas
las rodadas de la tradición y el conformismo! No quise viajar en primera sino
delante del mástil en la cubierta del mundo, pues desde allí podía ver mejor la
luz de la luna entre las montañas. Ahora no deseo ya descender. Mi experiencia
me enseñó, por lo menos, que si uno avanza confiado en la elección de sus
sueños y se esfuerza por vivir la vida que ha imaginado, tropezará con el éxito
menos esperado en su vida corriente. Dejará atrás un gran número de cosas,
atravesará una frontera invisible; leyes nuevas, universales y más abiertas
empezarán a establecerse dentro y alrededor de su persona; o se ampliarán las
viejas, cuya interpretación le favorecerá con más largueza; vivirá en una
libertad propia de un orden de seres más elevado. A medida que simplifique su
vida, las leyes del universo se le revelarán menos complejas, la soledad dejará
de ser soledad; la pobreza, pobreza; la debilidad, debilidad. Si has levantado
castillos en el aire, tu trabajo no tiene por qué ser vano; ahí es donde
debieran estar. Ponies ahora los cimientos.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Deseo hablar en algún lugar sin límites; como un hombre en
estado vigil, que habla a hombres despiertos; pues estoy convencido de que no
puedo exagerar siquiera lo suficiente para poner los cimientos de una expresión
verdadera. ¿Quién que haya oído una melodía temería el hablar extravagantemente
en el futuro?
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La pureza que admiran los hombres es como la bruma que
envuelve la tierra y no como el azul etéreo.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
Por mediocre que sea vuestra vida, hacedle frente y vividla;
no la esquivéis ni la denostéis. No es tan mala como vosotros mismos. Parece
tanto más pobre cuanto mayor es vuestra riqueza. El buscador de defectos los
halla incluso en el paraíso. Amad vuestra vida, por pobre que sea. Es posible
vivir unas horas amables, emocionantes y gloriosas hasta en un asilo. El sol
que se pone se refleja con igual esplendor en las ventanas del hospicio que en
las del rico, y la nieve se funde frente a ambas puertas, llegada la primavera.
No veo por qué una mente serena no ha de poder hallar tanta satisfacción y
gozar de pensamientos tan estimulantes allí como en un palacio. A menudo nos
parece que son los pobres del pueblo quienes viven de la manera más
independiente, quizá porque son lo suficientemente nobles para recibir sin
escrúpulos. En su mayoría piensan que se hallan por encima de ser mantenidos
por el pueblo; pero ocurre con frecuencia que no se sienten por encima de
automantenerse por medios ilícitos, lo cual debiera ser menos decoroso. Cuidad
la pobreza como una hierba, como salvia.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
No hace falta dinero para comprar lo que necesita el alma.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
… el calderero Tom Hyde se hallaba en el patíbulo, le fue
preguntado si tenía algo que decir: «Decid a los sastres», respondió, «que se
acuerden de hacer un nudo en el hilo antes de dar la primera puntada».
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
En una ocasión me senté a una mesa en la que abundaban ricos
manjares, generoso vino y servicio obsequioso; pero faltaban la sinceridad y la
verdad, y marché con hambre de aquel refectorio inhóspito
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
La luz que ciega nuestros ojos es nuestra oscuridad. Sólo
amanece el día para el que estamos despiertos. Y quedan aún muchos por
abrírsenos. El sol no es sino la estrella de la mañana.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
¿Cuánto tiempo permanecemos sentados en el portal
practicando vanas y rancias virtudes que cualquier trabajo haría irrelevantes?
¡Cómo si uno fuera a iniciar su día con paciente resignación, y contratara en
seguida a un hombre para que le escardara las patatas! Y por la tarde, ¡a
practicar la humildad y caridad cristianas premeditadamente! Considerad la
fatuidad oriental y pasiva complaciencia humanas. Esta generación hace un alto
para felicitarse de ser la última de una estirpe ilustre; y en Bostón y en Londres,
en París y en Roma, pensando en su larga ascendencia, perora con satisfacción
sobre sus procesos en el arte, las ciencias y la literatura. ¡Eh ahí las Actas
de las Sociedades Filosóficas y los Elogios públicos de los Grandes Hombres!
¡El bueno de Adán contemplando su propia virtud! «Sí, hemos llevado a cabo
grandes gestas y cantado divinas canciones que nunca morirán», es decir, en
tanto nosotros las recordemos. ¿Dónde están ahora las sociedades ilustres y los
grandes hombres de Asiria? ¡Somos unos filósofos y experimentadores muy
jóvenes! No hay siquiera uno entre mis lectores que haya vivido entera una vida
humana. Puede que éstos no sean sino los meses primaverales de la raza. Si
hemos sufrido la comezón de los siete años, no hemos visto aún en Concord la
langosta de cada diecisiete.
Apenas conocemos una tenue peliculilla superficial del globo
en que vivimos. La mayoría de los hombres no ha ahondado más de dos metros en
el suelo y subido otro tanto por encima de él. No sabemos dónde nos
encontramos. Además, permanecemos dormidos la mitad de nuestro tiempo. Sin
embargo, nos las damos de sabios y hasta vivimos en un orden establecido. En
verdad que somos pensadores profundos, espíritus ambiciosos. Mientras contemplo
el insecto que se arrastra entre las agujas de pino que alfombran el suelo del
bosque y que trata de ocultarse a mi vista, y mientras me pregunto por qué ha
de abrigar esos humildes pensamientos, pudiendo ser yo, quizá, su benefactor o
el que impartiere a su raza alguna información consoladora, me acuerdo del Gran
Bienhechor, de la gran Inteligencia, que me contempla a mí, insecto humano.
Hay un flujo incesante de novedades en el mundo y, no
obstante, toleramos un fastidio increíble. Me basta recordar la clase de
sermones que siguen oyéndose en los países más ilustrados. Hay palabras como
alegría y tristeza, pero sólo como el estribillo de un salmo cantado con
rezonque nasal, mientras seguimos creyendo en lo ordinario y mezquino. Creemos
que sólo podemos cambiar de indumentaria. Se dice que el Imperio Británico es
muy grande y respetable, y que los Estados Unidos constituyen una potencia de
primer orden. No creemos que detrás de cada hombre pueda haber una marea capaz
de jugar con el Imperio Británico como si fuera una brizna, si aquél fuera capaz
de albergarla en su espíritu. ¿Quién sabe qué clase de langosta decimoseptenial
surgirá la próxima vez de la tierra? El gobierno del mundo en que yo vivo no
fue creado, como el de la Gran Bretaña, en conversaciones de sobremesa al calor
del vino.
La vida que encerramos es como el agua del río. Este año
puede subir más que nunca e inundar los eriales altos; puede resultar también
memorable porque se ahoguen todas nuestras ratas almizcleras. No siempre ha
sido páramo seco el solar que pisamos. A lo lejos, tierra adentro, veo las
orillas que tiempo atrás bañaba la corriente, antes de que la ciencia empezara
a registrar sus crecidas. Todos conocemos el cuento que ha dado la vuelta por
toda Nueva Inglaterra, de la cresa vigorosa y bella que salió del reseco sobre
de una vieja mesa de madera de manzano que había estado en la cocina de un
granjero durante sesenta años, primero en Connecticut y luego en Massachusetts,
adonde fuera a parar con el huevecillo depositado en el tronco vivo del árbol
muchos años antes todavía, a juzgar por las capas circulares superpuestas; y de
cómo se la oyó roer durante semanas estimulada por el calor de un puchero,
antes de lograr su eclosión. ¿Quién, al oír esto, no siente robustecida su fe
en la resurrección y en la inmortalidad? ¡Quién sabe qué hermosa vida alada,
cuyo germen ha permanecido encerrado durante siglos bajo un sinnúmero de capas
concéntricas de esterilidad en la seca y muerta vida de nuestra sociedad, puede
surgir de entre el mobiliario más corriente y manoseado, después de haber
permanecido depositada en el alburno del árbol vivo y verde que poco a poco ha
ido convirtiéndose en tumba seca, y de que la asombrada familia humana, sentada
en torno a festiva mesa, viniera oyéndola durante años royéndose el camino
hacia su perfecta madurez de estío! No digo que John o Johnatan se den cuenta
de ello; pero tal es el carácter de ese mañana que el mero paso del tiempo no
puede hacer alborear. La luz que ciega nuestros ojos es nuestra oscuridad. Sólo
amanece el día para el que estamos despiertos. Y quedan aún muchos por
abrírsenos. El sol no es sino la estrella de la mañana.
Henry David Thoreau
Walden, la vida en los bosques
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