A la par de un perfil conocido

A la par de un perfil conocido,
o quizá desconocido, sin igual entre 
los otros animales, usted —tierra única— 
adquiere la forma casual de cuanto amé. 

Sandro Penna



Al primer grillo, cuando el aire todavía
es todo luz, yo reniego de la larga,
áspera lista de los encuentros nocturnos.

Sandro Penna



AMIGO...

Amigo, estás lejos. Y tu vida
tiene en torno a sí colores que yo no veo.
Tiene mi vida en torno a sí colores
que yo no veo.

Sandro Penna


Desembarco en Ancona

Desde la nube de polvo de carbón
me saluda una sonrisa blanca.
Pero el ángel de madera de la barca
mira los urinarios tristes y olorosos
improvisados en los rincones -rivales
o amigos caros a las sandias rojas.

Amigos míos, urinarios… Pero yo
¿no anhelo acaso el monte donde encuentro
—lejos del mar y del olor perverso—
al adolescente perfumado de higos?

Sandro Penna



Dichoso quien es distinto

Dichoso quien es distinto
siendo él diferente.
Pero existe quien es distinto
siendo él común.

Sandro Penna



El domingo atardece
(A Eugenio Montale)

EL domingo hacia el atardecer camino
en dirección opuesta de la masa
que alegre y ágil sale de la cancha.
No miro a nadie y miro a todos.
Cada tanto recojo una sonrisa.
Más raramente un festivo adiós.

Ya no me acuerdo de quién soy.
Sin embargo morir me desagrada.
Morir me parece muy injusto.
Incluso si ya no me acuerdo de quién soy.

Sandro Penna





El rumor del alba

¡Cómo es fuerte el rumor del alba!
Hecho más de cosas que de personas.
Lo precede un silbido corto,
una voz alegre que desafía el día.
Más tarde la ciudad está hundida.
Y mi estrella es la estrella que desvanece
mi muerte lenta sin desesperanza.

Sandro Penna



El viajero insomne
(fragmento)

El viajero insomne
cuando el tren se detiene
un instante a la espera
de retomar el aliento
el suspiro siente
de aquel oscuro pueblo
en un acorde breve...

Sandro Penna



En el sueño incierto

En el sueño incierto duermo todavía un poco. 
Quizá es de día. Desde la calle el silbido
de un pescador y su voz caliente. 
Le responde una voz adormecida.
Con los sentidos sobresaltados —¿por las velas, 
afuera, en el viento?— todavía duermo un poco.

Sandro Penna



Éramos tan amigos que un secreto
de uno era del otro. Pero uno había
del que nunca habló él consigo mismo.

Sandro Penna



"Giullietto salió. Mario se sintió liberado. Sin embargo, lo había llamado él. Pero sabía que ya no lo deseaba. Quizás necesitara sentir otra vez aquel sentimiento de indiferencia. Volvió a su habitación. Pensó en acostarse de inmediato. Aunque presentía algo nuevo. ¿Qué? Una especie de dicha temerosa. ¿Por qué? Tal vez por no estar subyugado ya por pasión alguna. Retiró de la cama la toalla, aún mojada por Giullietto... Brutal, desazonador asunto... Trataba de hallar un solaz en soledad. Y Mario lo había iluminado desdeñosamente con la lámpara durante aquel acto del que-pensaba- debía sentirse avergonzado. Había conocido a Giullietto cuatro años antes: era un adolescente maravilloso de unos quince años. Lo había vuelto a ver de nuevo un año después. La sensación de sentirse cautivado por su belleza no lo había abandonado durante aquel tiempo. Y esta vez podría amarlo con total libertad. Lo veía a menudo... Tenía que fingir que no lo quería, pues se sentía profundamente infeliz a causa de la profundidad de su amor. En adelante permaneció indeleble el mito de la belleza de Giullietto. Volvió a encontrarlo pasado ya cierto tiempo: se había convertido ya casi en todo un hombre: no sintió interés alguno, a no ser el de la mera curiosidad de apreciar aquella metamorfosis. Mario sólo se acordaba de su maravillosa dulzura a los dieciséis años. Ahora, además, tenía diecinueve. Seguía siendo esbelto y un tanto infantil, pero había adquirido el aplomo de cierta seriedad, pero... distante en relación al ideal añorado por Mario. Con todo deseaba sentirlo. Lo había llevado a casa. Lo había desnudado y se había desvestido. Lo había abrazado como antaño, pero encontró una respuesta menos dulce, el pelo le había crecido ya por todas partes. Al encender la luz, comprobó que era muy velludo, incluso por detrás, como un animal. Sin embargo los ojos conservaban aún aquella luz centelleante y pueril."

Sandro Penna
Algo de fiebre



La mañana tiene los ojos de un niño

La mañana tiene los ojos de un niño. La tarde
clara parece una muchacha altanera.
Pero la noche tiene mi color oscuro,
el color de un triste resplandor.

Sandro Penna


La vida es… acordarse de un despertar

La vida es… acordarse de un despertar
triste en un tren al alba: haber visto
afuera la luz incierta: haber escuchado
en el cuerpo roto la melancolía
virgen y áspera del aire amargo.
Pero recordar la liberación
repentina es más dulce: junto a mí
un joven marinero: el azul
y lo blanco de su uniforme, afuera
un mar todo fresco de color.

Sandro Penna


QUIZÁ...

Quizá la juventud sea sólo este
perenne amar los sentidos y no arrepentirse.

Sandro Penna


Soledad 

Me dejaron solo
en el campo, bajo 
la lluvia fina, solo.
Me miraban en silencio
maravillados
los desnudos sauces: sufrían
de mi pena: pena
de no saber con claridad…

Y la tierra mojada
y el negro ―altísimo― monte
callaban derrotados.
Parecía que un dios perverso
había petrificado todo
con un solo gesto.
Y la lluvia lavaba las piedras. 

Sandro Penna


Subían lentas las noches
(A Renzo Vespignani)

Subían lentas las noches
y el mundo de dicha se llenaba.
Mi juventud era leve
leve alegría repentina del soldado.


Vino después la guerra o, en la vida,
ya no subieron lentas las noches.
Polvorientos los atardeceres. Infinito
aburrimiento denso de las primaveras. 

Sandro Penna




YO QUISIERA...

Yo quisiera vivir adormecido
en el suave rumor de la vida.

Sandro Penna




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