Decadente

Olvidado entre bolsas de arpillera, con un yuyo en la boca, contempla el desgarro del cielo. Su espalda flaca se hunde en las espigas, ausculta el traqueteo de la chata en los rastrojos. Ni siquiera un ladrido puede arrebatarlo del vértigo con que las cosas se van muriendo.

Diego Colomba


En el fondo una metáfora no es una analogía

Nadie más que yo
veía
caer
esos copos
invisibles
de nieve
que tornasolaban
en la tarde

—si papá
los hubiera visto
los habría
señalado
con un dedo—

pero
lo cierto
es
que caían:

fríos
y pesados.

Llevábamos
esa nieve
triste
sobre los hombros.

Esa nieve
era
lo único
sagrado
que podríamos
compartir.

Diego Colomba



Más allá de cualquier inventario

Los habitantes de la casa se han ido a descansar. Nadie, felizmente, te reclama. Podés seguir recostado en el techo de la galería, entre marañas de cables y ramas. Entrever desde allí la lejanía del cielo. Una chispa de vida. Pero hay sombras o pájaros como dioses que hacen crujir las chapas. Y se niegan a dejarte solo.

Diego Colomba



Mitologías 

Rastrojos quemados a la vera del camino. 

Los hombres creen

en la bondad de la ceniza.

Diego Colomba



Tanatología

Como quien cuenta a las apuradas la última anécdota
antes de despedirse una compañera de trabajo se refiere
sin ambages al estado terminal de su madre
a la prontitud con que su médico de cabecera se ha sacado
un problema de encima —después de repasar imágenes
incomprensibles con los anteojos de aumento— telefoneando
ante sus mismas narices a una verdadera eminencia en la materia
el responsable de la biopsia que le practican poco después
tras un diagnóstico que explique los repetidos ahogos
y la creciente inapetencia de estos días:
se trata de una perfecta pieza de orfebrería en manos
de una naturaleza hostil que ha sabido urdir tumores
como cuentas de un collar alrededor del estómago.
El cirujano aclara que se ha limitado a limpiar
los intersticios entre una y otra pieza
para hacer de la agonía de su madre un padecimiento
relativamente más humano.
Mi compañera advierte que —contra lo que uno cree—
la intervención ha resultado exitosa
si se considera la falta de dolores o molestias
como un modo razonable de vivir.

Diego Colomba



Un orden sensible

Aunque se empape la cobija de rocío y amanezca mañana acatarrado, no quiere salir de esa confusión de destellos y oscuridades que arrojan los naranjos en el porlan. Seguirá hamacándose, un rato más, en la amistad dudosa de la noche.

Diego Colomba



Una densidad

Tus lentes culo de botella, esas marcas que dejan en la piel grasosa, el brillo de tus ojos, tu barba de días, ese quinoto perfumado que llevás en el bolsillo, el asiento de tractor clavado en la tierra donde probás la embriaguez de lo que dura, no son las moléculas escandidas de una historia. Apenas pedazos de tu materia viva.

Diego Colomba








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